martes, 27 de abril de 2021

El objeto a como causa del deseo.


Este artículo se publicó en: www.pensarelpsicoanalisis.com.ar, junto con muchos otros artículos míos y de colegas. Pueden pasar a visitar la página y descubrirla.


En el seminario 10, dedicado a la angustia, Lacan formaliza su noción de objeto a, y además modifica definitivamente su idea de en qué consiste el registro de lo real, ya no se tratará nunca más de la realidad, como en los primeros años de su enseñanza, sino que con este nombre se referirá a todo aquello que no puede ser simbolizado ni puesto en imágenes, por describirlo de una manera muy rápida y simple.

Lo real.

El registro de lo real es claramente el más complicado de comprender en la obra de Lacan, por un lado tiene la dificultad de que fue cambiando de sentido a lo largo de los años, por otro lado también presenta la dificultad de que desde el inicio produce una confusión al hacernos pensar que se refiere a la realidad, y durante un tiempo tuvo mucho que ver con la realidad, pero aun superando estos obstáculos se nos presenta otro, más duro todavía que los anteriores, y que consiste en que el registro de lo real se refiere a aquello que no puede ser abordado por lo simbólico, es decir que no se puede poner en palabras ni explicar de una forma directa y clara con argumentos, mientras que tampoco se lo puede abordar por lo imaginario, es decir que se resiste a las imágenes y a ser incluido en una escena.

Al inicio de su obra Lacan asimilaba mucho el registro de lo real a lo que ocurría en la realidad, tal como cualquiera de nosotros piensa cuando escucha que algo es real, lo relacionamos con objetos concretos de la realidad, como por ejemplo un tenedor o una zapatilla; generalmente pensamos lo real como las cosas realmente ocurridas que podemos contar en una anécdota, etcétera. Pero aun así también desde el inicio había elementos que hacían pensar que lo real no se agotaba solamente con esto.

En el seminario 2, Lacan analiza el sueño que relata Freud en “La interpretación de los sueños”, el sueño de la inyección de Irma, y cuando llega al punto en que Freud relata que revisa la garganta de su paciente destaca esa garganta como un punto crucial del sueño, algo muy distinto a todos los elementos del sueño que podían someterse a interpretación, por ser parte del registro de lo simbólico; esa garganta es como una muestra de algo infinito, algo eterno, sin fin, que puede hacer perder la cabeza a cualquier persona y producirle una gran angustia. Lacan dice que cualquiera se hubiera despertado en ese momento, pero que Freud siguió soñando porque tenía agallas. Claramente esa garganta del sueño es un elemento de lo real, no tanto como Lacan lo pensaba en esa época, sino como lo pensó después, una vez dictado el seminario 10.

En todo esto también hubo cambios respecto de lo que la letra a designaba, ya que al inicio la letra a estaba incluida en lo imaginario, especialmente en la relación especular entre a – a´ que establecía el llamado “muro del lenguaje” del esquema Lambda, el cual se oponía al eje simbólico, formado por $ – A


En el seminario 7 hay dos clases dedicadas a Das Ding, que se puede traducir como “la cosa”, se trata de algo que no tiene imagen especular, es decir que no es imaginario, y también hace referencia a algo innombrable, porque no puede ser incluido en el registro simbólico, es algo que sigue construyéndose en relación a ir acercándose a la forma definitiva que tendrá el registro de lo real y, puntualmente, el objeto a.

En el seminario 8 Lacan analiza el banquete de Platón, al final del cual aparece Alcibíades, borracho y enamorado de Sócrates, para decir que el filósofo puede ser viejo y feo, pero tiene algo maravilloso que no se puede poner en palabras y que no se ve con los ojos, que hace que el gran general no pueda parar de suspirar por él; a eso invisible e innombrable se le da el nombre de “agalma” y sigue en la misma línea que venimos trabajando. Este agalma representa lo que quien ama no tiene y que busca en el ser amado, es una falta con la cual se puede amar a alguien, de ahí que Lacan dice que amar es dar lo que no se tiene.

Así llegamos al seminario 10 y, en la página 114 del mismo, Lacan dice algo que es central y fundamental para comprender a qué se refiere con la relación entre el objeto a y el deseo.

 

“…este objeto debe concebirse como la causa del deseo (…) el objeto está detrás del deseo”.

 

Por supuesto que así dicho no explica nada, sino que genera más dudas que antes respecto de lo que podría estar atrás o adelante del deseo, en una imagen extraña que nos desconcierta porque no podemos ubicar al deseo en ningún espacio donde plantear cosas anteriores ni posteriores.

Vamos a meternos un poco con esto para tratar de explicarlo.

Seguramente todos escuchamos en algún momento esa metáfora del burro que tiene un palo por encima de su cabeza, palo que está atado a las tiras con las cuales se le une un carro, y que en la punta del palo hay una zanahoria, de manera que el burro ve la zanahoria y avanza para alcanzarla, pero al hacer esto también adelanta el palo que le está sujeto y así la zanahoria también avanza, por lo cual el burro puede seguir avanzando cuanto quiera y a la velocidad que quiera, pero la zanahoria siempre va a estar delante de él y nunca podrá alcanzarla. El único que se beneficia con esto es el cochero que consigue así que el burro avance y lleve el carro a donde se quiera. Lo menos que podemos esperar, y exigirle al cochero, es que una vez que llegue a donde quiere ir premie al burro dándole la zanahoria que persiguió durante un largo camino.

En esta metáfora, podemos decir que el objeto del deseo del burro está delante de él. Y eso sirve para ejemplificar muchas de las actitudes humanas que vemos todos los días, ya que podemos decir que el teléfono celular nuevo es una zanahoria que perseguimos, trabajando y ahorrando dinero durante cierto tiempo hasta alcanzarlo, o también que el peso corporal que queremos alcanzar es algo que nos obliga a hacer dieta y ejercicio físico para adelgazar, y muchos ejemplos más también. Todo esto puede incluirse en un objeto del deseo que está delante nuestro y nos hace avanzar para obtenerlo, en lo posible, con más suerte que la del burro.

Pero la cita de Lacan nos muestra que él está hablando de otra cosa, el objeto a como causa del deseo no puede estar delante del sujeto, sino detrás. Y esto apunta a que no se trata de ninguna intencionalidad del deseo, nada relacionado a algo a lo cual el deseo se arroja, no es algo que el sujeto vaya a alcanzar de ninguna manera, sino a otra perspectiva completamente distinta respecto del deseo.

Ya que estamos con las cuestiones de atrás y adelante, sigamos con ese planteo un tanto imaginario. Imaginemos alguien a quien no le falta nada, alguien que lo tiene absolutamente todo y no puede existir nada que no tenga; claramente a esa persona no le puede aparecer ningún deseo porque cualquier cosa en la que pudiera pensar ya la tendría en su poder. Pero tampoco puede ocurrir que tenga algo y no lo esté usando, de manera que pudiera sentir el deseo de comenzar a usarlo, porque en ese caso tendría el objeto, pero le estaría faltando el disfrute de ese objeto, y de lo que se trata es de imaginarnos alguien a quien no le falta ningún objeto ni ningún placer.

Esta persona no tendría ni noción de lo que significa el deseo, porque sería imposible que algo como eso apareciera en su vida, ya que es imposible desear algo que ya se tiene y que se disfruta constantemente. Esa persona puede decir que le encanta tal cosa y que la disfruta mucho, pero jamás podría desearla, porque no habría nada lejano y añorado para él, sino que todo sería constantemente utilizado.

Creo que no es una comparación absurda pensar que esto es lo que muchas veces nos lleva a no prestarle mucha atención a lo que tenemos, por lo menos a ciertas cosas, porque al estar ahí, especialmente cuando están muy cerca o desde hace mucho, se pierde a veces un poco la noción de lo importantes que son y se las empieza a tomar como algo natural, como algo que siempre va a estar ahí, constantemente, y las consideramos tan habituales que nuestra atención no se dirige a estas cosas tanto como la primera vez que las conseguimos. O como las extrañaríamos si alguna vez las perdemos, de ahí la frase que dice: “no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos”.

Es que para que exista el deseo tiene que haber algo que no se tenga, algo que nos falta, una pérdida original y previa que produzca un agujero que nos impulse a desear, porque el deseo consiste en esas ganas de encontrar algo que llene ese agujero, que lo colme, que lo satisfaga completamente para dejarnos satisfechos, como si fuéramos aquella persona que lo tiene todo y, por lo tanto, no le falta nada.

Esa falta original es el objeto a, perdido irremediablemente por el encuentro con el lenguaje, que nos impulsa a desear, jugando con la fantasía de que eso que nos falta está allá afuera y cuando lo encontremos nuestra vida va a ser perfecta, maravillosa y completa.

En palabras de Lacan, el objeto a es una falta que está atrás del deseo, no se trata de la zanahoria que está adelante y queremos conseguir, no es un objeto puntual que nos encandila con su brillo fálico haciéndonos creer que si lo conseguimos tendremos todo, sino que el objeto a es la falta estructural de todo sujeto y es esta falta lo que le genera ese hambre, esas ansias de buscar objetos, es decir: lo que nosotros conocemos con el nombre de deseo. El objeto a es la causa de que el deseo exista, ya que, si no faltara desde el inicio de la existencia del sujeto, no habría nada qué desear.

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