lunes, 26 de abril de 2021

Algunas consecuencias de la dialéctica del Amo y el Esclavo.


        Al momento de escribir las dos entradas anteriores se me iba ocurriendo una gran cantidad de cosas que pueden relacionarse con estas ideas planteadas por Hegel, se trataba de cosas dichas por el maestro de Jena que me hacían pensar en lo que algunos filósofos posteriores habían desarrollado y se me ocurría que era posible que algunos de ellos se hubieran inspirado en Hegel o tomado algunas de sus ideas para luego crear sus propias ideas exhibiendo cierto núcleo hegeliano presente en sus exposiciones.

Vale aclarar que la palabra clave del título es “algunas”, es decir, no pretendo hacer de cuenta que soy capaz de estar al tanto, comprender y transmitir la influencia que un autor de la magnitud de Hegel tuvo, tiene y seguirá teniendo sobre la humanidad entera, eso sería algo similar a tratar de contar las gotas que forman el océano Atlántico. No, de ninguna manera. Tampoco se trata de marcar linealidades o referencias seguras, son solamente relaciones que se me iban ocurriendo y quería tener la oportunidad de plantearlas como forma de mostrar ciertas posibilidades, las cuales pueden ser acertadas o no.
Fomentar el debate es una de las tareas más interesantes que permite este blog.
Como última aclaración antes de entrar en el tema, esta exposición tendrá como limitación el hecho de que no trataré de desarrollar exhaustivamente las ideas que considero tienen o puede pensarse en relación a Hegel, sino simplemente nombrarlas y comentarlas levemente para justificar el haber sido incluidas en esta temática.
Ya tendremos tiempo para exponer, desarrollar, analizar y regodearnos con todas y cada una de las ideas de todos estos muchachos que tuvieron algo que decir con respecto al ser humano y que tanta importancia tuvieron, tienen y tendrán.
Ahora sí, podemos comenzar.

Sin guiarme por ningún orden preestablecido, me gustaría empezar por el resultado de la dialéctica, es decir por la consagración de un Amo y un Esclavo. Considero que no me equivoco demasiado si planteo que estas dos figuras pueden relacionarse con dos grandes filósofos de la historia, dos personajes que ya hemos tratado en este espacio, dos personajes que supieron poco o tal vez nada el uno del otro aún siendo contemporáneos, cada uno de los cuales alabó a una de estas dos figuras resultantes de la lucha por puro prestigio. Estoy hablando de Marx y Nietzsche.
Algo habíamos dicho de ambos como “Maestros de la sospecha”, junto con Freud, con Marx habíamos entrado en algunos puntos destacados de su filosofía para luego meternos en su crítica del cogito cartesiano, así que ya lo conocemos. Hablar de Marx como discípulo de Hegel es una obviedad, Marx toma de su maestro la dialéctica como la forma en la cual la realidad se desarrolla y, en lo que hoy nos convoca, se pondrá completamente del lado de los Esclavos; Marx dirá que son ellos la clase social que está explotada por otra y que esto no puede terminar de otra manera que no sea con la revolución de los proletarios (que es como Marx llamaba a los “Esclavos”) contra la burguesía (los “Amos”) para producir una sociedad sin clases, donde ninguno someta a nadie y todos seamos iguales. Durante toda su vida Marx alentó a los proletarios de todo el mundo para que se indignen ante su opresión y derrocaran el sistema capitalista y opresivo en el cual estaban inmersos. Es justamente su gran creencia con respecto a la dialéctica de la realidad y el resultado de la misma que Marx muchas veces alienta a la burguesía a continuar su expansión voraz y su capacidad para dominar y apoderarse de todo ya que él estaba seguro que ese era el camino que la historia debía recorrer en vías de lograr que, a mayor sometimiento proletario a manos de los burgueses, más rápida se llevaría a cabo la revolución. En este sentido, Marx estaba seguro que la revolución se produciría donde el capitalismo estuviera más desarrollado, situación que en su tiempo se ubicaba en Inglaterra y hoy observamos en Estados Unidos y Europa occidental. El error del presagio marxista, por lo menos hasta hoy, no podría ser más estrepitoso.
Pero todo esto tiene una contracara, que es la del Amo, ensalzado y glorificado por la filosofía de Nietzsche, de quien también vimos algunas de sus ideas más importantes y su discusión con Nietzsche es el vocero de las “aves de rapiña”, la aristocracia griega que se definía como: “nosotros, los veraces”, aquella estirpe de gente que nombraba las cosas y al hacerlo les daba una identidad, un lugar en el mundo, gente que con su sola palabra podía crear y quienes determinaron lo que era bueno y lo que era malo. Se trata de una filosofía en la cual se alienta a ser guerreros, valientes, desmedidos y arrojados; se trata de ser dionisíacos sin temor de las consecuencias, sin preocupaciones por las sanciones culturales o morales, ni hablar de las impuestas por la religión, cuestión que Nietzsche odiaba. Con respecto a los Esclavos, Nietzsche los detestaba, los llamaba “burgueses lectores de periódicos” y la “moral del rebaño”, son los tímidos y tibios que este filósofo lamentaba no temerles, lamentaba que no hubiera en ellos nada que inspirara temor y destacaba la distancia tan enorme que separaba a estos hombres “gregarios” de los vikingos, esa raza rubia que tomaba como cierto ideal.
Aunque con respecto a esto creo que bien vale hacer una salvedad, ya que aquellos que Nietzsche hubiera colocado como los Amos tienen diferencias importantes con el Amo hegeliano, baste decir que para Nietzsche lo fundamental de estas personas era la afirmación de su propia existencia de manera bastante indiferente por el reconocimiento que podían llegar a obtener por parte de los otros, ellos se complacían con su superioridad indiscutible y por el poder que tenían. Si los demás los reconocían como superiores o no, si los tomaban como realmente superiores y les tenían el respeto y el temor que correspondía a su situación era algo que los tenía sin el más mínimo cuidado.
Pero hay otro elemento que me gustaría poner en relación entre Hegel y Nietzsche, me refiero a la idea del primero en relación al deseo de deseo, esta actitud del ser humano de buscar constantemente el deseo, eso que no es algo extraño a sí mismo sino que es algo que ya tiene, pero que nunca es suficiente; la humanidad busca el deseo de los otros, deseo de reconocimiento, y cuando lo logra quiere ampliarlo, obtener el deseo de otros y luego de otros y ser reconocido por tantos como se pueda sin jamás detenerse. En Nietzsche hay algo que tiene una dinámica similar, se trata de la voluntad de poder. Esta voluntad de poder busca, fundamentalmente, la voluntad de poder; es algo que, al igual que el deseo de deseo, busca ampliar su influencia y conseguir más y más poder, ya que la detención de su acción, el hecho de no expanderse significaría su decadencia, su muerte y su eliminación.

¡Qué muchachos! ¿Qué hubiera pasado si estos dos muchachos que defendían sus ideas con tanta pasión se hubieran encontrado y hubieran charlado del tema? Marx, quien no dudaba en apelar a la violencia como forma de lograr los avances necesarios para liberar al proletariado. Nietzsche, quien siempre tuvo una violencia verbal incomparable y opinaba que había que ayudar a morir a los débiles. Creo que esa discusión habría sido monumental y, aún cuando no existió, nadie puede privarnos el placer de imaginárnosla.
Pero todavía hay más, mucho más.
La idea de Hegel acerca de este tan nombrado deseo de deseos, deseo de reconocimiento rompe con la idea de hay una relación entre sujeto y objeto que es la del conocimiento, esa idea según la cual el sujeto descubre y conoce los objetos de mundo, se trata de una relación de cognocibilidad. Hegel propone que el objeto más deseado es, justamente, otro deseo, otra persona, es plantear una relación entre seres deseantes, una forma de lazo social que no se preocupa tanto por los objetos sino más por las personas y sus deseos.
Y esto abre una enorme multiplicidad de cuestiones de las cuales quiero mencionar a Edmund Husserl, el creador de la fenomenología, el cual sigue un camino en el cual plantea una conciencia que, muy a diferencia del cogito cartesiano y el sujeto kantiano, esta arrojada hacia fuera, expulsada hacia el mundo y todo lo que hay en él. No se trata de ninguna manera de un ser separado del resto sino todo lo contrario, hay un choque de intencionalidades de esas diversas conciencias que se encuentran las unas a las otras en ese estado de arrojo al mundo.
Y de acá pasamos a Heidegger y completamos las tres grandes H de la filosofía alemana (Hegel, Husserl y Heidegger) ya que él también tomaba estas ideas. Hay que mencionar que fue discípulo de Husserl y tomó mucho de lo que tiene que ver con esa conciencia arrojada al mundo. Sin meterme a detallar la filosofía de Heidegger, solamente quiero mencionar que él también como su maestro Husserl toma este estado de arrojado al mundo, él habla del Dasein (el “ser ahí”, que puede entenderse como el ser humano) como eyectado al mundo, en este caso tampoco se trata de una diferencia entre el sujeto y el objeto sino que el Dasein es el ser-en-el-mundo. Además de esto, cuando se pone a analizar la idea de el “estado de interpretado”, el das Man, lo uno, dice que los Dasein se encuentran enfrentados, todos queremos ser más que el otro, saber más que el otro, etcétera, con lo cual resuena en nuestros oídos la lucha por puro prestigio y la búsqueda de reconocimiento.
Aún así hay que señalar varias diferencias ya que Heidegger también se refiere a la tonalidad afectiva que sacude al Dasein, por su propia existencia, su propio ser; un ser que no tiene orígenes ya que nadie elige ser, sino que todos nos encontramos “puestos” en el mundo y en el cual nos tenemos que enfrentar con nuestra eventual muerte. Todos estos son asuntos de los cuales Husserl no se ocupaba.
Este tema acerca del reconocimiento de la propia muerte, llamado por Heidegger el ser-para-la-muerte también tiene mucho que ver con lo postulado por Hegel ya que la idea de la muerte y el reconocimiento que el ser humano tiene acerca de su propia finitud es algo fundamental en la filosofía de ambos autores. Tanto es así que Heidegger considera que el Dasein siempre presenta una no completud, algo que le falta, estado que solamente puede superarse cuando se produce la asunción de ese ser-para-la-muerte, solo así se puede acceder a la completud.
Como dije antes, no es mi intención profundizar en estos temas y conceptos, tan solo marcar algunas relaciones entre los autores.
Y no podemos eludir a un filósofo que estudió las tres grandes H de Alemania, estoy hablando de Jean Paul Sartre, el cual postulaba que la conciencia no solo estaba disparada hacia el mundo, sino que en esencia era una nada, salvo una relación con el mundo y por eso su libro más conocido se llama “El ser y la nada”. Sartre habla del ser-en-sí y del ser-para-sí en relación a esta conciencia que está arrojada sobre el mundo.
Aún así, como entre Heidegger y Husserl, hay diferencias entre Sartre y Heidegger, el francés critica varios puntos del Dasein, pero eso será cuestión a tratar en otro momento.
Otro de los franceses que se vieron poderosamente influenciados por Hegel y su dialéctica es Lacan, el cual tomó muchas cosas de él, pero le reconoció pocas. En fin, esa es una característica de Lacan, no exhibir muchas de las fuentes en las cuales se basaba. Para peor, hoy día en Buenos Aires (no sé cómo será en otras partes del mundo) se enseñan muchas cosas dichas por Lacan como si las hubiera inventado él en lugar de hacer justicia a todos aquellos que fueron leídos por él y de los cuales partió para armar su teoría. ¿Será que los psicoanalistas argentinos, en general, sabemos poco de filosofía? O tal vez hay muchos que son más lacanianos que Lacan (los famosos “lacaniosos”).
Puede ser esto por muchos motivos, pero creo que será mejor reservarnos lo que Lacan toma de Hegel para una nueva publicación, una dedicada a mostrar algunas, aunque sea algunas, de las cosas que este psicoanalista francés “tomó prestadas” del genio alemán.

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