Los invito a pasar a la página para
descubrirla y poder leer otros artículos escritos por mí y por colegas.
Estamos en épocas de incertidumbre, cuarentena, pandemia, Covid 19 y más y más….
Una paciente relata que su hijo es muy ansioso y no puede esperar. Quiere respuestas ya, y no tolera frustraciones. La madre es administradora de empresa y su trabajo es mantener bajo control determinadas variables contables.
La convoca la maestra del jardín para comentarle que no puede jugar con otros chicos, y siempre tiene que saber qué hacer.
Deciden realizar varias entrevistas con una psicóloga infantil y la misma le da algunas sugerencias. Una de ellas fue que cuando no podían satisfacer la necesidad de su hijo en el momento, no deberían decirle en un rato, o después, en otro momento, porque eso lo angustiaba y lo descompensaba aún más.
Les propuso que tomen un reloj de pared, bastante grande, donde pueden mover las agujas del reloj y mostrarle que cuando la aguja llegue a determinado lugar, ahí terminaba el rato y podían responderle a la necesidad.
Y esta simple técnica funcionó muy bien, había por lo menos una certeza, algo concreto. El hijo se calmó.
Esta escena me ayuda a pensar que nos pasa frente a la incertidumbre.
La incertidumbre es “la no certeza”, falta de seguridad, de confianza o de certeza sobre algo, especialmente cuando crea inquietud. La certeza es el conocimiento seguro y claro que se tiene de algo.
Otra fuente se refiere a los efectos que produce la incertidumbre, como la duda, la inseguridad, vacilación, etc.
Creemos que vivimos con certeza y quizá lo que vivimos es con espacios de seguridad. Dentro de las grandes incertidumbres, se abren nuevas puertas, nuevas oportunidades, y hay veces que, cuando queremos anclarnos en las certidumbres, también cerramos mucho nuestro muro, no nos atrevemos a abrir una ventana o mirar detrás de una puerta por miedo, quedarnos encerrados en las certezas también produce un miedo, que es el miedo a no crecer, a no vivir experiencias que enriquezcan más.
Una de las emociones más difíciles de manejar es la incertidumbre.
Muchos tienen síntomas de ansiedad, de nerviosismo, síntomas de angustia y preocupación motivados por el temor a lo que sucederá. Es normal querer tener certidumbres, certezas, la seguridad y la tranquilidad de saber lo que va a ocurrir, pero eso no es posible, no es posible tenerlo todo bajo control, no soportar la improvisación o ignorar cualquier detalle de lo que va a suceder, necesitar tenerlo todo planificado, estructurado… y esto casi nunca es posible, la vida no suele ser previsible.
La incertidumbre está presente en numerosos acontecimientos de nuestro día a día, en la mayoría de nuestras situaciones cotidianas.
Todos en mayor o menor medida hemos sentido, sentimos o sentiremos incertidumbre, es inevitable sentirla, el problema no es sentirla, sino que hacemos con esa emoción. Saber hacer con el síntoma.
Hacemos valoraciones sobre los acontecimientos y las decisiones que vamos a tomar. Pero si nos genera una preocupación y angustia excesivas y un pensamiento obsesivo, centrado exclusivamente en las peores predicciones, hablamos de ansiedad anticipatoria.
Sentimos ansiedad, miedo, irritabilidad, tristeza o enfado. Todas ellas tienen que ver con nuestra resiliencia o la capacidad para afrontar la adversidad, nuestra tolerancia a que suceda un acontecimiento negativo.
El manejo inadecuado del temor a lo que sucederá, ese miedo a lo que nos deparará el futuro influye en, tomar decisiones. La toma de decisiones en cuestiones como una posible separación, el cambiar de trabajo, cambiar de casa, cambiar de colegio a los niños… pueden convertirse en acciones irrealizables si buscamos la certeza absoluta, aquella decisión perfecta, sin asomo de error, de defecto.
La vida es un cambio constante, y las decisiones son necesarias. Muchas veces nuestras anticipaciones nos llevan a no tomarlas y si las evitamos no avanzaremos y permaneceremos estancados, sin darnos la oportunidad, ante todo de aprender, de explorar, y en consecuencia de poder mejorar las siguientes decisiones y desde luego nos seguiremos centrando en el miedo como forma de manejar lo desconocido, la incertidumbre.
Vivimos en una sociedad en la que la inmediatez y el cambio es una constante. Por ello, podemos decidir cómo vivir en esta sociedad y cómo enfrentarnos a ella.
¿Cómo aceptar la incertidumbre?
Es una pregunta que suelen hacer numerosas personas en terapia. A la mayoría de las personas no les sirven que otros lo hayan hecho. Es decir, quieren soluciones a los problemas y las quieren YA. Evidentemente, esto nos muestra una baja tolerancia a la incertidumbre.
Queremos vivir con la incertidumbre, pero no queremos “esperar” a que la solución haga efecto. Dejar de sufrir, de tener “miedo al mañana”, dejar de sentir desasosiego, queremos ser fuertes HOY.
Todo sujeto necesita pensarse sobre bases coherentes, previsibles, estables, como una forma de protegerse de la intromisión de lo “ajeno”, lo que se torna defensa contra la incertidumbre.
El sujeto sostiene ilusoriamente una exigencia de certeza, de verdad y de saber qué hace posible soportar las alternativas de la vida diaria. Dispone para ello de reaseguros tales como pensarse sobre bases instituidas, conocidas, para lo cual la memoria inconsciente y consciente provee ciertos instrumentos.
En distintas circunstancias perder la ilusión de certezas no produce derivaciones importantes, las certezas caen y se sustituyen por otras. En otras la pérdida de dichas ilusiones produce sufrimiento que se experimenta como un estado caracterizado por desconcierto, vacilación, desorientación y angustia que adquiere tanto la forma de pánico como de miedo con diversas repercusiones.
Para seguir pensando en los efectos de la incertidumbre…
Están las vivencias subjetivas, el cómo cada uno percibe el cuidado de una familia y un estado. Freud hablaba del desamparo (hilflosigkeit) como afecto primario del bebe, quien al nacer prematuro requiere sí o sí de la intervención del otro que lo acoge y protege. Esa capacidad de contención primaria confiere un valor muy significativo a la familia, que sigue siendo el último refugio y más en un momento de crisis de las instituciones básicas como el actual. ” Qué pasa cuando la familia está en crisis? Más incertidumbre.
Perder un negocio para una persona implica que la deuda simbólica que tiene, con sus padres, queda sin saldar al no poder transmitirla a los hijos. Esa ruptura en la cadena generacional tiene su incidencia personal en forma de cuadro depresivo importante que cursa con insomnio, inapetencia, y sentimiento de culpa
El impacto psicológico de las pérdidas comporta un sentimiento de desamparo, de indefensión y una angustia por el futuro que a veces puede provocar actos extremos como el suicidio o cuadros psicopatológicos graves.
Cada caso, en su diferencia, nos indica cómo el sentimiento de culpa, asociado al fracaso de una expectativa, desencadena la idea recurrente del fantasma de inutilidad, de pérdida de la confianza en sí mismo, auto reproches acerca de su valor. La pérdida de control sobre la propia vida, no saber qué pasará en un plazo corto y cómo resolver ese imprevisto está muy presente, así como las ideaciones de padecer enfermedades mortales e incluso ideas de autoagresión. La angustia no es sino la manifestación de la pérdida del mapa subjetivo, de las coordenadas que definen nuestro lazo al otro, lo que creemos ser para el Otro, los amigos, la familia.
Pero es evidente que la exposición a situaciones de desamparo y de incertidumbre, es un factor de alto riesgo, de un proceso de desinserción social, con pérdida de vínculos laborales, familiares y sociales que pueden provocar un estado de indigencia y aislamiento social.
Por eso es tan importante nuestra tarea de alojar a los pacientes, de escuchar.
El análisis permite hablar de estos temas, elaborarlos para lograr rectificación subjetiva y cambio de posiciones. Tomar distancia y cambiar de perspectiva.
Un paciente músico y productor musical que no pudo trabajar durante 100 días y abrir su estudio de grabación por la cuarentena, refirió en una de las últimas sesiones, frente a la incertidumbre de cómo va a seguir su vida y su trabajo, que él tomó una decisión: no va a aceptar cancelaciones de grupos de bandas para ensayar (ya que temporariamente fue autorizado a abrir, tuvo reservas y cancelaciones a último momento) y no abrirá su sala de ensayo hasta agosto, necesita un escenario más claro, un rumbo frente a las decisiones que toma el gobierno por él.
Esto, por supuesto lo llevó a historizar otras decisiones que tuvo que tomar a lo largo de su vida y que marcaron un camino y una dirección en su vida. Y se sintió aliviado de que en algún aspecto no era arrastrado por la falta de decisiones y definiciones de otros, por el difícil momento que se vive en la pandemia.
En tanta incertidumbre algo aclaró y definió. Él tomó la decisión.
Bibliografía:
Lacan, Jaques, seminario 10, “La angustia”
Freud, Sigmund. “Más allá del principio del placer” y otras obras, Vol. XVIII (1920- 22)
Freud S.: “Inhibición, síntoma y angustia” 1926. Amorrortu editores. Obras Completas Tomo XX. Buenos Aires, 1996
Bauman Z.: Miedo líquido. Editorial Paidós, Madrid, 2008.
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