lunes, 26 de abril de 2021

Tipos de intervenciones en análisis.


En la clínica psicoanalítica se presentan situaciones de todo tipo ya que ningún paciente es igual al otro, sus historias siempre son distintas, la posición desde la que las relatan también son diferentes, las causas de la inhibición, el síntoma o la angustia son imposibles de preveer antes de que el paciente se ponga a hablar y diga lo que sea que tenga para decir. De la misma manera, lo que el analista podrá decirle a cada paciente es algo que no se puede calcular de antemano, siendo que todo dependerá de lo que primero escuche para poder, a partir de eso, crear una forma de actuar. Todo lo que un analista hace con sus pacientes puede convertirse en una intervención en el análisis, algunas pueden ser un poco más calculadas y otras serán más espontáneas y siempre será cuestión de una evaluación a posteriori el efecto que esa intervención tenga en el paciente.

Pero al mismo tiempo que lo que un paciente nos muestra en sesión es algo que puede ser muy diverso y que puede clasificarse dentro de los tres registros según los cuales Lacan estructuró su enseñanza psicoanalítica, también las intervenciones del analista pueden diferenciarse según estos mismo tres registros, no siendo lo mismo hacer una intervención en lo imaginario, que una intervención en lo simbólico u otra en lo real.

En definitiva, ya que al final de su enseñanza Lacan presentó el nudo Borromeo (el que aparece en la imagen que ilustra esta publicación) donde los tres registros tienen cada uno el mismo valor que el otro y ninguno predomina sobre el resto, no sería inteligente que nosotros nos quedáramos empantanados con el Lacan de los años ´50 donde lo simbólico era lo preponderante, lo imaginario representaba la resistencia y lo real se confundía muchas veces con la realidad concreta y material, por lo tanto me resulta interesante hacer una distinción entre los distintos tipos de intervenciones que un analista puede realizar durante un análisis.

Sin duda que lo más habitual y conocido para cualquier analista es lo referente a la clínica desde el registro de lo simbólico, donde las intervenciones están fundamentalmente agrupadas dentro de lo que se conoce como interpretación. Es el campo al cual pertenecen los tres grandes textos freudianos, es decir “La interpretación de los sueños”. “El chiste y su relación con el inconsciente” y “Psicopatología de la vida cotidiana”. En ellos se interpreta a partir de las palabras que se dicen, de los significantes que nos son ofrecidos y se busca abandonar el terreno del discurso conciente del aquí y el ahora para acceder a otros contenidos a los cuales no se puede llegar con una conversación habitual.

El ejemplo que nos da Freud en “Psicopatología…” con el caso Signorelli, por poner un ejemplo muy conocido, o también el del sueño de la inyección de Irma de “La interpretación de los sueños” son claros ejemplos de cómo el retorno de lo reprimido se presenta de una forma que puede ser interpretada para acceder a un sentido que debe ser descubierto y así llegar al contenido latente del sueño o a lo reprimido que se manifiesta habiendo sufrido la deformación de la represión.

Pero esta no es la única forma en la cual un analista puede intervenir porque hay muchas situaciones que escapan completamente a lo que puede ser abordado por lo simbólico y en estos casos la interpretación es totalmente ineficaz para avanzar en un análisis.

Hay también intervenciones que operan sobre lo imaginario y esto también es parte del quehacer analítico, sin que se trate de ninguna desviación a la psicoterapia ni a ninguna otra cosa.

El hecho de que en la enseñanza del psicoanálisis se insista especialmente en lo que tiene que ver con lo simbólico no significa que trabajar desde los otros registros sea algo externo al psicoanálisis.

Así como no solo de pan vive el hombre, tampoco solo de significantes vive un analista.

Por poner un ejemplo, los pacientes que sufren ataques de pánico muchas veces relatan que sintieron una sensación de encierro, ellos cuentan que necesitaban bajarse del colectivo porque no podían respirar, que sentían que se iban a morir y cosas por el estilo.

Estas sensaciones muestran una organización del espacio que apuntan a lo imaginario y no a lo simbólico, además de que en situaciones de angustia, afecto que pertenece a lo real, se produce el hecho de que poner en palabras eso que tanto afecta a la persona es completamente imposible; las personas que relatan esas situaciones no tienen idea de qué les pasó o por qué se sintieron así, es algo que escapa completamente a lo discursivo, de manera que sería absurdo preguntarle a alguien en pleno ataque de pánico “¿qué se le ocurre a usted con la palabra angustia”? En este caso, la interpretación simbólica junto con la asociación libre que siempre le está unida no solo no tiene ningún efecto, sino que quedaría francamente ridícula.

Por el contrario, este tipo de angustia responde a un avance de lo real sobre lo imaginario, motivo por el cual lo imaginario se descompensa y queda desorganizado, por lo que la persona queda desorientada, siendo que puede no comprender muy bien donde está y, cosa característica de la angustia, siente que ese momento es eterno y no terminará jamás.

En este tipo de situaciones es muy útil poder reorganizar el registro de lo imaginario, poder ubicar las cosas que rodean a esta persona, dónde se encuentra, donde está la salida, cómo llegar a ella, hace cuánto empezó a sentirse así, a qué hora se levantó esa mañana y distintas cuestiones de este mismo estilo para combatir la sensación de encierro y ahogo.

De la misma manera, hay pacientes neuróticos que muestran estar perdidos sin saber qué hacer o cómo hacerlo, no saben cómo conseguir trabajo, ni pareja, ni amigos, ni otras cosas que les encantaría tener. Muchas veces con estos pacientes desarmados hay que hacer un trabajo minucioso de ayudarlos a organizar estas distintas cuestiones para que pueda armarse una estructura que ordene sus actividades. Ayudarlos a organizar sus agendas, a realizar las mismas cuestiones todos los días, respetar horarios que los ordene día tras día y demás situaciones que ayuden a limitar la dispersión de la que sufren. Ya vendrá luego el tiempo de poner una barradura en ese sujeto, pero hay veces que primero, antes de barrar al sujeto, hay que construir una posición donde un sujeto pueda ser ubicado.

Pero esto tampoco completa el cuadro, porque en el tratamiento de un paciente puede producirse la oportunidad de intervenir desde lo real. Como ejemplo clásico me acuerdo de que en un momento del tratamiento Freud le comunicó al hombre de los lobos que sin importar cómo avanzara el tratamiento se vería obligado a ponerle fin al mismo al término de un año, lo cual destruía completamente la idea de que el tratamiento podía continuar indefinidamente, lo cual fue un intento de Freud de lograr que el paciente dejara de dar vueltas sin sentido y comprendiera que existía una finalización del tratamiento que lo llevara a aprovechar el tiempo que tenían por delante, en lugar de perderlo. Si no recuerdo mal, el mismo Freud se sorprendió por el efecto de esto, ya que el paciente comenzó a trabajar en su análisis de una manera muy interesante, muy distinto de lo que venía haciendo antes.

En este sentido, hay pacientes con los cuales todas las interpretaciones acerca de las distintas cuestiones que nos presentan en las sesiones no producen el más mínimo efecto, a veces las asociaciones no llevan a ningún lado, no se despliegan situaciones interesantes para trabajar y todo lo que uno pudiera esperar de lo simbólico es bastante inútil. Especialmente cuando lo que nos presentan está del lado de lo pulsional, por ejemplo, y no del retorno de lo reprimido.

Algunos de estos pacientes presentan situaciones que no se prestan tanto a lo simbólico e interpretable, sino que tienen que ver con lo real, lo más vívido de su vida, de manera que lo simbólico podría quedar para más adelante, porque no era el momento de intervenir desde ese lugar. Intervenciones más dirigidas a sus gustos, sus intereses, ya sea para desarrollar los existentes como también para descubrir otros nuevos, hacer comentarios que podían estar presentados desde el humor respecto de cosas pasionales entre dos personas, sin tanta sutileza o metáfora, sino en forma más directa y demás cuestiones similares podían tener efectos donde la interpretación no logra modificar absolutamente nada.

Es cierto que con la interpretación sola no es suficiente para llevar adelante el trabajo de un análisis, por suerte contamos con una gran cantidad de recursos que nos permiten trabajar desde distintos registros según lo que la situación del paciente lo requiera.

Obviamente, a veces (o, para ser más sincero, casi siempre) no es tan fácil saber de qué manera se debe intervenir en una determinada situación, pero nuestra profesión nos da la libertad de poder inventar formas de llegar hasta cada paciente según éste lo requiera.

Entonces… animémonos a inventar y crear.

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