Este artículo fue publicado originalmente en http://www.pensarelpsicoanalisis.com.ar
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Sin duda que existen muchas formas de hablar del significante y no me caben dudas de que se puede explicar lo que un significante es de muchas otras maneras, pero esta definición es la que se escucha millones de veces; esto tiene que ver con que Lacan da esta definición en “Subversión del sujeto…”, y agrega que no hay otra definición más que esta.
Lo que ocurre con el significante es que no existe un significante que aparezca solo, cada significante siempre está en relación con otro significante a través de la relación que la metonimia establece entre ellos dentro del registro de lo simbólico, solo en la relación con este segundo significante se puede descubrir el primero de ellos.
Claro que no estamos hablando de tiempos cronológicos, como los del reloj, en donde aparecería primero uno y después el otro, sino que hay que pensarlo en tiempos lógicos, ya que solamente cuando aparece algo que tiene relación con otra cosa es que los tomamos a los dos como significantes de la misma cadena metonímica. Justamente la metonimia, que se corresponde en la teoría lacaniana con lo que Freud describía como el desplazamiento, es una de las dos leyes del inconsciente junto con la metáfora, asimilada a la condensación. La metonimia es la ley que relaciona a los significantes unos con otros, es por la metonimia que cuando uno habla encadena palabras que forma oraciones, párrafos y en definitiva, todos los discursos habidos y por haber; entonces, la metonimia es nuestra forma de explicar la concatenación de los términos que usamos al hablar, los significantes con los que se organiza nuestro universo simbólico, motivo por el cual un significante se relaciona con otro significante y con otro y otro y otro.
El hecho de que no se trate de tiempos cronológicos sino lógicos está demostrado por la aparición simultánea de ambos significantes, S1 y S2, ya que solo al unirlos puede pensarse en la relación que los une y hablar de ellos como significantes. Antes, cronológicamente antes, solo había palabras y después, cronológicamente después, hay dos significantes. Es por eso que digo que ponerle el número 1 y el 2 a estos significantes, como si uno viniera antes que el otro, solo responde a una secuencia lógica y no cronológica.
Tal vez el ejemplo más evidente de esto es el lapsus, en el cual la propia persona que habla se sorprende al decir algo que está por fuera de lo que quería decir y de la línea que seguía su discurso. Claramente las demás formaciones del inconsciente, como las llama Lacan, también siguen esta lógica, pero el lapsus produce el efecto inmediato y la sorpresa para quien lo dijo.En el olvido, por poner otro ejemplo, también se muestra la relación de dos significantes. Pienso fundamentalmente en el ejemplo que da Freud acerca de su propio olvido del nombre del pintor Signorelli, que es trabajado por Lacan en el seminario 5. Es cierto que Lacan trabaja este olvido como una manifestación de la metáfora, pero la verdad es que el mismo Lacan dice en el mismo seminario que no puede existir la metáfora sin la metonimia. Y es bastante lógico, ya que entendemos la metáfora como la sustitución de un significante por otro, de manera que esto implica lógicamente que si un significante puede reemplazar a otro es porque existe una relación entre ambos, algo los vincula, los encadena, y ese es el efecto de la metonimia. De manera que Signorelli, como significante más allá del nombre del pintor, fue olvidado por su relación metonímica con la muerte y la sexualidad, significantes que tenían relación con un paciente de Freud que se había suicidado recientemente debido a un problema de impotencia sexual que parecía ser irremediable, tema del cual Freud no estaba dispuesto a hablar con un extraño.
Es ahí, tanto en el lapsus como en el olvido y también en las otras manifestaciones del inconsciente, cuando aparece la pregunta acerca de dónde salió eso raro que no debería haber aparecido ya que no pertenece a la conciencia ni la intención del que habla o, por decirlo de una forma muy escuchada, aparece la pregunta ¿quién habló ahí? Siguiendo con el ejemplo del lapsus, entre el significante que se quiso decir, pero no fue dicho, y el significante que no se quiso decir, pero fue efectivamente dicho, aparece el sujeto del inconsciente que fue el autor de ese lapsus, fue el sujeto el que habló ahí y ocurre que esas irrupciones son las únicas que puede realizar para dar cuenta de su existencia, ya sea como lapsus, sueños, síntomas, olvidos o chistes.
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