martes, 27 de abril de 2021

Sócrates y Galileo, los “Destruye mitos”.



 

Es interesante una cuestión que puede ubicarse entre estos dos genios que revolucionaron todo en su época y dejaron marcas imborrables para el resto de la historia humana, especialmente en el hecho de que ellos, como muchos otros también, por supuesto, tuvieron una actitud que iba mucho más allá de los mitos que imperaban en sus días y tuvieron el valor de afrontarlos, aún cuando la decisión que tomaron acerca de cómo enfrentar la represalia ante lo que habían dicho fue distinta en uno y otro.
El primero en aparecer según la línea temporal es Sócrates, quien se autodefinía como un moscardón que iba por las calles molestando con sus preguntas al gran caballo que era Atenas. Pero estaríamos muy equivocados si creemos que Sócrates era solo un molesto que se divertía haciéndole perder el tiempo a mucha gente con preguntas que solo servían para romper la paciencia, porque él se preocupaba como nadie por acceder al verdadero conocimiento, el que se encuentra más allá de todas las cosas que creemos saber y que nos ocultan el hecho de que no sabemos. Mientras más creemos saber es donde más engañados estamos o, como dice la frase famosa dicha por no sé quién: “Es fácil engañar a una persona, pero es muy difícil convencerla de que ha sido engañada”.
Todos estamos completamente convencidos de que sabemos mucho.
Excepto Sócrates, él estaba convencido de todo lo contrario y consideraba que no sabía nada, de ahí la aún más famosa frase: “Solo sé que no sé nada”, y al estar advertido de su propia ignorancia le era más fácil ver la de los demás, los cuales estaban engañados en una posición de mucho saber. Ahí era donde aparecía el moscardón para demostrarles a todos que ese conocimiento no era más que una ilusión, una opinión (doxa, en griego), la cual estaba muy alejada del verdadero conocimiento (episteme). También buscaba mostrarles el camino al verdadero saber, pero para eso antes tenía que hacer cierto tipo de purga de las ideas que se venían sosteniendo para vaciar ese contenido ilusorio antes de llenarlo del verdadero.  Es por eso que él buscaba que cada uno pudiera pensar en lo que creía que era cierto, pudiera pensarlo por sus propios medios sin quedar atrapado en lo que le fue dicho y todos aceptan como la verdad indiscutida.
Y cómo no ubicar los mitos en ese lugar. Hoy hablamos de religión porque nunca nadie piensa que sus creencias son mitos, sino la realidad más absoluta e indiscutible, pero tengamos en cuenta que no eran los atenienses de aquella época los que calificaban al Olimpo, a Zeus y a Atenea más todos los otros dioses como mitos o mitología, sino que esa es una interpretación que se hace desde tiempos y cultos posteriores. Así que estamos en el mismo tema.
Justamente una de las más graves acusaciones por las que Sócrates fue enjuiciado fue la de discutir la existencia de los dioses y proponer dioses nuevos, lo cual tiene todo que ver con la otra gran acusación que consistía en corromper a los jóvenes metiéndoles en la cabeza ideas extrañas, hacerlos discutir el orden establecido y muchas cosas más.
Nada muy distinto a cómo reacciona la sociedad hoy en día si alguien pone en duda la existencia de Dios; hoy se los califica como blasfemos, antes los quemaban en la hoguera y antes, mucho antes del cristianismo, se los enjuiciaba y se los condenaba a beber cicuta, como a Sócrates.
Es evidente que a él no le interesaba discutir todo esto simplemente para molestar a la gente, sino para correrles el velo de ilusión y poder llevarlos hacia lo que él consideraba que era el mundo verdadero, el mundo de las ideas.
Si bien el mundo en el que vivió Galileo era muy distinto de aquel en el que vivía Sócrates, tampoco era completamente distinto. Hay cosas que parece que nunca cambian. En la época de Galileo ya estaba el cristianismo y él no vivía en Atenas, pero hay cosas que permanecen iguales a pesar de los siglos y las latitudes o longitudes geográficas.
Galileo fue alguien a quien tampoco le terminaba de convencer todo lo que los demás decían acerca del mundo, tanto los científicos, como los clérigos, como la gente común y es por eso que no se quedó con esas ideas sino que fue a buscar sus respuestas con la rebeldía que mostraba ante lo que trataban de imponerle como si fuera la realidad.
Galileo, como Sócrates, comentó a preguntarse por todo aquello que para los demás estaba perfectamente respondido y era perfectamente conocido.
Fue así como pudo destruir ideas fundamentales de la física que venían desde tiempos de Aristóteles sin más elementos que un plano inclinado y una pelota. Y también fue así como empezó a investigar la realidad más allá de lo que le decían que era la realidad y puso en duda que nuestro planeta fuera el centro del universo y que el sol girara alrededor de ella.
Su libro fue considerado una afrenta a la Biblia y sus ideas eran directamente una falta de respeto hacia Dios y eso hizo que Galileo fuera llevado a juicio para que se desdijera de todo lo que había escrito y se mantuviera dentro de la línea de lo que la Iglesia y la Inquisición le enseñaban a la gente que tenían que creer.
Cuando Galileo fue interpelado por postular que existía el movimiento en el espacio supralunar, es decir más allá de la luna, ya que había dicho que había visto cuatro satélites que giraban alrededor de Júpiter, los miembros de la Iglesia decían que eso era imposible y rechazaban la simple comprobación de mirar por el telescopio para confirmar o refutar lo planteado porque argumentaban que Galileo podía haber pintado esas manchitas blancas en alguna parte del telescopio para crear la confusión, otros decían simplemente que si con ese objeto se podía ver algo distinto de lo que decía la Biblia, entonces claramente era un objeto demoníaco.
Hoy conocemos esas cuatro lunas de Júpiter como “lunas de Galileo”, por ser él su descubridor.
Cuando Galileo mostró sus investigaciones con las cuales demostraba que la Tierra giraba alrededor del sol no encontró uno solo que quisiera escucharlas porque la Biblia tiene un pasaje muy claro en el cual dice expresamente que Dios detuvo el movimiento del sol alrededor de la Tierra, por lo tanto cualquier otra afirmación era inaceptable.
Cuando ya existe la respuesta, no hay lugar para hacer preguntas.
Y así con muchos otros ejemplos.
Galileo fue condenado y tuvieron que pasar varios siglos para que la Iglesia revisara su posición al respecto, después de algunas confirmaciones acerca de esta sentencia se decidió perdonarlo.
Yo considero que no había hecho nada malo por lo cual debiera ser disculpado, sino que es la Iglesia la que debería pedir perdón por lo hecho, pero ese ya es otro tema.
Una vez escuché alguien que criticaba a Galileo por haber actuado distinto a como lo había hecho Sócrates, ya que el ateniense decidió morir antes que cambiar todo lo que había dicho antes, mientras que el florentino se retractó y evitó así el castigo de la inquisición. Mientras lo escuchaba pensaba que es muy lindo, fácil y cómodo decir todo eso desde la ciudad de Buenos Aires en pleno siglo XXI, a diferencia de lo que debe haber sido para Galileo teniendo todos los instrumentos de tortura de la Inquisición frente a sus ojos junto a todos los relatos de quienes sabían cómo se usaban esos elementos.
¿Nosotros hubiéramos actuado como Sócrates o como Galileo?


Yo creo que habría hecho lo que hizo Galileo.

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