jueves, 28 de julio de 2022

Acerca de la asociación libre. (Parte 1)

 


    Agradezco nuevamente la participación de la lic. Flora Fainkuchen, con este texto acerca de uno de los pilares de la técnica psicoanalítica.


La asociación libre es uno de los métodos más íntimamente ligados al psicoanálisis de Sigmund Freud y sus seguidores. En su momento, esta estrategia sirvió para sustituir la hipnosis y el método catártico en la consulta clínica de la época.

Vista de manera superficial, la asociación libre puede resumirse en una frase: “dígame todo lo que le venga a la cabeza”, es también una regla fundamental del psicoanálisis.

La asociación libre es un método para hacer que algunos aspectos de las ideas y recuerdos que resulten demasiado traumáticos para poder ser accesibles por la consciencia puedan ser alcanzados a través de la palabra.

Sigmund Freud planteaba que la asociación libre era una manera de sortear los mecanismos de represión y bloqueo de los contenidos mentales traumáticos y generadores de mucha ansiedad. De este modo, haciendo que un paciente jugase con el lenguaje de forma improvisada, el psicoanalista sería capaz de alcanzar un nivel de comprensión más profunda sobre los problemas inhibidos de esa persona.

 

Origen del concepto.

Sigmund Freud se vio muy influido por Jean-Martin Charcot, un neurólogo francés que utilizaba la hipnosis y el método catártico para curar casos de histeria. Freud decidió hacer uso de la hipnosis para explorar las dolencias de pacientes neuróticos, aunque tardó poco tiempo en llegar a una conclusión muy diferente acerca de cómo debían ser tratados los trastornos.

Freud empezó a pensar en la idea de que los problemas mentales podían ser en realidad manifestaciones de ideas y de recuerdos traumáticos que deben ser “aislados” y mantenidos lejos del alcance de la consciencia. El organismo es capaz de mantener un cierto equilibrio entre los contenidos que realmente circulan por la consciencia y aquellos que permanecen en lo inconsciente, pero no es capaz de hacer desaparecer estos últimos, tan solo los mantiene bloqueados. Sin embargo, en ocasiones los contenidos a reprimir son tan poderosos que generan los síntomas de los trastornos al luchar por filtrarse hacia la consciencia.

La hipnosis sería una manera de hacer que los mecanismos de bloqueo de estos contenidos mentales ocultos quedasen relajados, haciendo posible que se expresasen de forma más clara (aunque siempre de manera indirecta). Con los sueños ocurriría algo parecido: Freud los interpretó como hipotéticas manifestaciones de lo inconsciente y reprimido, pasadas por un filtro de simbolismo.

El método de la asociación libre se basa en estos supuestos:

 

-Existe al menos una parte consciente de la psique, y otra que es inconsciente.

-Los contenidos de la parte inconsciente luchan por emerger a la consciencia, pero nunca pueden ser examinados directamente.

-Muchos trastornos mentales son fruto del choque entre contenidos de lo inconsciente que quieren ocupar el resto de la psique y la parte consciente que trata de impedir esto.

-Es posible crear situaciones en los que los mecanismos de bloqueo de contenidos del inconsciente se relajan.

 

Entonces se utiliza la asociación libre para permitir que contenidos de lo inconsciente que pueden estar detrás de la aparición de un trastorno mental se expresen de manera indirecta para, de ese modo, poder influir en ellos mediante mecanismos del lenguaje.

De este modo, se deja que el paciente vaya diciendo todo lo que le viene a la mente, sin imponerle condiciones ni temas; de ese modo, sus mecanismos de autocensura se relajan. Al crear un contexto en el que el uso del lenguaje puede ser caótico, se asume que es la parte inconsciente de la psique la que se encarga de encadenar palabras y temas entre sí.

La lógica que hay detrás de lo que se dice pasa a ser la lógica de lo inconsciente, que va tomando nota de regularidades en el uso de símbolos, temas que parecen importantes, pero de los que nunca se habla de forma directa.

Estas ideas y significados ocultos son planteados por el psicoanalista, que da una interpretación de lo que acaba de escuchar.

Según Freud, este método era mucho más útil que la hipnosis y el uso de la catarsis, porque podía ser utilizado en una cantidad mayor de personas y permitía reelaborar discursos de lo inconsciente.

 

Más de la asociación libre: un poco de historia

Sigmund Freud fue desarrollando este concepto entre los años 1892 y 1898. Fue sustituyendo progresivamente el método de la hipnosis y de la catarsis -métodos que utilizaba en sus inicios- por el de la asociación libre. Esta evolución fue motivada por un fin muy concreto: evitar la sugestión del paciente.

A partir de una intervención con una de sus pacientes, la señora Emmy Von N. en 1892, Freud comienza a pre-configurar el método de la asociación libre. Esta paciente, le solicitó expresamente a Freud que cesara de intervenir en el curso de sus pensamientos y la dejara hablar libremente.

Posteriormente, en su obra ¨El método psicoanalítico¨ de 1904 explica las razones por las cuales habría de abandonar la hipnosis. A partir de los trabajos con Breuer, Freud se da cuenta que la hipnosis solo producía resultados parciales y transitorios.

Gracias a que el método de la asociación libre suprimía las resistencias del paciente, el acceso al material inconsciente (recuerdos, afectos, representaciones) era mucho más sencillo. Además, los efectos que se lograban con la asociación libre eran permanentes, con la ventaja de que con esta técnica el paciente no estaba bajo los efectos de la hipnosis. De esta forma se sustituyó definitivamente el método catártico e hipnótico por la asociación libre, convirtiéndola en regla fundamental y medio privilegiado para el acceso e investigación del inconsciente.

 

Fundamentos teóricos de la asociación libre

Cuando toda persona habla, hace una selección de las palabras que quiere utilizar para darle un sentido al mensaje que pretende compartir. A pesar de este proceso de selección, más o menos rápido, suelen aparecer fallos del lenguaje, como los lapsus linguae, olvidos, repeticiones, etc., Estos “fallos”, en las conversaciones ajenas al contexto terapéutico no suelen ser analizados; sin embargo, en un contexto analítico tienen mucha importancia.

¿Por qué?

Jaques Lacan decía: “El inconsciente está estructurado como un lenguaje”

Precisamente, en el contexto analítico se entiende que estos “fallos” son una manifestación del inconsciente, es como si de alguna manera el contenido traspasara la barrera defensiva de la persona. En la asociación libre, el paciente, al verse liberado por el terapeuta de sus propios controles y ajeno a toda disciplina de darle a sus ideas un sentido lógico, se encuentra en el escenario propicio para dejarse llevar por todo aquello que acude a ese “precipicio” en el que todo lo inconsciente adquiere fuerza, asocia, habla. La barrera defensiva, las resistencias, son franqueadas y es posible entonces tener acceso al inconsciente.

Una vez franqueada la barrera del inconsciente y de la autocensura, comenzamos a utilizar palabras que nos van a servir para indagar en nosotros mismos. Según la teoría psicoanalítica, estas palabras gozan de un poder fundamental si se saben analizar.

Para Freud, exponer las resistencias y luego analizarlas es completamente esencial para llevar a cabo la cura; se logra a través de la asociación libre. De esta manera, la asociación libre, la interpretación de los sueños y el análisis de los actos fallidos se convierten en las tres técnicas esenciales de la clínica analítica. Siendo la asociación libre imprescindible, tanto que para Freud es precisamente la técnica que más separa al abordaje psicoanalítico de otras formas de acercamiento terapéutico.

 

¿Cómo se lleva a cabo la asociación libre?

La asociación libre puede surgir espontáneamente o ser inducida a partir de un sueño, fantasía o cualquier otro pensamiento. Sin embargo, para que esta se lleve a cabo y realmente se produzca una asociación libre, es necesario que se haya consolidado la transferencia con el analista. Nada de lo que se diga en sesión será juzgado. Nada es correcto o incorrecto; por tanto, todo lo que se diga es válido.

En el momento en que el paciente se deja llevar por sus pensamientos y logra expresarlos abiertamente a su analista, está permitiendo que afloren las representaciones inconscientes para que puedan ser así analizadas, interpretadas y trabajadas. Obteniendo acceso al material inconsciente, podrá volver a elaborarlo de manera consciente: el objetivo de esta elaboración es que deje de ser una fuente de malestar o conflicto.

viernes, 10 de junio de 2022

El inconsciente está estructurado como un lenguaje.

 


Seguramente todo aquel que se dedica al psicoanálisis y conoce, aunque sea un poco, la teoría de Jacques Lacan se encontró con ciertas frases que se repiten hasta el hartazgo, pero se explican demasiado poco. Considero que es una forma de producir golpes de efecto por parte de Lacan, de fascinar a quienes lo escuchaban en sus seminarios o lo leían en sus publicaciones y considero también que es algo que muchos de sus seguidores tomaron de él de una manera que, considero yo, es bastante nociva para lo que yo entiendo por la transmisión del psicoanálisis.

Son muchas consideraciones por mi parte, pero nunca pretendí dar la verdad de las cosas, sino solamente mis impresiones.

Así nos encontramos con frases como: “la relación sexual no existe”, “el deseo es el deseo del Otro” o su prima hermana: “el deseo es el deseo de deseo”, “el inconsciente es el discurso del Otro” y la que ahora nos ocupa y le da título a esta publicación.

¿Qué se puede pensar a partir de esa frase? Me parece que las primeras siete clases del seminario 5, llamado “Las formaciones del inconsciente” son muy esclarecedoras respecto de este tema, ya que ahí Lacan dice esto algunas veces de manera más directa, otras sin nombrarlo, a veces más claramente y otras de forma más oscura. Sea como sea, Lacan está hablando de esto y es ahí donde voy a leer para comentar esta frase que, como todas las otras, puede sonar muy rara cuando se escucha por primera vez, pero adquiere una gran claridad y coherencia cuando se las trabaja.

Estas siete primeras clases se agrupan bajo el título: “Las estructuras freudianas del espíritu” y ya ahí aparece el término estructura, de manera que estamos en el tema.

Lacan empieza a hablar del chiste y toma ejemplos de: “El chiste y su relación con el inconsciente”, de donde saca el “famillonario” y el “becerro de oro” como agudezas (así se nombra en el seminario al chiste) paradigmáticas de los dos mecanismos fundamentales que Freud encontró en el inconsciente.

Toda la obra de Freud muestra dos leyes fundamentales del inconsciente, se trata de la condensación y el desplazamiento. Hay que tener en cuenta que Freud, como todos, era hijo de su época, y cómo tal estaba inmerso en el lenguaje que se hablaba comúnmente y por eso estaba muy unido al paradigma de la física. Además de esto, hay que tener en cuenta que su formación como neurólogo siempre lo tuvo muy cerca de lo orgánico, donde la física tiene un rol central en lo referido a los mecanismos del cuerpo. Por esto, y tal vez por muchas cosas más, la forma en que Freud denomina a estas dos leyes del inconsciente son las mencionadas, formas tomadas de la física y que están pensadas en relación a cómo se actúa sobre objetos concretos. Exactamente lo mismo ocurre cuando habla de energía y otras cosas.

Esto es distinto cuando hablamos de Lacan, ya que él no parte de la física como lo hacía Freud, sino que sale de este ámbito para meterse en muchos otros, como en este caso en el cual él se ubica dentro de la lingüística. Es así como sigue de cerca los trabajos de unos lingüistas rusos, en especial los de un amigo suyo llamado Roman Jakobson, y encuentra que este lingüista habla de dos leyes del lenguaje, las cuales llama la metáfora y la metonimia.

La asociación que se hace entonces, es que las leyes del lenguaje, es decir la metáfora y la metonimia, se corresponden con las del inconsciente, es decir la condensación y el desplazamiento.

Se trata de las leyes del inconsciente como Freud las descubrió y las identificó por separado, explicando su mecanismo para producir una diversidad de fenómenos tales como los síntomas, los lapsus, los chistes, los sueños y los olvidos, es decir las manifestaciones que Lacan llama en el seminario que nos ocupa como “formaciones del inconsciente”. La condensación y el desplazamiento ponen en evidencia la estructura del inconsciente y también muestran cómo esta estructura produce ciertas formaciones que todos nosotros encontramos habitualmente en nosotros mismos y en otros.

Es en relación a esa estructura del inconsciente, el cual está regido por estas dos leyes, que Lacan, ya en la primera clase del seminario, dice que Freud vio la relación entre la agudeza y el inconsciente y que esto tuvo lugar en el plano formal, sin que esto hiciera referencia a las bellas formas de la gestalt, sino a de las formas de la estructura del significante.

Pero, al mismo tiempo, se trata de las leyes que estructuran el lenguaje bajo el nombre de la metáfora y la metonimia, tal como Jakobson lo dice y Lacan lo retoma. Esas dos son las leyes que dan su forma al lenguaje, sin importar de qué lenguaje se trate, ya que todos tienen la misma estructura.

Lacan, en la segunda clase, dice que se trata de analogías de estructura que solo pueden observarse en el plano lingüístico y que se producen gracias a la técnica del significante.

Entonces, luego de todo esto, Lacan dice… “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”, es decir de la misma forma, con las mismas leyes.

jueves, 19 de mayo de 2022

Lecturas subjetivas en la clínica.

 


El otro día, en una supervisión grupal, volví a escuchar una situación que ya había escuchado muchas veces, pero hubo algo distinto. Tal vez fue porque la contaron de otra manera, tal vez fue porque tenía un pequeño obstáculo que otras veces no había aparecido, tal vez lo único diferente fue mi escucha o alguna otra cosa, pero lo cierto es que me hizo pensar en las lecturas subjetivas.

La situación fue muy clásica, un paciente cuenta que su padre era muy violento y que le pegaba a los miembros de la familia. En un primer momento, podemos decir que, lamentablemente, no es nada que un psicoanalista no haya escuchado más de una vez; es seguida aparecen todas las referencias al padre de la horda primitiva, al goce del Otro, la falla en la inscripción del significante del Nombre del Padre, que regularía esas conductas excesivas, y muchas otras nociones que manejamos habitualmente.

Pero hubo algo que fue distinto, ya que también por otro hecho que se produjo, la supervisora comenzó a destacar que este paciente no solo denunciaba todos los abusos de violencia que el padre había cometido contra toda la familia, sino que también hizo notar que había un componente de amor hacia ese padre, el cual, aún siendo violento, nunca abandonó a la familia, siempre estuvo presente, los mantuvo económicamente durante toda la vida y unas cuantas cosas más que no debían pasarse por alto.

Por supuesto que no se trata de compensar una actitud con la otra, ni de armar un balance en el cual se puede decir que el padre fue tanto por ciento violento, pero tanto otro por ciento protector y que así no suena tan terrible; tampoco se trata de decirle al paciente que comprenda al padre, que no se lo tome tan a la tremenda, ni nada de eso.

De ninguna manera.

En psicoanálisis no se trata de mezclar las distintas actitudes de una persona para formar una imagen que sea más o menos buena, o más o menos mala; sino todo lo contrario. El analista debe separar estas facetas sin anular ninguna, es decir que lo que el paciente tenga que denunciar del padre tendrá que ser denunciado, mientras que lo que haya que rescatar del padre tendrá que ser rescatado.

Entonces, a la pregunta de “¿cuál era su verdadero padre, el violento o el protector?” no podemos responder otra cosa que “los dos” y si alguien nos quisiera preguntar cuál de esos dos padres era más verdadero que el otro, le tendremos que explicar que esa pregunta está mal formulada, porque no existe uno que sea más verdadero que el otro, sino que cada una de esas facetas del padre, y las marcas que cada una dejó en nuestro paciente, deberá ser analizada por separado.

Justamente, cuando Freud hablaba de la ambivalencia hacia el padre, la cual daba lugar a que hiciera una teoría acerca del Edipo y el Edipo invertido, no apuntaba a mezclar ambos sentimientos y hacer uno, sino tener en cuenta esta dualidad imposible de mezclar, como única forma de entender el por qué de ciertos sentimientos y de ciertas conductas hacia este padre.

Como ejemplo, me viene a la memoria cuando Juanito le pega al padre en la mano y, un segundo después, le besa la misma mano en la que le pegó.

Pero esto nos abre la puerta para entrar en el tema que quiero compartir en este artículo, ya que esto no es sino la apertura de la posibilidad de hacer lecturas subjetivas acerca de esta situación y a eso me quiero referir.

Muchas veces escuchamos de nuestros pacientes o de pacientes de colegas, que en una familia que vivió esta situación con el padre, por seguir con el mismo ejemplo, los hermanos tienen distintas versiones de este padre, ya que algunos pueden verlo como un monstruo y detestarlo; otros pueden recordarlo como alguien muy limitado y tan débil que no sabía cómo actuar si no era a los golpes, por lo cual pueden tenerle lástima; otro puede decir que lo perdonó y que no es la violencia lo que más destaca de su padre, sino los lindos momentos que vivieron juntos; otros pueden nombrar al padre diciendo que les enseñó muchas cosas y agradecerle, sintiendo que gran parte de lo que ellos llegaron a ser como adultos se lo deben a mucho de lo aprendido del padre, etcétera.

Es decir, las muchas facetas de un padre no hacen más que posibilitar que cada uno de los hijos destaque algo muy particular de esa persona, que no tiene por qué coincidir con lo que rescata el otro, sin importar que se trate del mismo padre.

Muchas veces escuchamos decir, y muy ciertamente dicho, que personas que son hijas de los mismos padres no tuvieron los mismos padres, con lo cual se destaca que un padre y una madre pueden no haber actuado igual con cada uno de sus hijos, de manera que cada uno de esos hijos vivió a unos padres distintos. Pero esta lectura subjetiva de los padres también puede producirse cuando todos los hermanos dicen lo mismo de este padre, pero destacan un elemento distinto del que rescatan los demás, como en el ejemplo presentado, donde todos habían sufrido la violencia del padre y también habían disfrutado de buenos momentos con él.

Ahí ya no cuenta, o por lo menos no tanto, que el padre puede haber actuado distinto con cada uno de ellos, sino que la lectura de ese padre que hace cada uno de los hijos no puede ser otra que una lectura subjetiva, única e intransferible.

Aparece entonces este elemento que hace que no se trate solamente de que los padres pueden actuar distinto, sino que también hay siempre y en todos los casos una lectura subjetiva por parte del propio sujeto, aún cuando el relato de los hechos sea el mismo para todos los sujetos involucrados.

Es lo mismo que hace que muchas personas puedan ver una película, lean un libro o vean un cuadro y puedan hacer miles de lecturas distintas al respecto

Claro que no se trata de que uno no esté advertido de que el sujeto hace lecturas subjetivas, sino de que las diversas formas en las que esto aparece en la clínica hace que el sujeto barrado no deje de fascinarnos.

miércoles, 11 de mayo de 2022

Alienación y separación: 4° video. La alienación (3° parte)

         Último video dedicado a la alienación, donde hago una diferencia entre el concepto de alienación en Hegel, Marx y Lacan, para abrir el camino al próximo video en el cual hablaremos de la separación.

            
        Para ver el video, solo tienen que hacer click en la siguiente imagen:




Para quienes prefieran el texto escrito, también lo comparto:


Diferencias con la filosofía.

 

El concepto de alienación que utiliza Lacan no se asemeja al que utilizaban los filósofos que lo precedieron, como Hegel o incluso Marx, sino que va por otro camino muy distinto.

Para Marx, por ejemplo, la alienación tenía otra connotación. En principio hay que destacar que Marx hablaba de personas, hablaba de la sociedad, pero estos conceptos no tienen nada que ver con lo que los psicoanalistas entendemos cuando hablamos del sujeto del inconsciente, $, por lo que cuando hablamos de sujeto en Marx no estamos hablando del sujeto del que habla Lacan.

En la teoría marxista, este sujeto está alienado a algo que implica variables políticas, económicas, culturales, sociales, y un muy amplio etcétera, que lo condicionan a actuar y pensar de cierta manera, lo cual es una forma muy difundida de pensar la alienación, incluso actualmente. Se trata de una persona que se ve tan afectada por su entorno cultural, que termina viendo su subjetividad afectada por la cultura hasta el punto en que hace cosas que no quiere, sin darse cuenta lo que está haciendo.

Este conjunto de variables afecta al sujeto marxista que no puede librarse de esa influencia y se ve dominado en parte por esta corriente y de esta manera podemos decir que en la teoría marxista hay un Otro que se lanza sobre el sujeto y lo aliena.

Ahí sí puede decirse que se trata de una alienación causada por el avance del Otro sobre el sujeto, es a esto a lo que yo entiendo que se opone Lacan cuando dice que él no habla de alienación porque se trate de algo que parta del Otro, porque con ese planteo se está diferenciando de la alienación como se entendía antes de él.

Marx utiliza predominantemente el ejemplo fundamental de los modos de producción capitalista, los cuales hacen que el trabajador no reciba la verdadera recompensa merecida por su trabajo, pero crea recibirla.

Estas ideas estaban muy difundidas en la época de Lacan y era inevitable que esta forma de entender la alienación estuviera presente en quienes acudían a sus seminarios y leían sus escritos, pero si pensamos que los conceptos de sujeto y de alienación se refieren a cosas muy distintas en Marx y Lacan no podemos utilizar la lógica marxista para explicar la teoría lacaniana, por lo cual la forma lacaniana de comprender la alienación no responderá al modelo marxista.

Claramente la noción de sujeto no comienza con Marx o Hegel, sino que podemos ir más atrás también y hablar del “sujeto cartesiano”.

Ya desde Descartes tenemos el postulado de que el ser humano puede demostrar su existencia, es decir su ser, recurriendo al pensamiento, ya que su famosa frase: “Pienso, entonces existo” nos enseña que por el hecho de pensar podemos lograr la prueba de nuestra existencia. Pero también podemos hacer algo más, ya que al decir esto Descartes afirma sin equivocarse que el ser humano es una cosa que piensa.

Esto le da un Ser al sujeto cartesiano, se trata del famoso cogito cartesiano (porque en latín la frase dice: “Cogito, ergo sum”), según el cual el Ser de los humanos es el pensamiento y cualquier persona puede decir, siguiendo a Descartes: “yo soy un ser que piensa”. A partir de eso, todos los humanos sabemos qué somos, ya que somos seres pensantes, y se establece una relación indiscutible entre pensamiento y existencia. Todo lo que piensa tiene existencia y eso le da un Ser indiscutible que lo define completamente.

El psicoanálisis plantea una lógica completamente distinta y es esto lo que Lacan presenta en la alienación, ya que presenta al ser y al pensamiento, al cual nombra como sentido, como dos campos distintos, los cuales solamente comparten una pequeña porción.

Es que la noción de sujeto del inconsciente, por su división subjetiva, implica una pérdida del Ser, este Ser cartesiano que puede ser nombrado con palabras y, por lo tanto, puede ser completamente dotado de sentido hasta el punto que todos comprendemos en qué consiste el ser de lo humano.

De esta manera, la noción de sujeto que estableció Lacan, sujeto dividido que tiene una pérdida en su ser, se opone a la noción de sujeto que estableció Descartes, sujeto del pensamiento, el cual le da su Ser completo.

Es por eso que Lacan, respecto de la idea que sostiene la filosofía acerca del Ser completo del sujeto y su posibilidad de encontrar una definición concreta de dicho Ser, dice:

 

“Esta es, por cierto, la falla esencial del idealismo filosófico, por otra parte insostenible y nunca radicalmente sostenido. No hay sujeto sin que haya, en alguna parte, afanisis del sujeto, y en esa alienación, en esa división fundamental, se instituye la dialéctica del sujeto”.[1]

 

Al hablar de “idealismo filosófico”, Lacan está reuniendo a algunos de los filósofos más importantes de toda la historia, no solo se opone a Descartes y su famosa frase, sino que también discute las ideas de Immanuel Kant, cuya teoría filosófica es conocida como “idealismo trascendental” y postulaba un sujeto epistemológico, es decir que se basa en la razón y el pensamiento, siguiendo el camino racionalista iniciado por Descartes; pero también se refiere a Hegel, cuya corriente es conocida como el “idealismo absoluto”, cuyo sujeto está inmerso en una dialéctica que llega, y Hegel postuló que su filosofía era la culminación de dicha dialéctica, al “espíritu absoluto”, donde finalmente el sujeto hegeliano podía ser conciente de su propia existencia y de todos los determinantes que tuvieron lugar para alcanzar ese estado. El “espíritu absoluto” de Hegel también habla de un Ser completo.

La lógica del psicoanálisis postula que la S que representa al sujeto está barrada, por lo que en realidad se trata de $, siendo que esta barra implica que el sujeto porta una pérdida inherente a su existencia, la cual hace imposible que el sujeto pueda definirse a sí mismo de una manera completa o, por decirlo de otra manera, que el sujeto pueda utilizar el campo del sentido para lograr acceder a su propio ser. Como ejemplo de esto, cualquiera puede decir de sí mismo “yo soy…” y completarlo con lo que quiera, pero eso siempre va a ser insuficiente para definir su propio ser, ya que no importa lo que diga, porque siempre van a quedar muchas más cosas para decir, ninguna va a definir su ser, y aún cuando alguien pase años diciendo cosas de sí mismo tampoco podría lograr una definición completa de su ser.

Yo puedo decir que soy argentino, que soy hombre, que soy padre, que soy… mil cosas más, pero por este camino jamás podría lograr acceder a un Ser completo. Por el lado del sentido, el sujeto queda condenado a tratar de definirse a sí mismo a través de una eterna metonimia de significantes que discurren de uno al otro y a otro y a otro, sin jamás poder llegar a un fin, a un significado, a una definición del propio ser.

Podemos decir que el sentido y el pensamiento cartesiano, y de toda filosofía en general, intenta transformar al sujeto barrado, $, en un sujeto completo, S, el cual no solo tiene su Ser, sino que también es conciente de él.

Buscar este Ser es una búsqueda de la identidad, tanto propia como también grupal, como puede ocurrir al pertenecer a una nacionalidad, un grupo político, un equipo de fútbol, etcétera, que está tomada únicamente desde el punto de vista del registro imaginario, en el cual todo siempre busca ser completo, que la idea cierre y no deje ningún punto sin abordar y sin que quede algo sin explicar; es una identidad en la cual alguien buscaría poder encontrarse absoluta y definitivamente, como si el poder decir “yo soy X” fuera suficiente para dar cuenta de quién y cómo es una persona.

Pero ocurre que desde la perspectiva del psicoanálisis esto nunca va a poder conseguirse, como no sea desde lo imaginario, lo cual es calificado como una simple ilusión, la ilusión imaginaria de la completud, que Lacan varias veces relaciona con una idea tomada de la filosofía que es el velo de Maya, porque, por supuesto, no hizo falta esperar a Freud para que lo relacionado con la imagen fuera calificado como ilusorio.

Para el psicoanálisis, siempre va a haber divisiones que hagan que el sujeto no pueda ser considerado como completo, lo que sí habrá serán identificaciones, es decir que un sujeto va a tomar rasgos de los otros, de aquellos que le resulten verdaderamente significativos por un aspecto o por otro, y adoptará esos rasgos como propios, lo cual le permitirá sentir que esas características, ya sea gustos, ideologías, intereses, etcétera, tienen que ver con su persona, con su ser, y recorrerá esos caminos cómo pueda y desee, pero siempre lo hará a la forma humana, es decir que lo hará con tropiezos, dudas, cambiando muchas veces de parecer y con muchos altibajos que demuestran que la idea de que alguien se reconozca en una situación y la sostenga en forma firme y decidida, sin ninguna dificultad en absoluto, es solo un ideal imposible que queda completamente relegada al mundo de las ficciones imaginarias del sentido. El pensamiento y el sentido, elementos imaginarios, el Ser del humano, perdido por estructura, y el ser (con minúscula) que podamos ubicar en lo humano, no son lo mismo ni recorren el mismo sendero.

Respecto de esto podemos traer una frase dicha por Lacan, según la cual la lógica del psicoanálisis plantea que se es, lo propio del ser, donde no se piensa y se piensa donde no se es, ya que podemos decir que el sujeto del inconsciente se ubica, es decir que es, donde el sentido no opera, como por ejemplo puede ser en un lapsus, un olvido, un sueño o un síntoma, ante los cuales el pensamiento es completamente inútil; mientras que en el dominio del pensamiento no hay lugar para que aparezca nada de la existencia del sujeto, su ser, sino todo lo contrario, ya que cuando aparece el sujeto es porque hubo un corte, una interrupción, en el camino del sentido.

Como se dijo antes, la alienación dejaría al sujeto en un estado de pura división, es decir en un estado de pura pérdida del ser, totalmente indeterminado, por lo cual habrá necesidad de otra operación que lo rescate, aunque sea parcialmente, de esta división absoluta y esa otra operación es la separación.



[1] Lacan, J. “El seminario…” Pág. 229.


jueves, 28 de abril de 2022

Alienación y separación 3° video. La alienación (2° parte)

Este es el tercer video de la serie dedicada a la alienación y la separación, donde continúo hablando de lo que es el concepto de alienación en la obra de Jacques Lacan. En este video abordo la elección del sujeto entre el campo del sentido y el del ser.

Para ver el video, solo tienen que hacer click en la siguiente imagen:




Para quienes prefieran el texto escrito, también lo comparto:


Es así como llegamos a la página 219 del seminario 11, donde Lacan presenta este gráfico:

 


Entre el campo del sujeto, el ser, y el campo del Otro, el sentido o pensamiento, se ubica el sin-sentido y esto nos lleva a plantear la elección que antes veíamos en el ejemplo de “la bolsa o la vida”, que en este caso sería, para el sujeto, “el ser o el sentido”.

 Si el sujeto elige quedarse con el ser, entendido como el Ser total y completo, pierde todo, como ocurría en el otro ejemplo si quien es asaltado elige la bolsa y pierde la vida. Esto ocurre porque esa pretensión de lograr el Ser absoluto es una pretensión vana, podríamos decir quimérica, tan ideal que es imposible, de manera que si elegimos aquello que no existe no nos quedaremos con nada, perderemos todo. Por pretender obtenerlo todo, nos quedamos sin nada.

Por el contrario, si elegimos quedarnos con el pensamiento, como el asaltado que elige conservar la vida, esto ocurrirá con una pérdida inevitable, la cual está ubicada en la parte que el sentido tiene en común con el ser y que Lacan llama el sin-sentido.

 

“Si escogemos el ser, el sujeto desaparece, se nos escapa, cae en el sin-sentido; si escogemos el sentido, éste solo subsiste cercenado de esa porción del sin-sentido que, hablando estrictamente, constituye, en la realización del sujeto, el inconsiente”.[1]

 

Entonces tenemos tres partes del gráfico, tres elementos que tenemos que aclarar.

Por un lado, tenemos al sujeto, que en este planteo Lacan ubica como otra forma de escribir el ser. Esto puede resultar muy confuso, porque en muchas ocasiones Lacan hace exactamente todo lo contrario y ubica al sujeto como lo opuesto al ser.

Tratemos de explicarlo.

Muchas veces Lacan habla del ser como algo completo, como si existiera algo que nos definiera a cada uno de nosotros y nos diera esa identidad absoluta como individuos totalmente autoconcientes. Ese Ser, lo escribo con mayúsculas para resaltarlo y diferenciarlo, es una vana pretensión del registro de lo imaginario, donde todo busca consistir y ser perfecto, sin fallas, ni dudas. Es a ese Ser que el sujeto del inconsciente se opone, ya que el $ implica una falla estructural en su propia barradura, de manera que el planteo de un sujeto como lo entiende el psicoanálisis se opone a un Ser absoluto al cual nada le falta.

Pero ocurre que, en este momento, Lacan no está refiriéndose al Ser, completo y absoluto, sino que se está refiriendo a otra forma del ser, este con minúscula, el cual solo puede estar del lado del sujeto, ya que en el sujeto del inconsciente se juega algo de la existencia del ser humano, aunque, por supuesto, esto se produzca de una manera muy distinta de como ocurre en los animales.

El ser de lo humano, lo que los seres humanos somos, no lo vamos a poder encontrar en el campo del sentido, ya que es imposible que un $ de cuenta de su existencia con argumentos y palabras, las cuales nunca podrían definir el ser presente en un humano y, por lo tanto, solo puede aparecer en el campo del sujeto.

El segundo elemento que aparece en el gráfico es el Otro, que Lacan ubica acá del lado del sentido. Esto también es completamente desconcertante, ya que el Otro es el tesoro de los significantes, lugar eminentemente simbólico, regido por las leyes de la metáfora y la metonimia, y al cual ya desde mucho antes del seminario 11 Lacan ya escribía con el matema Ⱥ, porque está habitado por una falta. Pero Lacan va y lo pone junto al sentido, que pertenece por completo a lo imaginario, donde todo está siempre completo y nada falta, donde todo tiene sentido y se entiende, donde el “sentido común” puede explicarlo todo.

Claramente Lacan muchas veces es desconcertante.

Ocurre que es cierto que el sentido solo aparece como efecto de la concatenación significante, cada combinación significante arrojará un sentido, el cual nunca será único y objetivo, sino que deberá ser interpretado por algún sujeto, siendo que distintos sujetos podrán hacer distintas interpretaciones de lo mismo y, por lo tanto, los sentidos que se le den a algo pueden ser infinitos e impredecibles. Por lo tanto, es imposible hablar de sentido sin incluir también al Otro.

Y entre ellos hay un tercer elemento, que en el gráfico aparece nombrado como el sin-sentido y que Lacan ubica como el lugar del inconsciente. El punto donde el sentido, que todo lo explica, se encuentra con este sujeto barrado es donde aparecen las manifestaciones del inconsciente, como podemos ejemplificar con un acto fallido, donde se produce una fractura del discurso del sentido y emerge el sujeto con una producción que no se comprende, que no tiene sentido y sin embargo existió, tuvo su ser.

Y respecto de esto Lacan dice que hay una elección que implica una pérdida, ya que si elegimos el lado del sentido nos quedamos solamente con el sentido, se pierde el sujeto del inconsciente, se pierden las manifestaciones del inconsciente, es decir que se pierde el inconsciente mismo. Esto sería algo así como una representación que no puedo calificar de otra manera que no sea diciendo que es exclusivamente mítica, donde habría un ser humano que no tuviera inconsciente, que no experimentara formaciones del inconsciente (sueños, síntomas, olvidos, lapsus) y que estuviera pura y exclusivamente en el campo del sentido, de manera que todo lo pudiera explicar sin que hubiera jamás ninguna laguna en ninguna de sus argumentaciones, siempre tuviera una respuesta para todo, nunca dudara, no se le presentara jamás ninguna contradicción que le costara resolver, etcétera.

Por el otro lado, si se elige el ser, se pierde todo sentido, solo queda la división subjetiva despojada de todo sentido.

Sea como sea, la alienación implica una pérdida estructural.

Respecto de esta elección, no se trata de algo que el sujeto haga a propósito, por lo que Lacan dice:

 

“La elección solo consiste en saber si uno se propone conservar una de las partes, ya que la otra desaparece de todas formas”.[2]

 

Es decir que cuando Lacan habla de que hay una elección, no se refiere a que realmente el sujeto se plantee una decisión en la cual debe optar entre dos elementos, según cuál le guste más, sino que se refiere al hecho de que se produce una situación en la cual cualquier camino llevará a una pérdida irremediable.

Y esto lleva a Lacan a vincular la operación de alienación con la función del analista, ya que la interpretación tiene un rol que apunta justamente al sujeto del inconsciente, no a algo que tenga que ver con un juego del sentido, del pensamiento, lugar donde el analista se perdería en explicaciones y justificaciones yoicas dadas por el paciente. La interpretación tiene que apuntar a la división subjetiva donde, lejos de aparecer un relato coherente y bien formado, se busca que aparezca una pregunta que nunca había sido hecha antes, que dirija el camino del análisis a poner la luz sobre puntos que siempre se pasaron por alto, puntos que el yo ignoró debido a su función fundamental de desconocimiento del sujeto y sus vicisitudes, para lograr una ilusión en la cual todo puede ser claramente explicado.

 

“El objetivo de la interpretación no es tanto el sentido, sino la reducción de los significantes a su sin-sentido para así encontrar los determinantes de toda la conducta del sujeto”.[3]

 

Esta pérdida del inconsciente es lo que Lacan denomina la afanisis del sujeto, es decir su desaparición, ya que de ninguna manera puede pensarse el sujeto del inconsciente si solo podemos quedarnos con el campo del sentido y el pensamiento, elementos exclusivamente ubicables en el registro imaginario, es decir que no podemos pensar el sujeto del inconsciente si el mismísimo inconsciente está perdido.

Es decir que si se elige el ser se pierde todo sentido, de manera que el sujeto queda ubicado únicamente en un lugar donde su ser no podrá unirse jamás a ningún sentido y por lo tanto será siempre pura división. Pero si se elige el sentido se pierde el inconsciente, de manera que tampoco será posible ubicar allí un sujeto del cual se pueda decir algo, ya que ese sujeto estará desaparecido.

Esto se ve nombrado por Lacan cuando dice:

 

“Si se le capta cuando nace en el campo del Otro, lo característico del sujeto del inconsciente es que está, bajo el significante que desarrolla sus redes, sus encadenamientos y su historia, en un lugar indeterminado”.[4]

 

 Ese lugar “indeterminado” es donde la alienación deja al sujeto por su división subjetiva.

Por lo tanto, el encuentro con el campo del Otro, más precisamente con los significantes del Otro implica una elección en la que el sujeto sufre una pérdida inevitable, se trata de una pérdida de su ser, la cual es estructural y dejará al sujeto en una situación de afanisis, de la cual solo podrá rescatarlo la operación que cierra el círculo, es decir la separación. Esta afanisis es una nadificación del sujeto, es decir que el sujeto queda desaparecido, siendo nada.

Por último, considero importante aclarar que la alienación no es algo que se pueda pensar como ocurriendo en un tiempo mítico previo a la aparición del sujeto y que deja de tener efectos en el tiempo de vida de una persona, ya que todo sujeto está inevitablemente alienado a los significantes del Otro durante toda su vida, siempre estará dividido en su ser, nunca podrá dejar atrás la castración estructural que le impide ser uno consigo mismo, completo y sin ninguna falta en su ser, por lo que la presencia de la alienación se encuentra cada vez que se produce la irrupción del sujeto, en cada una de las llamadas formaciones del inconsciente, ya que ahí se hace evidente la falta en ser del humano, su captura entre dos significantes, su imposibilidad de actuar siempre guiado por su voluntad conciente y, en definitiva, su división subjetiva.

En definitiva, lo que Lacan entiende por alienación no tiene nada que ver con que alguien obedezca siempre los dichos del padre o de la madre, sino que tiene que ver con el hecho de que el sujeto, por estar alienado a los significantes del Otro, queda barrado y por lo tanto pierde el Ser, deja de existir como una entidad completa y cuya definición e identidad son posibles, el sujeto queda desaparecido, en un estado de afanisis.

La única forma de que se produzca un rescate de esta situación donde el sujeto quedaría atrapado en una nada indeterminada es la operación de la separación.


Bibliografía


[1] Lacan, J. “El seminario…” Pág. 219

[2] Idem.

[3] Idem.

[4] Idem, pág. 216.

jueves, 21 de abril de 2022

2° Video de "Alienación y separación". La alienación (1° parte).

Este es el segundo video de la serie dedicada a la alinación y la separación, primero en el cual abordo el concepto de alienación al que le voy a dedicar 3 videos.

Los invito a compartir el principio de lo que dice Lacan acerca de esta operación, que él ubica como la primera de las dos que causan al sujeto.

 

Para ir al video solo tienen que hacer click en la siguiente imagen:




 

Para quienes prefieren el texto escrito, también lo comparto:


Alienación.

 Habitualmente se escucha que los analistas hablan de la alienación como si se tratara de una alienación al Otro, pero esto se puede entender de varias maneras y algunas no son correctas, como ocurre cuando ese Otro aparece encarnado en alguien, pongamos por ejemplo la madre, y se dice como ejemplos de la alienación algo así como que el niño está demasiado pegado a su madre, o que el adolescente siempre repite lo que la madre le dijo y cosas por el estilo.

Esto es una forma equivocada de entender la alienación, la cual parte de la noción de que la alienación es al Otro.

Entonces, si bien hay una función que cumple el Otro en la alienación, no tenemos que pensar en que se trata de un Otro encarnado en nadie, sino de que el Otro opera como el tesoro de los significantes, es decir que actúa como el lugar lógico donde se encuentran todos los significantes.

Y esto ocurre porque es del encuentro con el campo del Otro como tesoro de los significantes que se produce la aparición del sujeto tal como la conocemos, es por la relación con los significantes que puede hablarse de un sujeto.

Seguramente esto recuerda a la frase que define al sujeto en la teoría lacaniana, la cual dice que un sujeto es lo que representa a un significante para otro significante, ya que solamente en el intervalo significante es que puede alojarse un sujeto, es decir que el sujeto solo puede ubicarse entre dos significantes.

Como ejemplo de eso es que podemos decir que un acto fallido del lenguaje, decir una palabra cuando se quería decir otra, muestra el efecto sujeto sostenido entre el significante que quería ser dicho y el que efectivamente fue pronunciado. Cuando hay un fallido, como también cuando hay un olvido, un chiste, un sueño o un síntoma, es que aparece el sujeto del inconsciente.

El mecanismo de la alienación tiene que ver con este encuentro con los significantes, alojados en el Otro del lenguaje, que llevan a la división subjetiva, lo cual implica una pérdida que debe ser explicada, pero que nos lleva a decir que la alienación es a los significantes del Otro, por lo tanto no es equivocado decir que en cierta manera existe una alienación al Otro, pero siempre teniendo en cuenta que es un Otro no encarnado en nada ni nadie, sino que es el Otro como sede lógica de los significantes.

En dicho encuentro con los significantes, el sujeto queda capturado por el lenguaje y, por lo tanto, se produce su barradura, el sujeto ha quedado barrado. A partir de eso podrá hablar y en dichas manifestaciones del lenguaje aparecerá el efecto sujeto.

Esta función del Otro como lugar de los significantes es la única participación del Otro en la alienación, ya que la verdadera alienación tiene que ver con el resultado del encuentro con los significantes, es decir la división subjetiva. Esto algunas veces se lleva, a mi juicio, al extremo y nos lleva a leer o escuchar que la alienación es del sujeto consigo mismo, sin ninguna participación del Otro, porque solo remite a la barradura del sujeto. Por mi parte considero que no hay alienación sin que los significantes produzcan su efecto fundamental, y al estar presentes los significantes también lo está el Otro del lenguaje, por lo tanto, considero que es incorrecto decir que la alienación, que es a los significantes del Otro, se produce sin ninguna participación de este Otro.

Respecto de esto hay una frase en “Posición del inconsciente”, que puede confundirnos, ya que Lacan dice acerca de la alienación:

 

“No es pues que esta operación tome su punto de partida en el Otro lo que hace que se la califique de alienación.”[1]

 

Esto puede llevarnos a pensar que en la alienación no hay participación del Otro, que el Otro no tiene nada que ver con la alienación, pero considero que esto sería un error, porque lo que Lacan está diciendo es que la alienación sí toma su punto de partida en el Otro, sí implica necesariamente la participación del Otro, pero que el carácter fundamental de esta operación no está dado por esto, sino que hay que buscarlo en otro lado.

Creo que estas palabras de Lacan están fundamentalmente dirigidas a presentar una forma de entender la alienación muy distinta de como se la venía entendiendo hasta ese momento, especialmente en el campo de la filosofía, pero eso lo retomaré más adelante.

A diferencia de cualquier otro autor, Lacan define la alienación de la siguiente manera:

 

“La alienación reside en la división del sujeto que acabamos de designar en su causa”.[2]

 

Esta definición es fundamental, porque todo lo que digamos acerca de la alienación tiene que tener siempre presente que de lo que se trata, de principio a fin, es la división del sujeto, la barradura del sujeto, $, sujeto dividido en su ser, el cual porta una pérdida estructural.

Lacan establece que la lógica que rige en la alienación es la de la reunión, la cual es una operación matemática que muestra una forma de articular conjuntos y que actúa dejando un solo elemento cuando hay dos o más elementos idénticos, es decir que si en el conjunto A tengo los elementos 1, 2 y 3, mientras que en el conjunto B tengo 3, 4 y 5, entonces utilizando la lógica de la reunión voy a tener los elementos 1, 2, 3, 4 y 5, ya que al aparecer repetido el elemento 3 solo conservo uno de ellos y el otro se elimina.

Esto es diferente a la lógica de la sumatoria, en la cual ambos elementos número 3 aparecerían presentes y el resultado que obtendría sería: 1, 2, 3, 3, 4 y 5, de manera que a través de la reunión obtengo cinco elementos y a través de la sumatoria, tengo seis elementos.

Lo interesante de la lógica de la reunión, que opera en la alienación, es que lleva implícita una pérdida, a través de este procedimiento siempre hay una pérdida posible que está contemplada en el planteo lógico y la existencia de la pérdida plantea la existencia de una forma muy curiosa de lo que Lacan llama el “vel”, el cual se entiende en castellano como la forma en la que utilizamos la letra “o” cuando se plantean posibilidades.

Aplicando esto al gráfico de la forma correcta del losange, tenemos que decir que ambas flechas, tanto la superior de la separación, como la inferior que corresponde a la alienación, son dos formas distintas de escribir el vel, de manera que el losange muestra la articulación circular de dos vel.

En principio Lacan nos explica que existen dos tipos de vel, uno de los cuales es exclusivo y el otro es inclusivo; el vel exclusivo es el que nos lleva a elegir una opción descartando las demás, ya que se excluyen mutuamente y no hay posibilidad de elegir ambas, como por ejemplo cuando alguien dice que el sábado a las diez de la noche puede ir al cine o (función de vel exclusivo) al teatro. Es obvio que nadie puede ir a dos lugares al mismo tiempo, por lo tanto, tiene que elegir si prefiere ir al cine o ir al teatro, ya que el planteo también impide ir primero a uno y después al otro, puesto que se debe hacer a cierto horario específico. En este ejemplo, la decisión implica que uno se elige y el otro se pierde definitivamente, ya que aún cuando puede elegir ir al cine y al otro día ir al teatro, la visita al teatro ya no cumplirá con el requisito de realizarse ese sábado a las diez.

A diferencia de esto, el vel inclusivo muestra otra forma de utilizar el “o”, la cual no lleva a la inmediata pérdida irremediable de uno de los elementos, sino que ambos forman parte de lo pedido, como si dijéramos que para un trabajo es requisito indispensable saber hablar inglés o (función de vel inclusivo) francés. En este caso cualquiera de las dos posibilidades hace que el candidato cumpla con los requisitos para presentarse a la entrevista, ya que tanto si habla inglés como si habla francés entra dentro de la categoría que se está buscando para ese trabajo.

Pero a estas dos formas del vel Lacan las rechaza como posibilidades para abordar la alienación, ya que para esta operación reserva otro tipo de vel, el cual presenta otras características y al cual ejemplifica con la frase de: “la bolsa o la vida”.

Imaginemos que alguien se encuentra en la calle con un ladrón que le apunta con un arma y le dice que le entregue la bolsa, es decir algo que el otro quiere robar, como podríamos decir la billetera, la cartera, etcétera.

Lo que ocurre es que hay que elegir y cada elección tendrá su pérdida, ya que si elegimos quedarnos con la bolsa es fácil imaginar que el ladrón no se irá del lugar sintiéndose vencido, sino que nos matará de un disparo y nos quitará la bolsa de nuestras manos que ya no pueden aferrar ese tesoro por el cual se dio la vida; por el contrario, si elegimos conservar la vida tendremos que entregar la bolsa, con lo cual podremos conservar uno de los dos elementos sobre los cuales tuvimos que elegir, ya que seguiremos vivos, pero habiendo perdido algo, ya que tuvimos que renunciar a nuestra posesión material para poder conservar la vida.

Exactamente la misma lógica ubica Lacan en el proceso de la alienación, en el cual el encuentro con los significantes del Otro produce una pérdida, ya que en psicoanálisis no se toma al sujeto como algo completo, sino que el sujeto siempre está dividido por efecto del significante y esa división subjetiva implica que hay algo de sí que está irremediablemente perdido.

Esto perdido por estructura, es decir que está perdido para todo sujeto, es lo que se conoce como el Ser, como algo completo.

Es por eso que Lacan dice:

 

“La alienación consiste en ese vel que condena (…) al sujeto a solo aparecer en esa división que he articulado lo suficiente…”[3]

 

El sujeto, por el efecto de la alienación, solo puede presentarse dividido, es decir portando una pérdida.


Bibliografía:

[1] Lacan, J. Idem, pág. 799.

[2] Lacan, J. Idem, pág. 800.

[3] Lacan, J. “El seminario…” Pág. 218.