martes, 20 de abril de 2021

Nadie tiene el monopolio de la angustia.


Les presento nuevamente un texto de la lic. Flora Fainkuchen, el cual fue publicado originalmente en http://www.pensarelpsicoanalisis.com.ar 

Los invito a pasar a la página para descubrirla y poder leer otros artículos escritos por mí y por colegas.


Lacan decía que la angustia es lo que no engaña.

La angustia cuando se hace presente irrumpe de forma abrupta. No hay lugar para su omisión. La angustia es ese afecto que no engaña. Así lo definió Jacques Lacan.

Hay que distinguir la angustia del miedo. El miedo es siempre ante un objeto, ante una realidad concreta. Se tiene miedo ante algo que representa un peligro para quien lo experimenta, cuando hay miedo se conoce qué lo produce en la realidad.

La angustia, “es ante nada”. Se ignora el objeto o la realidad que produce la angustia. Muchas personas podrían afirmar que sí saben, tienen identificada una situación que les hace sentir ese afecto: tensión corporal, sudoración, agitación cardíaca y respiratoria, o apenas un leve temblor en alguna parte de su cuerpo. Es bastante probable que tengan identificado lo que les produce, entonces, es miedo, pero no angustia.

La angustia forma parte de nuestra vida. Es un afecto que aparece en las coyunturas importantes de nuestra existencia. ¿Qué elegir?, Cuáles serán las consecuencias de esa elección?  ¿Qué efectos tendrá mi decisión? ¿Cómo sobrevivir sin entrada económica? No sabemos de forma anticipada las consecuencias de nuestras acciones y decisiones; ese desconocimiento puede llegar a producir una cantidad de angustia significativa. Sólo el tiempo podrá ir mostrando algunas de esas consecuencias y tendremos que hacernos cargo de esa decisión aun cuando no deseemos sus resultados. Esa inevitable condición puede llegar a tomar cuerpo en algunas personas sumergiéndolas en una situación vital realmente insoportable. 

La angustia viene esencialmente a dar testimonio de una presencia, la sensación de “algo” excesivo.

De ahí la formulación de que la angustia surge toda vez que “falta la falta”, que Lacan desarrolla a la luz del ensayo de Freud sobre “lo siniestro”: es el instante, en el que lo familiar se transforma en ajeno, o en el que lo más exterior se revela como lo más íntimo.

¿Miedo al contagio? ¿Miedo a salir? ¿Denuncias? ¿Mentiras? ¿Faltas de insumos?

¿Encierro? ¿Confinamiento? ¿Falta de certezas? ¿Futuro incierto? ¿Adultos mayores encerrados y sin contactos? ¿Falta de confianza en la gente? Y más y más y más. No es sólo lo económico.

También Lacan sostiene que la angustia “no es sin objeto”. Pero ahora se trata de otra clase de objeto, de “algo” imposible de representar, de nombrar o de ver, algo del cuerpo que resiste a toda simbolización y que eventualmente irrumpe en el mundo dejando al sujeto desamparado. Lacan lo bautiza “objeto pequeño a”, y agrega que su única traducción subjetiva es nada menos que la angustia.

¿Podríamos nombrar al coronavirus, como una especie de objeto pequeño a? Parece que nos deja desamparados, angustiados, ¿sin certezas del final de esta cuarentena? O más desamparados cuando no se atiende a la salud mental, restándole importancia.

De ahí la importancia del trabajo de los terapeutas para acrecentar la escucha a los pacientes y lograr así poner en marcha los recursos que cada uno trae para sobrellevar esta cuarentena.

Recientemente, una paciente en tratamiento por una angustia “inmotivada” comentaba, después de varios meses en terapia, que la palabra es la mejor vía para tramitar la angustia, tal como pudo identificar esta paciente, la angustia es una oportunidad para interrogarse acerca de nuestra propia vida. La angustia es una señal de peligro. La angustia es ese afecto que no engaña y por ello no se deja disolver sin que se atienda su causa.

Sin embargo, hay que aceptar que todos estamos afectados por esta cotidianidad. Hay mucho perdido, hay pérdidas para todos, con tantos aspectos como sujetos hay.

Algunos tienen una especie de optimismo renegatorio que nunca es sin consecuencias.

Hoy tras tantos días de cuarentena y de incertidumbre podemos decir que tenemos una pandemia de angustia. Tan singular y personal. ¿Quién puede arrogarse el poder de clasificar a las angustias como más o menos importantes?

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