jueves, 31 de marzo de 2022

Táctica, estrategia y política en psicoanálisis

           


        Agradezco nuevamente la participación de la lic. Natalia Demonte, con este texto acerca de situaciones que se producen en la clínica psicoanalítica. 

        Lacan, en ¨ Dirección de la cura y principios de su poder¨, hace una comparación entre la dirección de la cura y lo que atañe a la táctica, estrategia y política en situación de guerra. Se propone de este modo repensar la técnica analítica, con relación a su cuestionamiento a la tendencia a la reeducación emocional del paciente para aprender a domesticar al yo y sus síntomas. Tendencia de los post freudianos donde el saber lo traía el analista en una posición enfatuada, en dirección a una posición terapéutica de eliminar al síntoma.

Tomando como analogía las situaciones de guerra Lacan se pregunta:

A nivel de la táctica el analista se pregunta ¿Q hago?

¿A nivel de los medios para llegar a dónde?

En la táctica Lacan ubica el concepto de interpretación, y enfatiza que el analista es ¨único amo en su barco¨.  Continúa puntuando que esa máxima libertad es relativa, ya que enfatiza que ser el único amo como analista no significa ser el amo del lenguaje, porque el efecto de toda interpretación sólo se mide por los efectos a posteriori. La interpretación está del lado de la técnica analítica y el analista paga con palabras, que de acuerdo a los efectos que produjo en el analizante se podrá vislumbrar si cobraron estatuto de intervención o no.

Lacan pone énfasis en no confundir la interpretación como una posición de un saber del analista para enseñar o explicar, de esa manera sería una práctica de adoctrinamiento y comprensión imaginaria, donde se deja pasar la interpretación y la letra que trae el paciente.

Por el contrario, el analista escucha y lee, decide dónde poner el punto ¨elige escuchar esto o lo otro¨. Al poner el punto los efectos de retroacción en el interlocutor deciden la interpretación. Podemos decir que es un S 1 al que el analizante le agrega un S 2, un plus. Es el inconsciente del analista el interpretado por el analizante.

El analista también hace corte, es lo tajante respecto al bla bla bla, a la significación fálica del paciente, acotar el sentido, dar el corte, interrumpir la cadena significante y procurar la división subjetiva.

Con respecto al corte en las sesiones también Lacan apunta a lo singular en contraposición a la cronología exacta de los 50 minutos: el corte desempeña un papel de escansión, que tiene valor de intervención donde se va transmitiendo una lógica.

En cuanto a la estrategia, Lacan compara el arte de dirigir las operaciones militares, en la coordinación general de una guerra. La táctica tiene que reinsertarse en el marco de una estrategia. Sería la pregunta ¿Cómo hago eso que hago? Acá Lacan ubica el concepto de transferencia. Podemos vislumbrar que el analista en este punto también paga con su persona. Amo de mi barco, pero mi libertad se encuentra alienada, depende de lo que el fantasma del analizante me transfiere. Por lo cual el analista debe maniobrar, pero nunca decidir ¨el desdoblamiento que sufre mi persona¨

Podemos pensar que este menor grado de libertad condiciona el lado de libertad de interpretación, ya que la interpretación es en transferencia. La transferencia impone otra temporalidad que nos va a ir guiando.

n cuanto a la política, (derivado de polis), podemos pensarla como la autoridad que interviene para conducir gente.

Lacan toma la política como lo que conduce, condiciona la táctica y estrategia. Estaríamos en el nivel de los fines. Surge la pregunta ¿Cómo inventar un medio de acción cuando la situación es cada vez diferente? La política atañe el nivel de la ética. La premisa del caso por caso, respetando y conduciendo sin perder nunca el eje en la singularidad de cada sujeto.   El analista paga en este nivel con su juicio más íntimo. Es aquí con el que el analista se tiene que ver con su deseo, es decir su falta en ser. Se pone en juego el deseo del analista, en cuanto al deseo de una posición, de una determinada función, en un discurso que siga la lógica del psicoanálisis, donde el saber es un saber inconsciente que trae el paciente y el sujeto es una posición a producir, un efecto del lenguaje.

Como bien sabemos toda época tiene efectos en la subjetividad de las personas y deja sus huellas.

En nuestra época actual del auge capitalista, predomina ¨el tapar las faltas con objetos gadgets¨ y el¨ Todo es ya ¨, se tiene que ser ¨productivo para ser exitoso¨.

Hay una caída de los modos tradicionales de regulación del goce, y a su vez un sin número de ofertas con promesas para el ¨bienestar¨ a corto plazo de los padecimientos subjetivos que van en la misma lógica.  Podemos vislumbrar desde el exceso de cantidad de variedad de psicofármacos que tienden cada vez más a ponerse en juego en diversos tratamientos, hasta diversas disciplinas actuales que van surgiendo ¨para enseñarles a las personas a que aprendan a dominar y lograr quitar los síntomas que padecen¨.

Se escucha cada vez más nuevos fenómenos clínicos de urgencia con ataques de pánico, adicciones, ansiedad, depresión, y una demanda terapéutica a la cura de los síntomas, demandas de respuestas, de duración de tratamiento, de explicación y terapéutica del síntoma.

Se vienen nuevos desafíos para el psicoanálisis. Donde nos tenemos que reinventar, pero sin dejar de lado nuestra política de trabajo. Donde se trabaja con el síntoma, no se lo tapa. El síntoma tiene su recorrido, su trayecto, y una singular forma de relación con el goce que lleva tiempo escuchar. Tiempo del inconsciente, tiempo subjetivo y ante todo singular.

El deseo del analista opera vía la interpretación, para la reducción de dicho goce del síntoma y poder encausarse por las vías del deseo. De lo que se trata precisamente es de no curarlo, sino de poder, en un recorrido, anudar la pulsión por esas vías. Ir transformando ese goce parasitario a un recorrido por los goces de la vida.  Ese saber hacer con el síntoma implica al deseo del analista.

viernes, 25 de marzo de 2022

Video acerca de "Dificultades acerca de la alienación y la separación".

            Les presento el primer video de una serie acerca de la alienación y la separación. En esta oportunidad revisaremos algunas cuestiones complicadas que nos permitirán estar mejor preparados para entender a qué se refería Lacan con estos conceptos.

            El video se puede ver haciendo click en la siguiente imagen:



       Para quienes prefieren leer, acá publico un artículo que no coincide exactamente con el texto del video y tal vez sirva para completar lo filmado.

 

  

Alienación y separación.

 

Consideraciones iniciales.

 

La alienación y la separación son las dos operaciones que dan por resultado la causación del sujeto, es decir que si suponemos que la persona que tenemos enfrente como paciente es alguien en quien se puede ubicar un sujeto del inconsciente, es porque las operaciones de alienación y de separación tienen que haber actuado.

En palabras de Lacan, antes de dedicarse a comentar ambas:

 

“Por eso hoy quiero poner el acento en las operaciones de realización del sujeto en su dependencia significante respecto del Otro”.[1]

 

Ya abordaremos cómo influye el significante, que proviene del Otro, en esta dinámica.

En este planteo, la alienación es la primera y la separación es la operación segunda, es la que cierra el ciclo y le da al sujeto la forma y las características que se le reconocen cuando se habla de él en psicoanálisis, es decir que para comprender cómo se forma el sujeto del inconsciente tenemos que pasar por el abordaje de estas dos operaciones.

Se trata de operaciones lógico-matemáticas, por lo que no pueden ser pensadas según un orden cronológico en el desarrollo de una persona, esto significa que no podemos decir que la alienación ocurre a los tantos años de vida y la separación se produce cierto tiempo después, sino que deben ser tomadas juntas, una y otra unidas por un proceso y no pudiendo ocurrir la una sin la otra, siendo que ambas operaciones dan por resultado al sujeto.

Que sean dos operaciones lógicas no quita que haya una temporalidad, pero esta temporalidad es lógica y no cronológica, es decir que una de ellas se produce antes que la otra, ya que la alienación se produce antes que la separación, pero eso no significa que se puedan ubicar ambas en ninguna fecha concreta o época del almanaque.

Esto también sirve para oponernos a esa idea que muchas veces se escucha, lamentablemente, en la cual se dice que un paciente está atrapado en la alienación y que todavía no se produjo la separación, lo cual es un absurdo, ya que la lógica que tenemos que utilizar para entender estas operaciones es otra e incluye a ambas operaciones juntas.

Pongo dos ejemplos para ilustrar la idea de que se trata de tiempos lógicos y no cronológicos.

El primer ejemplo es el que usamos para pensar el par significante S1 y S2.

Sabemos que no existe el significante que actúe por su cuenta, sino que solamente podemos hablar de significantes si tenemos el par significante, ambos significantes unidos ya sea por la metáfora o por la metonimia.

Entonces es imposible decir que ambos significantes se pueden encontrar en tiempos cronológicos, como si dijéramos que en un momento aparece el S1, pongamos por ejemplo el relato de un sueño, y varios minutos después aparece el S2, que podrían ser las asociaciones acerca de uno de los elementos de ese sueño.

Esto es incorrecto, porque no se trata del plano cronológico, ya que solamente podemos hablar del par significante en el momento en que nuestro paciente hace una asociación entre uno de los elementos del sueño y alguna idea o palabra, es recién en ese momento en que podemos decir que tenemos S1 y S2, pero ambos aparecen al mismo tiempo.

Podemos decir que nacen juntos, mientras que si nos ubicamos en el tiempo cronológico solo podemos decir que antes de dicha asociación solamente había palabras, relatos, recuerdos y otras cosas, pero jamás significantes.

Se utiliza la escritura de los números 1 y 2 para acompañar la “S” que representa al significante para mostrar que se trata de dos significantes distintos, pero eso no quiere poner en evidencia ninguna jerarquía, ni que uno viene cronológicamente antes que el otro.

O tenemos dos significantes o no tenemos ninguno.

El segundo ejemplo, tal vez mucho más claro, es el que se da entre la madre y el hijo. Por supuesto que cronológicamente sabemos que la mamá tiene que existir antes que nazca el hijo, es una obligatoriedad imposible de evitar, pero antes de que nazca su hijo no hay una madre, solo una mujer; solamente podemos hablar de una madre si hay un hijo y solamente podemos hablar de un hijo si hay una madre, pero ambos adquieren el título de “madre” e “hijo” al mismo tiempo. Aún cuando la mujer tenga hijos previos, solo será madre de su nuevo hijo cuando ese hijo aparezca.

De manera que cronológicamente podemos tener palabras y mujeres en un tiempo previo, pero para hablar de significantes y de madres tenemos que tener el otro elemento ligado, siendo que estos pares solo pueden existir juntos y aparecidos en el mismo momento.

La misma lógica debemos aplicar a la alienación y la separación, solo podemos pensarlas juntas, no separadas, y como tiempos lógicos, no cronológicos.

La dinámica que describe Lacan para las operaciones de alienación y separación es la siguiente:

 

“Operaciones que se ordenan en una relación circular, pero no por ello recíproca”.[2]

 

Que la relación entre ellas sea circular significa que hay un ida y vuelta entre ellas, que una y la otra están vinculadas en un proceso que tiene un resultado, es decir que ambas actúan para que se obtenga un efecto, siendo que este resultado es lo que llamamos el sujeto.

Pero no se trata de que lo que ocurra en una sea lo mismo que lo que ocurre en la otra, no se trata de una simetría entre ellas, donde una es algo así como el espejo de la otra. Ambas están incluidas en un proceso común, producir un sujeto y por eso Lacan dice que la separación cierra el círculo que se inició con la alienación, pero la falta de reciprocidad, la no existencia de una simetría entre ellas, significa que son dos procesos distintos, los cuales tienen sus características específicas y realizan una función diferenciada la una de la otra.

El sujeto solo adviene cuando ambas han operado.

En ambas operaciones se produce un vínculo entre el sujeto y el Otro, se trata de dos campos articulados, y esta relación entre ellos se expresa en lo que llamamos el losange, que habitualmente se grafica como un rombo, pero que en realidad tiene una forma distinta.

Como podemos ver en la imagen, el grafo del deseo, tal como aparece en el seminario 5, nos muestra al fantasma y a la pulsión expresados a través de sus conocidos matemas, los cuales incluyen un rombo en medio de otros dos elementos.

 


 Poco importa que alguien pueda decir que a la altura del seminario 5 Lacan todavía no había desarrollado sus ideas respecto de la alienación, la separación y el losange como sí lo haría en el seminario 11, por ejemplo, ya que hoy en día estos matemas se siguen escribiendo de la misma manera. Se hace con un rombo porque es mucho más fácil y práctico hacerlo así que en su forma correcta, pero a la hora de hablar de las operaciones de las cuales nos estamos ocupando es importante dedicarle un poco de atención.

La forma correcta del losange es la siguiente:



Es decir que se trata de dos flechas que establecen algo que va de izquierda a derecha en la parte inferior, al mismo tiempo que hay algo que va desde la derecha hacia la izquierda en la parte superior, estableciendo así una circularidad, un ida y vuelta entre esos dos campos, que sabemos que se refieren al sujeto y al Otro.

Lacan nos aclara, poco después de presentar el gráfico del losange, que la flecha de la mitad inferior es la que corresponde con la primera operación, esta es la de la alienación, de manera que por un simple descarte nos queda la flecha superior como la que representa a la separación.



[1] Lacan, J. “El seminario de Jacques Lacan: libro 11”. Buenos Aires, Paidós, 2008. Pág. 214.

[2] Lacan, J. “Posición del inconsciente”. En Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2008. Pág. 798.