lunes, 3 de mayo de 2021

Rechazos del Nombre del Padre.

                                             

Este artículo fue publicado en: www.pensarelpsicoanalisis.com.ar, junto con otros, tanto míos, como de colegas. Los invito a dar una vuelta por la página y conocerla.

    
Este significante puede sufrir distintas suertes en cada sujeto y cada una de ellas tendrá efectos distintos.

Toda la metáfora paterna puede establecerse solamente si el significante del Nombre del Padre está operando desde el inicio, ya que de lo contrario sería completamente imposible.

Es según el tratamiento que reciba este significante primordial lo que dará como resultado la estructura psíquica de una persona, es decir que dependerá de si se inscribe o no este significante, y si lo hace también importará mucho cómo lo haga, para determinar si alguien es neurótico, perverso o psicótico.

Esto sucede porque existen tres formas de rechazo, la más conocida por cualquier analista es la represión, también está la negación y, la más extrema de todas, la forclusión (verwerfung).

La represión consiste en retirar una representación del comercio asociativo con las otras representaciones, como decía Freud en sus primeros escritos. La represión es un mecanismo de defensa del yo que sirve para lidiar con una representación que crea un conflicto ético con el yo del paciente y se vuelve así inconciliable con las ideas yoicas, motivo por el cual la represión produce una separación entre esta representación y el afecto a ella unido, de manera que dicha representación quede fuera de la conciencia y el sujeto no tenga que enfrentarse al conflicto ético al cual ella lo llevaría. Claro que lo que se reprimen son representaciones y no afectos, por lo tanto, el afecto puede asociarse vía un falso enlace a alguna otra representación que sea perfectamente aceptable por el yo y manifestarse en los síntomas. Pero desde el primer momento de su teorización, Freud destacó que aún reprimida, la representación no puede ser eliminada de lo psíquico una vez que se inscribió, por lo cual la represión no significa una destrucción de la representación, sino solamente despojarla del afecto.

La negación implica otro mecanismo de defensa del yo que también sirve a los efectos de evitar un conflicto ético entre el yo y una representación inconciliable, pero de una distinta manera, ya que en lugar de quitar dicha representación de comercio asociativo con las demás y producir ahí una especie de vacío se da el hecho de que la representación puede surgir en la conciencia a condición de hacerlo en forma negada; es decir que aparece dicho elemento conflictivo, pero lo hace en forma de “no digo que sea eso”. El ejemplo clásico que da Freud es el de un paciente que sueña con alguien y no sabe quién es esa persona y dice: “Lo que sé es que no es mi madre”, ante lo cual Freud interpreta que se trata efectivamente de la madre, solo que en lugar de actuar la represión y que el paciente no pueda decir nada acerca de ese personaje de su sueño, actúa la negación y el elemento conflictivo aparece negado. De una u otra forma, el paciente no tiene que enfrentar el hecho de que ese personaje es su madre, ya sea porque hay un agujero en sus asociaciones y no puede decir nada de eso o porque tiene la plena seguridad de que no es esa persona de la cual se trata. En ambos casos se evita la confrontación entre el yo y la representación inaceptable.

La forclusión es algo distinto ya que consiste en el hecho de rechazar por completo lo que busca inscribirse, se trata del impedimento total de que algo ingrese al aparato psíquico, es un mecanismo por el cual no se le permite el acceso a un significante y éste jamás logra formar parte de lo psíquico.

En términos freudianos, no se produce la bejahung, la aceptación al campo de las representaciones, sino que se produce la ausstossung, el rechazo, término que Lacan reemplaza por verwerfung, término freudiano también, para explicar dicha imposibilidad de entrada a lo simbólico.

En este sentido presenta una diferencia radical con las otras dos formas de rechazo, ya que tanto en la represión como en la negación se trata de algo que se inscribió y que ya no puede eliminarse, de manera que hay que utilizar otro mecanismo para combatirlo; muy por el contrario, la forclusión implica que aquello de lo que se trata jamás logró esa inscripción fundamental, la bejahung. De esta manera, lo que cae bajo la forclusión no es algo que plantea problemas a lo psíquico ya que nunca formó parte del aparato psíquico, por decirlo en términos de Freud, es algo que nunca pudo ser simbolizado por el Otro, según Lacan, de manera que no le queda otra opción más que permanecer en el registro de lo real, lo cual está por fuera de lo simbólico.

El intento de reprimir aquellos significantes que presentan inconveniente éticos al yo es lo propio de las neurosis, mientras que tratar el significante del Nombre del Padre como no operando, es decir negarlo, es lo que se relaciona con las perversiones. La forclusión del Nombre del Padre, es decir su imposibilidad de inscribirse en el sujeto, la ausencia de este significante primordial que opera en tanto ley para todo lo simbólico, es la que da por resultado la estructura psicótica.

Es por esto que en la metáfora paterna el significante del Nombre del Padre está presente siempre, porque se trata de algo que actúa para la neurosis, pero no para la psicosis. Justamente en la psicosis no puede hablarse de que haya habido una metáfora paterna porque nunca se contó con el Nombre del Padre ya que este significante está forcluido en esta estructura y por lo tanto no puede operar para ordenar lo que tiene que ver con el Otro.

Lacan compara el significante del Nombre del Padre con una ruta principal y cuando este significante no está presente, no hay ruta principal, el sujeto se ve obligado a recurrir a tratar de suplir este ordenador, recurrir a una serie de caminos secundarios, pero sin duda que los resultados de ir por la ruta principal no son los mismos de ir por diversos caminos secundarios. En la psicosis se presentan intentos de estabilizaciones imaginarias o, después del desencadenamiento de la psicosis, el intento de restitución a través del delirio. Lacan compara también las voces que se escuchan en las alucinaciones con los carteles al costado de los caminos secundarios como palabras que le hablan al sujeto que no cuenta con la carretera principal.

Esta explicación es fundamental para con confundir lo que dice Lacan respecto de la función del Padre, ya que uno podría pensar que esta función empieza actuar en determinado momento del desarrollo de un sujeto, pero sería un error. No caben dudas de que la participación del padre, con minúscula, referido al padre de la realidad, tendrá distintos momentos y en cada uno de ellos tendrá un rol particular, pero la función del Padre, con mayúsculas, por ser el significante del Nombre del Padre, es algo que tiene que suponerse desde el principio lógico del planteo porque es lo que da lugar a que la metáfora pueda llevarse a cabo.

Kafka: el proceso y la culpa de todos.

                                             


Franz Kafka es un autor que sorprende por lo extraño de sus relatos, al menos eso es lo que me produjo a mí el hecho de leer “La metamorfosis” y “El proceso”, las dos únicas obras de él que leí. Es justamente en esta última donde entramos en un mundo en el cual al protagonista, llamado Josef K., le inician un proceso sin mayor información acerca de  por qué se lo enjuicia.
Muchos creen ver en la inicial del apellido del protagonista una clara referencia al propio Kafka, con lo cual ese personaje sería un representante del propio autor y lo que le ocurre daría cuenta de algo que le ocurre a él, pero por el momento no tengo intenciones de hacer nada más con eso que solamente mencionarlo.
Lo más interesante es que cuando se entera del proceso que se le ha iniciado, el señor K (ojo, no confundir con el del historial freudiano de Dora) dice que él no ha hecho nada. Y tiene razón, él no mató a nadie, no robó, no violó ni nada que se le parezca; él, como la mayoría de los ciudadanos (eso creo) no ha cometido ninguno de esos delitos por los cuales la gente es juzgada habitualmente; la gente calificada como “mala”, se entiende.
Lo que también me llamó la atención es que este protagonista no se vuelve loco ante esto, protestando constantemente acerca de por qué le inician un proceso si justamente él no había hecho nada malo, pero me dije a mí mismo que eso era una característica de los personajes de este autor ya que en “La metamorfosis” el hombre que se convierte en bicho tampoco se rompe la cabeza preguntándose por qué le pasó eso o cómo fue que se produjo la transformación. Tiempo después se me ocurrió que tal vez existía una posibilidad distinta para explicar por qué el señor K. no insiste constantemente en preguntarse por qué lo enjuician a él que no hizo nada.
Ocurre que tal vez esa declaración de no haber hecho nada tiene todo que ver con la falla que se le está señalando, no como una sanción por haber hecho lo que no correspondía, sino por no haber hecho lo que correspondía. Me refiero puntualmente a no haberse involucrado en los problemas que afectan a todos y haberse refugiado en su individualidad permitiendo que los otros (¿o debería decir “los Otros”?) hicieran lo que quisieran sin que nadie les pusiera ningún tipo de límites. Porque si algo queda claro es que si leemos el relato según esta consigna no podemos caer en la estupidez absoluta de echarle la culpa al señor K. y decir que todo es su culpa, sino que claramente tenemos que ver al protagonista como un representante no solo de Kafka, sino de todos nosotros, los cuales muchas veces preferimos actuar ocupándonos de nuestras cosas sin meternos en otras cuestiones de las cuales nada queremos saber, pero que indudablemente nos involucran como miembros de la sociedad.
En Argentina hay un dicho muy claro con respecto a esto que consiste en que cuando a uno le preguntan algo sobre lo cual no se quiere tomar posición se responde: “yo… argentino”, que es algo así como decir: “yo me ocupo de lo mío y el resto que se arregle como pueda”. Esa actitud de ocuparse de lo propio dejando de lado todo lo que nos rodea, negándolo voluntariamente y cerrando los ojos para no verlo de ninguna manera, rasgo con el cual la sociedad argentina siempre estuvo identificada, no es algo de lo cual podamos sentirnos orgullosos. Ni mucho menos.
Tiene que ver con todo lo relacionado con el hecho de ver la injusticia en cualquiera de las formas en las que se manifiesta y no hacer nada en contra amparándose en excusas como que eso lo tiene que resolver la policía, los políticos, los jueces, Dios o cualquiera menos yo; se trata de poner la solución al problema en el NO-YO y decir que son otros, no yo, los que deben ocuparse de resolver el problema.
Es la filosofía de Homero J. Simpson, que en un capítulo dice: “¿No puede arreglarlo otro?” y en otro opina, en el mismo sentido: “Todos tienen la culpa menos yo”.
No hay dudas de que a nivel individual puede dar la impresión de que hay muchas cosas que no pueden ser modificadas, pero cuando uno empieza a pensar en el papel de la sociedad toda, en conjunto, en este tipo de cosas se muestra una cara totalmente distinta que habla de una complicidad por inacción, una falla que radica en tolerar esos delitos (y muchas otras cosas más) sin mayor queja que contarle al vecino lo cansado que uno está de la corrupción, por poner algún ejemplo. Este tipo de quejas contra los políticos, la policía, los legisladores, los jueces y demás dan la impresión de que existiera una sociedad muy justa, decente, buena y apegada a la ley que está siendo gobernada y regida por una agrupación nefasta y corrupta, sin jamás tener en cuenta que lo uno es una simple continuación de lo otro y que si uno de estos grupos es de una manera el otro grupo, por necesidad lógica, no puede ser muy distinto. Es ridículo pensar que puede haber un gobierno honesto y puro surgido de una sociedad llena de ladrones, mentirosos y ambiciosos sin escrúpulos; de la misma manera, si vemos que el gobierno es clara e indiscutiblemente corrupto (como ocurre en muchos países, Argentina incluida) eso nos está diciendo mucho acerca de la sociedad de la cual ha surgido, compuesto por  la gente común que se levanta temprano para ir a trabajar, que llega justo a fin de mes (en el mejor de los casos) y que, como el señor K., ni mató, ni robó, ni violó, ni…
Claramente, ciertas cosas que ocurren en distintos países no podrían ocurrir si la gente no tuviera cierto grado de complicidad por no cumplir con cierto deber cívico.
Me acuerdo que un amigo me decía que se había enojado al ver una de las películas del Señor de los Anillos, porque la población de árboles había discutido si se involucraban o no en la guerra y decidieron no hacerlo, pero que cuando vieron que Saruman había talado una enorme cantidad de árboles se enojaron y decidieron luchar. ¿Pero cómo, si no los atacaba a ellos quería decir que lo que Saruman hacía estaba bien? ¿Mientras no los atacara a ellos iban a dejar que Saruman matara a todos los que quisiera? Parece que sí.
También me hace acordar a un texto que se hizo conocido cuando empezó a hablarse del SIDA y la discriminación que sufrían quienes eran portadores, decía algo así: “Primero afectó a los homosexuales, pero como no soy homosexual no me preocupé. Después afectó a los adictos a las drogas, pero como no consumo drogas no me preocupé. Después afectó a los hemofílicos, pero como no soy hemofílico no me preocupé. Ahora me afectó a mí, pero ya es muy tarde”. El hecho de que los árboles hayan dejado que Saruman hiciera lo que quisiera también hizo que muchos de sus compañeros y amigos se vieran afectados y fuera demasiado tarde para ellos. Cada vez que matan a alguien ya es demasiado tarde para esa persona.
Creo que fue Einstein (no estoy seguro) quien dijo: “El mundo no va a ser destruido por quienes hacen el mal, sino por aquellos que se quedan mirando sin hacer nada para evitarlo”.

Pero siempre va a ser más lindo entretenerse con otra cosa, total yo… ¡ARGENTINO!

Robinson Crusoe o el sujeto hegeliano (3º entrega).

                                                   

Esta tercera entrega de Robinson Crusoe en relación a Hegel tiene otro eje que no es exactamente el de la dialéctica del Amo y el Esclavo, pero sin ningún lugar a dudas esta mecánica de dominio, desprecio y sometimiento se puede leer también con enorme claridad.
Ocurre que en cierto momento Robinson (ya no le digo “señor Crusoe”, se me pasó un poco la bronca que me da. Pero con este tema no puedo asegurar que no vuelva) sale de la isla y vuelve a Inglaterra (otra isla, pero con gente e industria, considerada en esa época el centro del mundo) y hace varios viajes. Uno de los lugares que visita es China y se produce un choque muy interesante entre este europeo y la cultura china.
El relato que hace de lo que vio en tierras de oriente es demasiado claro:

“Pero si confronto los pueblos de aquel país, su manera de vivir, su gobierno, su religión y su fastuosidad con lo más notable que se ve en Europa, debo confesar que todo aquello no merece la pena de ser mencionado y aún mucho menos las pomposas descripciones que de allí nos dan ciertos relatos”. (1)

La cosa está más que clara, a Robinson le parece que todo lo que esté por fuera de Europa y la cultura occidental no vale absolutamente nada y ni siquiera vale la pena gastar unos pocos segundos en referirse a ella. Claro, a menos que sea para denigrarla tanto como sea posible y poner bien altos los valores de la vieja Europa, que no son otros que los de propio Robinson.
Es fácil descubrir que no le cuesta mucho hacer esa “confesión” acerca de su opinión respecto de las costumbres chinas.
Dicho esto ensaya una especie de explicación acerca de por qué nos resultan sorprendentes las cosas de aquel país diciendo que la idea de atraso y pobreza que se tiene en Inglaterra respecto de los chinos es tan grande que al ver que no son ni tan pobres ni tan atrasados uno no puede más que llenarse de asombro, pero si uno no tuviera ese prejuicio acerca de la falta de importancia y valor de los chinos no podría sorprenderse por nada, ya que lo que ellos tienen no vale la pena en lo más mínimo.
Es por eso que compara sus edificios con los occidentales, el comercio chino con el de Inglaterra, España y Francia, dice que su población no sería nada en comparación con la europea en términos de riqueza y variedad, al tiempo que compara los puertos chinos, llenos de juncos y pocas embarcaciones, con la flota mercante y escuadra militar inglesa. Termina estas palabras diciendo que hay más comercio en Londres que en toda China y que un solo barco de guerra holandés, inglés o francés puede vencer a toda la flota china.
En relación a esto afirma:

“…una sola línea de soldados alemanes o de gendarmes franceses destruiría a toda la caballería china” (2).

Esto aparece en medio de una gran explicación acerca de cómo los chinos, en palabras de Robinson, no podrían hacer frente a asedios ni combates ni estrategias europeas por la inutilidad de su instrucción, armas y líderes. Esto nos da una idea de que, más allá del comercio y las construcciones, la idea de quién puede destruir al otro en una batalla es una forma muy característica de occidente para ver quién es más desarrollado e importante que el otro.
Me acuerdo que una vez leía un texto donde un explorador europeo llegaba a una tribu y quería explicarles a los nativos las ventajas de la cultura europea, pero chocaba con que los indios le respondían que ellos tenían algo que hacía lo mismo que él les presentaba sin necesidad de tanta tecnología. Finalmente el explorador decía que la única forma de demostrar la superioridad de Europa era matarlos a todos a cañonazos y  uno puede preguntarse, si esa es la única forma de demostrar la superioridad, si realmente son muy superiores.
Volviendo a Robinson, no sorprenderá que termine su párrafo acerca de los orientales diciendo:

“…en el fondo, no son sino ignorantes y viles esclavos, sujetos a un gobierno despótico, proporcional a su genio y a sus inclinaciones”. (3)

Esclavos, ignorantes y viles esclavos… ¿Sería mucho decir que el muchacho estaba obsesionado con el tema? ¿O tal vez no hacía más que evidenciar la cultura occidental que le fue impuesta por su lugar de nacimiento y crianza? Sin duda le había resultado muy gratificante el choque de culturas.
Ah, pero falta una joyita genial, algo de no creer, la cita es sobradamente elocuente:

El orgullo de los chinos era extraordinario. No es posible expresar su petulancia, observada especialmente en los vestidos, en los edificios, en el número de sus criados esclavos y, lo que es aún más ridículo, en el desprecio que aparentan por todas las demás naciones”. (4)

Es fuerte ¿no? Tómense su tiempo para releer la cita, juro que es textual y después de todo lo dicho sigue diciendo exactamente eso.
Lo único que le falta decir es que Europa antes era agrandada y llena de soberbia, ahora es solamente perfecta.
A continuación pasa a describir a un Señor de la región y, pueden imaginarse, que se trata de renglones y renglones de ridiculizaciones y burlas respecto a los vestidos, las costumbres, las formas y todo aquello que pueda describirse de una persona, siempre con el mismo desdén excesivo con el cual dice cada una de las palabras en relación a ellos. Les ahorro las citas, solo transcribo cómo cierra la presentación de aquel Señor:

“Aquella magnífica túnica cubría una chaqueta de tafetán negro, tan grasienta como la de un carnicero, prueba concluyente de que quien la llevaba era un ilustre miserable”. (5)

Por lo menos la túnica era magnífica.
Tampoco nos sorprenderá leer que los más exquisitos manjares de aquellas tierras le habían resultado a este europeo las comidas más pastosas y desagradables que había probado en su vida, con carne pésima que ni siquiera aceptaría un perro inglés a punto de desfallecer de hambre.
Claramente Robinson no es un hombre del siglo XXI, en el cual la comida china está de moda.
Como frutilla del postre, Robinson cuenta que este hombre no hacía ciertas cosas sino que los esclavos las hacían por él y dice que aquel Señor era un idiota que creía rebajarse si hacía las cosas con sus propias manos; después dice que se había cansado de la arrogancia de aquel imbécil.
Debo confesar, sin mucha dificultad, que yo también me cansé de la de Robinson.
En relación a Hegel debo decir que esta soberbia occidental también se encuentra en sus textos, aunque claro que no de la misma forma ni con tanta violencia, pero con el mismo mensaje.
Hegel habla del fin de la historia humana cuando se refiere a su filosofía, esto se refiere a que con sus postulados acerca de la dialéctica como método por el cual la historia se va conformando puede decir que el ser humano logró comprender el mecanismo interno de la historia y llegó a su punto de máximo desarrollo. No significa que no va a continuar, solo que al conocer dicho mecanismo el hombre puede apoderarse de la historia.
Esto es muy revelador y muy fácilmente relacionable con el relato de Robinson Crusoe porque para Hegel la única historia que importa y que marca la línea de todas las historias de todos los pueblos del mundo es, justamente, la historia de Europa. Tanto él como su gran alumno Marx, harán todo un análisis de la historia teniendo en cuenta los parámetros de la historia europea y calificarán a todas las demás culturas según los parámetros de Europa, según los cuales dirán que hay países que están más atrasados y otros más evolucionados en esto de acceder al fin de la historia.
Claramente para ellos, junto con muchos otros que también piensan a Europa como el faro y guía del mundo, la cultura de china y también las de África estaban tan, pero tan atrasadas que no sé si les prestaban atención o las consideraban parte de la historia. Lo que sí es seguro es que no las consideraban parte del mundo importante y las menospreciaban de lo lindo.
Se trata de una soberbia centralista que aniquila las diferencias ya que siempre se va a evaluar al otro dependiendo del hecho de adecuarse o no al modelo establecido por el evaluador y reducir a la nada, como bien expresa Robinson, a todo lo que sea distinto.
Estados Unidos sigue el modelo europeo, así que ninguno de ellos se hubiera sorprendido por que el centro del mundo pase de Europa a EEUU, pero me pregunto qué dirían ahora que China, nada más ni nada menos, se presenta como la próxima súper potencia del mundo por encima de cualquier país occidental y hay muchos que ya en estos días ubican al gigante asiático por encima de todos los demás.



Referencias:

(1)   Defoe, D. “Robinson Crusoe”. Gradifco, 2007. Buenos Aires. Pág. 251
(2)   Idem, pág. 252
(3)   Idem, pág. 253
(4)   Idem. El destacado me pertenece.
(5)   Idem.

Robinson Crusoe o el sujeto hegeliano. 2º Entrega.

                         


Robinson le da ropas europeas a Viernes y él accede contento de obedecer al amo, pero al principio le molesta mucho la ropa y solo a fuerza de insistencia termina acostumbrándose a esta vestimenta que no podía menos que resultarle muy extraño. No solo eso sino que también le enseña a hablar inglés y le inculca la creencia en el  Dios del cristianismo.
A estas alturas ya no queda ningún tipo de dudas, el señor Crusoe (nada de Robinson, este tipo ya me está cayendo mal así que lo trato con distancia y cierto desprecio) aniquila toda posibilidad de subjetividad del pobre Viernes (este nombre lo tomo, el muchacho acepta ser su esclavo y obedecerlo fielmente, así que él acepta ser Viernes y abandonar su antigua vida para adoptar la nueva), destruye todo su pasado, costumbre y cultura al imponerle las del amo, a partir de ese momento Viernes debe vestirse como su amo, hablar como su amo y creer lo mismo que su amo. Es que para la mentalidad europea común, Europa es el mundo y todo lo que importa está ahí, el resto no son más que una banda de salvajes ignorantes a los cuales hay que colonizar, no solo en relación al poder físico sino también al imponerles sus pautas culturales y sociales.
Entonces el señor Crusoe empieza a moldear a su esclavo para que sea a su imagen y semejanza, moldea la pieza de arcilla que tiene enfrente para que pueda convertirse en una persona, en un ser humano, gracias a la voluntad de un amo que utiliza su poder para producir esa transformación.
Cualquier similitud con la omnipotencia divina… es algo que le podemos criticar a este personaje.
Esta omnipotencia divina que el señor Crusoe se adjudica en relación a Viernes es interesante ubicarla también en lo referente a cómo ejerce su poder sobre su esclavo, ya que aprovecha muy bien el conocimiento que tiene sobre la escopeta que maneja, todo lo cual Viernes desconoce completamente. Tengamos en cuenta que a uno de los que mató para liberar al muchacho lo mató con un disparo, lo cual sorprendió mucho a todos los que vieron esto sin haber visto nunca antes una escopeta, motivo por el cual no pudieron comprender de qué manera se había deshecho de aquel hombre. Viernes, único sobreviviente, tuvo tanto miedo de aquel poder letal que

…se puso de rodillas ante mí, me dirigió un largo discurso del que no comprendí sino que me suplicaba que no lo matase”. (1)

Crusoe es conciente de ese temor y lejos de calmarlo diciéndole que eso no iba a ocurrir se preocupa mucho por sostenerlo y por aparecer a los ojos del otro como aquel que tiene el poder para matar sin necesidad de atacar con una espada, lanza o flechas, sino simplemente de una forma incomprensible y a la distancia sin que pueda hacerse nada para evitarlo. Como si de un rayo de Zeus se tratase. Es por eso que aprovecha que Viernes está ocupado haciendo otras cosas para cargar su escopeta sin que esto sea advertido por él, ya que si viera este movimiento podría comprender cómo funciona el arma y ya no le tendría temor. Ese temor, esa reverencia que recibe, ese enaltecimiento de su figura es justamente lo que estaba buscando y este esclavo se ajusta maravillosamente a lo que él pretendía.
Acerca de esto dice:

“Como él no me vio cargar el arma, la miró como una fuente inagotable de destrucción y ruina. Mucho tardó en volver de su asombro, y si yo lo hubiera dejado, creo que se hubiera puesto a adorarnos al fusil y a mí. Durante varios días no se atrevió a tocarlo, pero le hablaba cual si la escopeta fuese capaz de responderle y, según supe luego, lo hacía para suplicarle que no lo matase”. (2)
No solo él sino también el arma aparecían como seres divinos a los ojos del muchacho que no entendía nada de lo que había pasado y tampoco entendía nada de los modos en los cuales era manipulado por alguien que no era superior a él sino que solamente sabía algunas cosas que él desconocía. A sus ojos, el arma también era un ser con voluntad y decisión al cual había que pedirle con súplicas que no actuara en su contra ya que de otra forma no podría evitar su muerte.
Tanto el arma como el amo eran los dueños de su vida y solamente el capricho de éstos decidiría si seguía viviendo o dejaba de hacerlo, víctima de ese poder inimaginable.
El señor Crusoe siguió cargando la escopeta cuando el muchacho no lo miraba.
Pero todo esto va incluso más allá, según me parece, porque nos cuenta que apareció una diferencia entre ellos a la hora de comer, ya que uno comía su carne con sal y el otro no. Si alguno de ustedes juzga este detalle como sin importancia o considera que es algo de muy sencilla solución simplemente dejando que cada uno elija lo que le gusta seguramente se debe a que no estuvo muy atento a todo lo antedicho.
El inglesito (repito, me cae mal) no tiene intenciones de permitir que un salvaje ignorante venga a decirle cómo se come la comida y nos cuenta que le indicó a Viernes que él comía con sal, como muestra de lo que el otro debía hacer:

“…pero no conseguí inducirlo a hacer lo mismo y tardó mucho tiempo en poder acostumbrarse a ello”. (3)

Lo que nos deja claro que el hecho de que no haber conseguido que Viernes lo imite no fue suficiente para que el señor Crusoe dejara de insistir, lejos de eso siguió insistiendo lo suficiente, la historia no lo aclara, hasta que finalmente el muchacho cedió en su negativa frente al peso de la autoridad y accedió a obedecer a su amo. Lo que se observa también es que todo el tiempo se produce un sometimiento en todos los órdenes imaginables según el cual uno se inhibe completamente a favor del otro, quien se adjudica el derecho de decidir acerca de la vida o la muerte del esclavo, sus ropas, su idioma, su religión, su identidad, sus comidas y cualquier otra cosa que a uno se le ocurra.
Esta posición de amo no es solamente una fachada, no se trata de algo que una persona hace para someter al otro y ganarse su fidelidad por temor o por otros medios, sino que tiene que ver con la posición que esa persona se da a sí misma y que, como lo explica Hegel en su dialéctica, solo puede ser reconocida por otro. Esto también se observa cuando se transcribe un diálogo entre ellos y en lugar de marcar lo dicho por Crusoe según su nombre o su apellido, se lo denomina: “Amo”, de forma que los que conversan son el “Amo” y “Viernes; además, por supuesto, de que el europeo ya sentía los deseos de tener un esclavo mucho antes que ese joven llegara a las costas de la isla, él ya había soñado con la aparición de alguien que portara un deseo que él se ocuparía de que fuera depositado sobre su persona aún cuando para lograrlo tuviera que arriesgar la vida.
Si no hubiera podido rescatar al muchacho y hubiera muerto en esa lucha, sería muy acertado decir que dio su vida por la posibilidad de convertirse en un amo. Esto es algo que el señor Crusoe no dice, él nunca dice que tiene ganas de ser el amo, solamente dice repetidas veces que quiere tener un esclavo y, al conseguirlo, se autodenomina así y actúa como tal.
A diferencia de lo estipulado por Hegel, dicho esclavo no ocupa ese lugar para realizar todo el trabajo físico que el amo no quiere hacer y así poder dedicarse éste ociosamente a los placeres de la vida, sino que ambos trabajan, claro que es muy posible que las tareas más duras las realice el esclavo. Lo que se busca en este caso no está del lado, o por lo menos no exclusivamente, de una liberación de la pesada carga que implica el trabajo en la isla, sino la posibilidad de obtener el reconocimiento del otro en tanto que Amo absoluto de la isla y de la vida, obra y decisiones del esclavo.
El resultado de todo esto es claro, él dice sin dudarlo:

“Por la agradable disposición de ánimo que tenía entonces, y gracias a las conversaciones de mi querido salvaje, pasé tres años enteros completamente feliz, si puede llamarse felicidad completa a alguna situación del hombre en este mundo”. (4)

Yo entiendo por esas “conversaciones” todas las muestras evidentes de sometimiento y reconocimiento de su autoridad como dueño y amo de toda su existencia, lo cual lo llevan a un estado de felicidad que aparece como lo más cercano a la completud que nos podamos imaginar. A Robinson Crusoe no le faltaba nada una vez que consiguió tener a alguien que lo ubicara en ese lugar de autoridad absoluta, la cual nunca había tenido antes y no podría tener en la sociedad inglesa que tanto decía valorar.


Referencias:

(1)   Defoe, D. “Robinson Crusoe”. Gradifco, 2007. Buenos Aires. Pág. 167
(2)   Idem.
(3) Idem, pág 168.
(4) Idem, pág. 171

Robinson Crusoe o el sujeto hegeliano. 1º entrega: el amo y el esclavo.

                                              

Hace poco terminé de leer Robinson Crusoe y hubo algunos puntos que me llamaron la atención acerca de este muchacho y por eso paso a comentar lo que me resultó más interesante.
Este libro es muy conocido como la historia de un hombre que naufraga y llega a una isla donde tiene que vivir muchos años sin la compañía de ningún otro ser humano, situación en la cual tiene que ingeniárselas para sobrevivir sin más ayuda que lo que puede rescatar del barco en el que viajaba y lo que puede encontrar en la isla, se trataría así de la epopeya de un hombre condenado a vivir solo durante 28 años y todo lo que allí ocurre con él.
Una vez escuché decir que era muy interesante pensar que cuando Robinson encuentra la huella de un pie humano en su isla lo que hace es borrarla, mostrando que no quiere saber nada con la idea de que otro hombre pudiera aparecer por allí y robarle una soledad que le era muy preciada. Yo no encontré esto, en el libro Robinson se asusta mucho ante la vista de una huella humana y lo explica diciendo que teme la aparición de personas que pueden ser hostiles y hacerle pasar algún mal momento o incluso matarlo. Esta es una explicación muy lógica y convincente ya que pueden aparecer salvajes que lo ataque, piratas desalmados o cualquiera que lo esclavice, por poner algunos ejemplos; pero sabemos que no hay que confiar en algunas explicaciones sin importar lo convencido que esté quien la dice de su veracidad.
Si bien no borra la huella humana, Robinson si da muestras de estar muy bien en la isla, completamente solo, sin dar muestras de extrañar mucho la sociedad inglesa de la cual había partido, ni a su familia, ni nada de lo que conocía. Estando solo él puede hacer lo que le guste sin tener que pedir permiso ni dar explicaciones a nadie, como dice el dicho: “el buey solo bien se lame”.
Dice Robinson:

“Mi existencia era entonces tan agradable, que, de no haber temido la presencia de los salvajes, me hubiera gustado acabar mi vida en aquellos parajes”(1).

Por más que no haya borrado la huella, la idea de que no le interesa en lo más mínimo la interacción social es clara y aparece todo el tiempo en el libro, pero con su soledad no es suficiente y después de un tiempo Robinson empieza a sentir que necesita algo, algo le falta, algo muy distinto a tener alguien con quien conversar de lo que ocurre en el mundo o cómo salió algún partido de fútbol. Robinson empieza a sentir que le falta la posibilidad de ejercer dominio sobre lo que lo rodea.
Algo de esto había aparecido anteriormente ya que Robinson se autodenomina el amo de la isla, señor de esas tierras y sus animales, lo cual puede hasta sonar gracioso y ocurrente ya que es el único humano que está ahí y por eso no tiene dificultades en hacer y deshacer lo que quiera cuando quiera y como quiera, se trate de cazar animales para comer o para crearse vestimenta o de utilizar los árboles para fabricar muebles y canoas. En realidad no se puede decir que busque dominar solamente por esta forma de hablar de sí mismo, pero en las páginas siguientes mostrará más de esta actitud.
Hegel dice en la dialéctica del amo y el esclavo que el ser humano busca el reconocimiento del otro, pero esto no puede encontrarlo en animales ya que estos seres no brindan el tipo de reconocimiento que los humanos buscamos, los animales solo pueden ofrecer una sumisión que nos convierte en dueños, pero se trata de un reconocimiento insuficiente para las expectativas humanas, con eso no alcanza. El reconocimiento, el deseo,  que los seres humanos buscamos es el que nos puede proveer otro ser humano, ningún otro deseo es aceptable, y para eso hay que luchar estando dispuesto a morir con tal de lograr convertirse en Amo del Esclavo.
Muy difícilmente pueda Robinson involucrarse en dicha lucha si no hay nadie para ofrecerle su deseo como premio, pero él encuentra una solución que si bien no es la ideal, le permite fantasear con aquello que tanto anhela y no puede alcanzar.
Robinson sueña que consigue un esclavo. Una aclaración que me resulta importante, no soy yo quien califica a este otro personaje de esa manera, no se trata de que yo leo la historia e interpreto que Robinson buscaba alguien a quien poder esclavizar, es el mismo texto el que así lo presenta. En el sueño, Robinson ve que llegan unos salvajes a la isla con un prisionero con intenciones de matarlo y comerlo, pero escapa y Robinson dice que luego de encontrarlo lo lleva a sus habitaciones y lo convierte en su esclavo. Queda claro que no le interesa encontrar un compañero para conversar y compartir anécdotas, tampoco le interesa alguien que pueda ayudarlo con sus habilidades y conocimientos a mejorar las condiciones de su estancia ahí, ni nada por el estilo. Quiere un esclavo, podemos decir que el sueño de Robinson es poder esclavizar a alguien.
Y poco después… ¡se le cumple el sueño! Aparecen salvajes trayendo prisioneros a los cuales iban a matar y devorar, como había ocurrido otras veces a juzgar por los restos humanos encontrados en una playa, ese es el momento en el cual nuestro protagonista decide actuar. La tarea no es fácil, él está solo y los salvajes son varios, pero él tiene el elemento de la sorpresa y varias armas de fuego en su poder, aún así es una acción peligrosa que puede resultarle mal y terminar siendo él también el almuerzo de los salvajes. Pero como dijo Hegel, la lucha por convertirse en amo debe implicar el arriesgar la vida, de otra manera no puede aspirarse a obtener el premio buscado.
Robinson se lanza a la lucha, arriesga su vida con el único objetivo de poder ejercer su poder sobre el pobre tipo que iba a deberle la vida si las cosas salían como tanto lo deseaba, una lucha por el deseo de reconocimiento de aquel que ya era esclavo en la mente de su amo aún mucho antes de poder darle órdenes y dirigir su vida.
Viernes, tal es el nombre que dará al salvaje que rescató, ya era esclavo de Robinson aún antes de que ambos se conocieran, aún antes que uno supiera de la existencia del otro; el europeo necesitaba alguien que ocupara ese lugar para poder tener él el lugar de amo. Sin esto, nunca se hubiera lanzado a luchar contra los salvajes, se hubiera escondido en su vivienda, que había fortificado durante años, suplicando a Dios que mataran y comieran a cuantos quisieran sin jamás descubrirlo a él. Que el salvaje que ocupara ese lugar de esclavo fuera quien finalmente fue o se tratara de cualquier otro no tiene la menor importancia, cualquiera que hubiera sido liberado por él sería puesto como esclavo de su amo. La estructura de poder estaba establecida, solo hacía falta un participante para que todo pudiera ser puesto en práctica.
Robinson mata a varios salvajes, pero uno estaba aturdido y comienza a levantarse torpemente ante lo cual él comenta:

“…el terror empezó a pintarse de nuevo en el rostro de mi esclavo” (2).

Es decir que todavía no había acabado con sus captores, todavía no tenía la más ínfima idea de cómo iba a reaccionar el salvaje liberado (interesante, para él todos los no europeos son salvajes aún cuando no tiene idea de sus costumbres, cultura, idioma, etcétera. Más adelante esto se muestra mucho más claramente)  y ya lo nombra como su esclavo. Indudablemente el pobre tipo no tiene otro lugar que no sea ese en la isla a la cual lo trajeron.
Es interesante preguntarse qué hubiera pasado si el muchacho no aceptaba el lugar en el cual Robinson lo iba a ubicar inevitablemente, ¿lo hubiera matado?, ¿lo hubiera sometido por la fuerza? Por suerte para él, nunca tuvo el inconveniente de tener que pensar una respuesta a estas preguntas ya que el joven inmediatamente le dio las más indudables muestras de agradecimiento al someterse a él con la fidelidad más absoluta que alguien puede imaginarse y soñar. Cuenta cómo actuó Viernes al despertarse después de descansar:

“Al verme, se acercó corriendo, se echó a mis pies con todas las pruebas de un alma verdaderamente agradecida, renovó la ceremonia de jurarme fidelidad, poniéndose mi pie en la cabeza…” (3)

Entonces Robinson estuvo muy contento.
Veamos cómo actuó el amo con su esclavo, para ir descubriendo qué clase de dominio quería ejercer y qué clase de esclavo era el que deseaba tener.

“Primero le enseñé que se llamaría “Viernes”, nombre que le di en memoria del día en que había caído en mi poder; le enseñé también a llamarme “amo” y a decir “si” o “no” oportunamente.” (4)

Empecemos por lo que ya sabemos, efectivamente él era el amo y no había posibilidad de que esa relación social se estableciera de otra manera, es indudable que el muchacho había “caído en su poder” y solo podía esperar que su amo fuera bueno con él ya que de lo contrario no había mucho que él pudiera hacer para cambiar las cosas. Pero lo más interesante es que Robinson le da un nombre, lo llama Viernes, sin la menor intención de averiguar si ya tenía un nombre, una identidad, todo eso no tiene la menor importancia, no existe, porque ahora es de su propiedad y todo lo que el salvaje es pasa a ser suyo, de su poder. Robinson le impone una identidad, Viernes es el nombre de su nueva vida como esclavo de su amo, toda su vida anterior acaba de desaparecer.
¿Acaso es muy distinto de cuando uno le pone nombre a una mascota o marca el ganado con la marca de su propiedad? En esos casos la idea de que la mascota o el ganado pueda estar en desacuerdo con el nombre elegido o con el dueño que se lo apropia es absurda y no tiene lugar posible en la elección, Robinson actúa de la misma forma. Es cierto que uno da nombre a sus hijos y eso no implica esclavitud, pero contra esta objeción se me ocurre decir que uno también les da el apellido, con lo cual hay un punto en común entre ambos, una igualdad entre ellos, cosa que Robinson nunca jamás estaría dispuesto a aceptar. En las situaciones en que los padres actúen como amos de sus hijos, no habría mucha diferencia con lo que este libro muestra.
Ante todo esto creo que queda claro que la relación con lo dicho por Hegel la ubico no tanto en la similitud entre las calificaciones que tanto el filósofo como Robinson usan, sino en la estructura según la cual organizan la sociedad, de manera que si en el libro ambos lugares aparecieran como “dueño”, “dominador”, “sirviente” u “obediente” todo lo dicho antes seguiría siendo aplicable.


 Referencias:
(1) Defoe, D. “Robinson Crusoe” Gradifco, 2007. Buenos Aires. Pág. 166.
(2) Idem, pág. 162.
(3) Idem, pág. 164.

(4) Idem. 

Cuando lo que consideramos “realmente existente” se vuelve algo imposible. Tercer caso: de Freud a Lacan.

                                     

Y finalmente, luego de pasar por la filosofía y la física, llegamos al psicoanálisis donde nos encontramos un nuevo ejemplo de lo que estamos tratando, esta vez en los dos autores más importantes de esta ciencia, al menos en Argentina.
Nuevamente nos volvemos a encontrar con esta idea de algo existente que no puede ser encontrado, otra vez se postula que tiene que existir algo aún cuando no podamos verlo o ubicarlo. En Freud esto está planteado en la vivencia mítica de satisfacción.
Freud explica que cuando un bebé nace tiene impulsos que lo molestan, tomemos como ejemplo el hambre. El bebé tiene hambre, es algo interno que lo incomoda y que no tiene forma de satisfacer por sus propios medios, se trata de algo interno y de lo interno no se puede escapar, a diferencia de lo que ocurre con lo externo ante lo cual se puede optar por la huida. Se puede decir que en este momento el bebé se encuentra en una etapa de puro narcisismo, sometido a las necesidades naturales de todo ser viviente. Ante esta situación de hambre, apremiante para la vida que no puede ser solucionada por sus propios medios, el bebé no tiene más recurso que manifestar esta incomodidad que lo invade en forma de llanto y es en ese momento que aparecerá alguien, presumiblemente la madre, que interpretará ese llanto como hambre (en el mejor de los casos) y procederá a darle la leche para alimentarlo y calmar su hambre.
En ese momento ocurrirán dos cosas: por un lado se dará la situación en la cual dicha necesidad física es satisfecha. En este sentido hay que hacer una referencia a lo que tiene que ver con lo necesario, imperioso para la conservación de la vida ya que este tipo de impulsos que nos llevan a comer, tomar líquidos, curar enfermedades, etcétera si son considerados solamente como una necesidad del cuerpo para continuar viviendo no implican nada más allá de la satisfacción, que puede ser a través del alimento, de agua o de un remedio, y luego no habrá nada más que solicitar; es decir que al pensar en necesidades orgánicas la satisfacción puede ser completa sin que haya nada más allá de dicha satisfacción que haya que buscar.
De esta manera, en este planteo, cuando el bebé siente por primera vez el hambre sería una manifestación de este tipo y el aporte que le hace otra persona de alimento saciaría dicha necesidad y la satisfacción sería completa y eso es lo que le da el nombre de vivencia de satisfacción.
Pero Freud dice que también ocurre otra cosa y esto hace que dicha satisfaccón pueda ocurrir solo una vez, porque cuando la madre le da la teta al bebé también le da muchas otras cosas porque lo acaricia, le habla, lo mece y demás actos que transmiten amor al bebé y a partir de ese momento ya no existe más un estado de pura necesidad biológica ya que a esto se le sumará la búsqueda de repetir ese amor. Es por eso que esa vivencia de satisfacción será siempre buscada. El inconveniente es que todo lo que tiene que ver con el amor, el deseo y demás cuestiones relacionadas con lo humano, por fuera de la pura necesidad orgánica, jamás puede producir una satisfacción completa y acabada y por lo tanto dicha vivencia de satisfacción no podrá ser repetida nunca. Esto lleva a Freud a decir que el objeto de la satisfacción está perdido.
Pero con esto hay que ser cuidadosos porque Freud no era tonto y siempre dijo que  esta vivencia de satisfacción era algo mítico, es decir una construcción para explicar la pérdida del objeto que es la marca característica y fundamental del ser humano y lo cual lo diferencia, entre otras cosas, de los animales, con lo cual entendemos que Freud no plantea que se nace siendo animal y por dicha pérdida nos convertimos en humanos, pero inserta esa vivencia mítica de satisfacción en la cual, siempre míticamente, el bebé habría alcanzado el objeto, para luego perderlo definitivamente y pasarse toda la vida tratando de reencontrarlo… sin éxito.
Ese objeto que una vez existió y luego se perdió para siempre no estaría muy alejado de la “cosa en sí” de Kant o lo absoluto que mencionaba Newton y que luego sería discutido, lo cual nos lleva a hablar de Lacan.
A diferencia de Freud que hablaba de la pérdida del objeto, lo cual muestra que alguna vez estuvo para poder ser perdido, Lacan se refiere fundamentalmente a la inexistencia del objeto. Es posible que mencione el objeto perdido o la pérdida del objeto, pero considero que lo hace más para utilizar los términos freudianos como una forma de hablar un lenguaje común con el resto de los analistas que por creer que realmente el objeto existió realmente.
Y esto se explica diciendo que para Lacan lo que nos hace seres humanos es el lenguaje, no el simple hecho de hablar sino que para poder hablar tiene que existir una estructura del lenguaje, leyes como la metonimia y la metáfora, cadenas significantes y demás cuestiones que implican el poder hablar. Y para explicar las cosas de esa manera no necesita plantear una vivencia mítica de satisfacción ya que siempre dejó claro que para él el lenguaje preexiste al sujeto, es decir que nacemos a un mundo de lenguaje y cuando llegamos a él ya tenemos toda la estructura y sus leyes, lo cual se evidencia en que todos podemos aprender un lenguaje, sin importar de cual se trate, porque tenemos lo necesario para asimilar a dicha estructura cualquiera de los lenguajes humanos.
Al decir que el lenguaje nos preexiste, que un sujeto al nacer entra a un mundo de lenguaje Lacan ya cruzó la barrera que nos separa de los animales ya que no hace falta pensar en algo ocurrido luego del nacimiento para perder ese estado de pura necesidad porque al estar atravesado por el lenguaje la necesidad siempre estará unida al deseo y será imposible separarlos.
Es así como en su grafo del deseo, Lacan no coloca en el principio a un ser de la pura necesidad, sino que todo parte del sujeto, el cual que representa al ser del deseo, al ser hablante o, como también lo dice en algunas veces, a la falta en ser, es decir a ese ser que tiene una falta imposible de colmar, que puede ser entendida como el objeto a. Lo importante es que para Lacan se parte del sujeto barrado, del sujeto en falta, del ser al que le falta algo y no solo no está completo sino que no lo estará jamás y es justamente esa falta fundamental lo que constituye a ese ser en humano y lo define y diferencia del resto de los seres vivos.
Aún más, se puede decir que postular un estado de pura necesidad, aún cuando sea con la aclaración de ser algo mítico, está en contra de la idea que Lacan tiene acerca de lo que es el ser humano y como lo entiende el psicoanálisis, motivo por el cual es algo que se vuelve imposible para pensar desde esta disciplina.


Es esta diferencia entre lo postulado como existente por un lado y como imposible por el otro dentro de la misma ciencia lo que hace que Freud y Lacan sean el tercer y último ejemplo de lo que venimos tratando.

Cuando lo que consideramos “realmente existente” se vuelve algo imposible. Segundo caso: De Newton a Einstein.

                                          


Esta vez nos alejamos un poco de la filosofía y el psicoanálisis para meternos en otra ciencia, la física, la cual ya tuvo una publicación cuando se habló de Newton, pero tiene ahora su bautismo en este blog en lo referente a tratar temas específicos de sus contenidos.
Y estos dos autores que vamos a ver ahora presentan una característica similar a lo visto que ocurre entre Kant y Hegel y es lo siguiente.
Newton estableció las leyes de la gravitación universal y armó un modelo del universo que rompió con todas las ideas que se tenían hasta ese momento, su libro “Principios matemáticos” es considerado por muchos el libro más importante de toda la historia del pensamiento humano y fundó el paradigma de la ciencia que tuvo validez durante unos cuantos siglos. Una de las características de sus ideas es que postulaban la existencia de un espacio absoluto, si bien era imposible tener noticias de él o poder identificarlo en la práctica.
Las ideas de Newton tenían que ver con cierta forma de pensar relacionada con el sentido común, según el cual el espacio existe y puede pensarse en un espacio específico sin relación con los objetos que estén en él ubicados, sin tener en cuenta si esos objetos se mueven y a qué velocidad lo hacen o si están quietos. De esta manera podría pensarse que existe un espacio absoluto en el cual puede haber un objeto o puede que alguna cosa lo atraviese en su camino sin alterarlo, es decir que todo aquello que exista en el Universo tiene que estar inevitablemente incluido en un espacio que no es modificado por esos elementos y que no sufre ningún tipo de alteración por las cosas que sucedan en su interior, un espacio independiente de lo que en el ocurre y que conserva sus características a pesar de cualquier cosa.
Esta idea de espacio absoluto era un postulado teórico, porque Newton aclaraba que aún cuando esto pueda ser pensado no puede ser encontrado; y esto ocurre por la sencilla razón de que es imposible afirmar que algo en el Universo está completamente quieto o decir que cierta porción del espacio permanece siempre estática. En esto juega un papel fundamental la ley de la gravedad, ya que uno podría decir que en determinado momento está quieto y por eso ocupa un lugar sin movimiento, pero a esto se le puede objetar que uno está en el planeta Tierra que gira alrededor del sol llevándonos a todos los seres humanos en su movimiento, por lo que en realidad su quietud es aparente y no absoluta. Entonces se puede agregar que la Tierra gira, pero el sol ocupa un lugar inmóvil, pero también se sabe que el sol gira alrededor de la galaxia, por lo tanto la quietud del sol también es solo aparente. Se puede pensar lo mismo de la galaxia y de su centro, pero también se sabe que las galaxias giran sobre sus ejes y que están en continuo movimiento de alejamiento las unas con respecto a las otras, de manera que tampoco en ese caso hay nada que esté sin movimiento. En última instancia puede plantearse que, independientemente de que todo se mueva, puede pensarse que el espacio no se mueve, pero no puede avanzarse en esta idea porque sería imposible determinar concretamente cual es ese espacio que no se mueve. Aún estando uno en el espacio no podría saber si está quieto o moviéndose porque no tendría un punto de referencia con el cual fijar su posición absoluta, ya que podría estar siendo atraído por alguna fuente de gravedad sin notarlo y cualquier punto de referencia podría estar también moviéndose sin que lo notemos.
Es así como el espacio absoluto de Newton existe en los postulados, pero no puede determinarse concretamente en la práctica.
Esto es algo bastante similar a lo ocurrido con “la cosa en sí” de Kant, ya que se postula algo que tiene que existir, pero no puede ser realmente ubicable en la práctica.
Y así como Kant tuvo su Hegel en este punto, también Newton tuvo su Einstein, quien produjo una enorme revolución en la física y consiguió reemplazar el paradigma newtoniano por el einsteiniano.
Primero, Einstein demostró que el espacio y el tiempo no son cosas distintas, sino algo así como las dos caras de la misma moneda, por lo que ahora en física se habla del espacio-tiempo. Por otro lado, demostró que la velocidad de la luz en el vacío es siempre constante, sin importar la velocidad del emisor ni del receptor. Es decir, si yo estoy quieto (relativamente quieto) y tiro una pelota a 10 km/h. la pelota tendrá esa velocidad, pero si la tiro mientras yo corro a 10 km/h. la pelota saldrá a 20 km/h. por la suma de ambas velocidades; pero eso es justamente lo que no ocurre con la luz, la cual siempre tiene una velocidad (siempre pensando en su desplazamiento en el vacío) de casi 300.000 km. por segundo y nada puede superarla, según los estudios de Einstein.
Y con estos planteos empiezan los problemas. Pensemos en lo siguiente: dos personas hablando en la Tierra y de repente una sale volando en línea recta a la velocidad de la luz, mientras el otro queda el la Tierra; tenemos así dos modelos, uno en movimiento (el que vuela) y el otro estático (el de la Tierra). ¿Qué pasaría si el que vuela quisiera mirarse en un espejo que tiene en el bolsillo? ¿Podría verse?
Veamos las posibilidades. Digamos que sí, que puede verse, entonces tenemos que pensar que la luz que impacta en su rostro sale despedida a 300.000 km/s. hasta llegar al espejo y así ve su reflejo; de esta manera él utilizaría una simple fórmula que dice que la velocidad es el resultado de dividir la distancia por el tiempo (V= D/T) y así podría medir la velocidad de la luz que escapa de él y obtendría 300.000 km/s. y todo estaría bien. Pero el problema es que quien está en la Tierra vería que su amigo avanza a esa velocidad y aún así la luz va más allá de él, es decir que en el mismo tiempo llega mucho más lejos y así debería sumar las dos velocidades y le daría por resultado que esa luz que escapa del rostro del amigo viaja a 600.000 km/s. lo cual es imposible.
Para explicarlo más claramente, ambos tendrían el mismo tiempo a considerar, pero distintas distancias, por lo tanto es imposible que lleguen al mismo resultado en cuanto a la velocidad.
Entonces tenemos que pensar que el que vuela no puede ver su rostro y con eso quien está en la Tierra mediría las dos velocidades, de su amigo y de la luz que parte de su rostro, y ambas darían 300.000 km/s. y todo estaría bien. El problema es que si viajan a la misma velocidad, cuando el que está volando mida la velocidad de la luz encontraría que esa luz no puede escaparse de su rostro porque viajan a la misma velocidad, entonces su medición de la velocidad le daría por resultado 0, él y la luz estarían siempre a la misma distancia, como si dos personas corren a la misma velocidad y van siempre juntas dando que la diferencia de velocidades es de 0. Nuevamente ambos tendrían el mismo tiempo, pero distintas distancias, lo cual tiene que darles inevitablemente un resultado distinto, pero esto no puede ser para la luz, por lo tanto tampoco nos sirve esta explicación.
Al resultado que llega Einstein es que la diferencia está puesta en la forma en que medimos el tiempo, el cual no es uno solo para todos sino que depende de la velocidad ya que mientras más rápido vamos, más lento transcurre el tiempo. Esto es algo que no afecta la vida diaria porque nos movemos a velocidades muy pequeñas, pero a velocidades cercanas a la de la luz las diferencias se hacen muy significativas, de manera que ambos amigos tendrían que medir la velocidad de la luz con un registro del tiempo distinto al del otro y eso permitiría que los dos obtengan el mismo resultado de 300.000 km/s. ya que ambos tendrían distancias distintas y también tiempos distintos en una proporción constante que hace que siempre esa cuenta de el mismo resultado de 300.000 km/s. Para explicar esa proporción, Einstein utilizó la constante de Lorentz.
Aún cuando pueda sonar demasiado teórico, estos postulados fueron puestos a prueba y demostraron ser ciertos. Se utilizaron relojes de máxima precisión, uno quedó en la Tierra mientras otro volaba en órbita a gran velocidad; cuando los compararon notaron que el reloj que estuvo moviéndose rápidamente registraba un tiempo menor que el que  se había movido a la lenta velocidad de la Tierra, y esto en una proporción que era la que Einstein había establecido.
Es así como la teoría de la relatividad demuestra que no existe nada que pueda ser llamado espacio o tiempo absoluto, sino que toda esta concepción depende siempre del observador sin posibilidad de pensar en cosas dadas de antemano; es decir que no puede pensarse en nada absoluto porque el tiempo y el espacio son relativos.
Así como Hegel destruye la “cosa en sí” que Kant consideraba indudable,  Einstein imposibilita pensar en un espacio o tiempo absolutos, ni siquiera como la posibilidad teórica que a Newton le parecía tan fácil de imaginar.


Ah, me olvidaba, en 1921 Einstein ganó el premio Nobel, pero en esto no tuvo nada que ver la ley de la relatividad, sino que lo ganó por su explicación del efecto fotoeléctrico. Curioso ¿no?