jueves, 22 de abril de 2021

Maestros de la Sospecha. Freud (Parte 3)


        Hemos llegado al momento en el cual el pensamiento de Freud pone un obstáculo a lo que se sostenía con respecto a lo dicho por Descartes. Y es que no puede ser de otra manera cuando tomamos lo dicho por el pensador francés en relación a la razón.

Hay que destacar que Descartes es el mayor expositor de una corriente filosófica que se llama racionalismo, en la cual también se cuentan pensadores de la talla de Leibniz y Spinoza, entre otros. Traigo esto porque no se trata solamente de las ideas de una sola persona, aún cuando se trate de alguien de tamaña importancia para la historia del pensamiento, sino que se refiere a toda una ideología que dominó completamente la forma de ver las cosas en una época determinada. Tengamos en cuenta que otro genio del pensamiento, me refiero a Hegel, tiene una famosa frase en la cual dice que "todo lo real es racional y todo lo racional es real", así que podemos hacernos una idea de lo que la razón representaba para todos ellos.
Así, Descartes plantea el método analítico por el cual se debe descomponer cada cosa compleja (entiéndase complejo como algo que está formado por varias cosas, no como algo complicado) en sus distintas partes para poder estudiarlas por separado y luego volver a armar el conjunto entendiendo las relaciones de estas partes entre sí y con el todo. Las comparaciones con máquinas, ya sea relojes o cualquier otra, está muy presente en la filosofía cartesiana, tanto es así que en "Las pasiones del alma" plantea que las emociones son producidas en el alma por los movimientos que sufre una glándula, que él llama pineal, la cual está ubicada en el centro del cerebro; dependiendo de la dirección y presión del movimiento es la emoción que siente el alma. Es un esquema totalmente mecanicista.
Pero a esto Freud le opone toda su conceptualización del inconsciente, como aquello que aún siendo perfectamente existente, se aleja por completo de lo que la razón puede llegar a entender, abarcar y siquiera percibir. Justamente el nombre inconsciente hace referencia de algo que es lo contrario de lo conciente, lo opuesto a la razón.
Y con esto el maestro vienés abre un campo antes completamente inexplorado, ya que se plantea interrogar cuestiones tan simples como los olvidos y los actos fallidos para también meterse con los sueños y, por supuesto, con los síntomas.
Se trata de manifestaciones que todos hemos sentido miles de veces en nuestra vida, pero que siempre explicamos diciendo que todos nos equivocamos o nos olvidamos de algo, que los sueños son muy locos y no significan nada, así como también solemos adjudicar alguna base física o cualquier tipo de otra explicación a alguna dolencia.
Todo muy racional y comprensible.
Freud tira todo esto al tacho de basura y arma un tremendo edificio teórico en el cual plantea que todos estos hechos pueden ser analizados hasta el punto de encontrar una explicación acerca de su génesis y su sentido.
Bueno, por lo menos en algo sigue a Descartes ya que toma su modelo del sistema analítico y lo utiliza como su técnica a la cual pone como nombre “psicoanálisis”. Lejos de haber contradicción entre las dos aplicaciones del análisis, Freud parecería estar mostrando que la técnica cartesiana es tan buena que hasta se puede aplicar en instancias que Descartes jamás hubiera imaginado, como lo es el inconsciente.
De esta manera explica los olvidos, los fallidos, los sueños y otras manifestaciones como si fueran un mensaje cifrado, como un código secreto que hay que desentrañar para entender qué nos están diciendo, pero que, por primera vez en la historia, reciben la calificación digna y respetable de mensaje, en lugar de ser tomados como cosas raras que ocurren porque sí y que no merecen la pena que uno piense en ellas más que para escribir lindas poesías o alguna historia cómica.
La puerta de atrás de la conciencia y la razón como elementos fundamentales del sujeto había sido abierta, ahora se podía empezar a hablar de un nuevo tipo de sujeto, el sujeto del inconsciente, que poco tenía que ver con la máquina racional y comprensible antes descripta.
¿Qué hubiera pensado Descartes si hubiera sabido que siglos después de su muerte un hombre llegaría a decir que el ser humano es como un iceberg, del cual solo vemos el 10% por sobre el agua (lo conciente), mientras que el 90% restante permanece escondido debajo (lo inconsciente), oculto a nuestra simple vista?
Ese es el sujeto freudiano, la pequeña punta de un iceberg gigantesco… y oculto.

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