Hasta ahora habíamos llegado a ver que la realidad mostraba una dialéctica ascendente que llegaba a abarcar la totalidad de lo existente y, también, que lo real era aquello que se mostraba; es en este punto que hay que preguntarse ante qué o quién se muestra la realidad. Tal vez nos veríamos tentados a decir que se muestra ante “alguna otra cosa”, pero esto no puede ser así ya que la realidad lo abarca todo, de manera que sin importar ante qué o quién se muestre tiene que ser parte de esa misma realidad.
Es por eso que si la realidad se muestra ante la realidad se trata de una automanifestación.
Esto plantea dos cuestiones fundamentales que son exclusivas del ser humano; la primera es que engloba aquellas disciplinas que la humanidad realiza y que son parte esencial de su ser, me refiero a las artes, las ciencias, el pensamiento, la estética y muchas otras cuestiones que forman lo que generalmente llamamos vida espiritual. Por otro lado, la antes mencionada automanifestación exhibe una característica exclusiva del espíritu humano que es la de pensar acerca de sí mismo, volver sobre sí mismo y meditar acerca de su propia existencia, su propia muerte y todos los misterios que están implicados en el simple hecho de que estamos acá.
Así, esto que forma la realidad y que posee las cualidades de la vida espiritual y de la autorreferencia es llamado por Hegel: “espíritu”. Con esto no se refiere al alma, como los cristianos, ni a ninguna otra cosa mística o sobrenatural, sino a lo más específico de la vida humana y lo que más nos diferencia de los animales.
Para volver a meter a Freud, como la publicación anterior, se puede decir que la pulsión estudiada por el doscientos años después de Hegel es una de las manifestaciones más interesantes de este espíritu así entendido, ya que representa la diferencia fundamental entre lo que ocurre en la vida animal y lo que podemos encontrar en la vida humana, es decir entre el instinto de los animales y lo que nos impulsa a nosotros, humanos, a hacer lo que hacemos, con todas las características que hacen imposible que pueda hablarse de pulsión en los animales o instinto en las personas, a pesar de la incontable cantidad de veces que esta palabra es usada para hablar de actitudes humanas.
Es por todo esto que puede afirmarse que, para Hegel, la realidad es espíritu que funciona libremente de manera autoregulado, porque no puede pensarse en nada externo que le dicte normas.
Llegamos así al final de esta serie de publicaciones y puedo decir sinceramente que ya no existe ningún misterio de la filosofía de Hegel que no hayamos develado.
¡No, esperen, no se vayan! ¡Era un chiste! ¡No se lo tomen así! ¡Vuelvan…!
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