lunes, 19 de febrero de 2024

El yo Ideal y el Ideal del yo en Introducción del narcisismo. (Primera parte)


             En el capítulo 3 de “Introducción…” Freud habla del narcisismo infantil en el cual el niño se tomaba a sí mismo como ideal y concentraba toda la libido en su propia persona, aún cuando todavía no podía hablarse de que ya existiera un yo. Entonces se pregunta qué pasó con esta libido, ya que en la edad adulta la megalomanía aparece muy reducida, a diferencia de lo que ocurre generalmente con los niños. La opción de que se haya gastado toda la libido en investiduras de objeto es inaceptable.

Freud ubica la respuesta en la teoría de la represión, la cual parte del yo o, más específicamente, del respeto del yo por sí mismo, el cual permite o rechaza el acceso de las representaciones a la conciencia. Freud lo plantea diciendo que hay personas que toleran ciertos impulsos e impresiones, mientras que hay otras personas que no los toleran; respecto de esto dice:

 

“Podemos decir que uno ha erigido en el interior de sí un ideal por el cual mide su yo actual, mientras que en el otro falta esa formación de ideal. La formación de un ideal sería, por parte del yo, la condición de la represión”.

 

Lo que entiendo a partir de esto es que ese ideal, sin por el momento ponerle nombre de yo Ideal o Ideal del yo, es la imagen de perfección que representa todo lo que está bien y lo que está mal, de manera que impone el camino de lo que el yo debe hacer y cómo lo debe hacer y que es por eso lo que aparece como la condición de la represión, ya que dictará las leyes de lo que se puede tolerar y lo que no, lo primero será aceptado mientras que lo inaceptable, es decir las representaciones inconciliables para el yo, serán reprimidas.

Es simple entender que si no existe un ideal según el cual guiarse y que diga cuáles son las cosas que no pueden ser aceptadas, el primer sujeto del que habla la cita no tenga parámetros para considerar algo como inaceptable y por lo tanto no tenga necesidad de reprimir nada.

Sigue diciendo Freud en el siguiente párrafo, donde se produce el desconcierto:

 

“Y sobre este yo ideal recae ahora el amor de sí mismo de que en la infancia gozó el yo real. El narcisismo aparece desplazado a este nuevo yo ideal que, como el infantil, se encuentra en posesión de todas las perfecciones valiosas. (…) No quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia.”

 

El comienzo es simple, ya que continúa la explicación anterior poniéndole nombre a eso que venía describiendo, se trata del yo Ideal; como si fuera necesario, lo dice dos veces, como para que quede claro a qué ideal se refiere. Entonces ¿qué es el yo Ideal? Freud nos explica que consiste en la conservación del narcisismo infantil, el cual no se desea que se pierda y el cual posee todas las perfecciones de las que el niño gozaba en la etapa de “his majesty the baby”, de manera que para que esto no desaparezca es transferido ese sentimiento de amor de sí mismo hacia el yo Ideal.

 

“…y si no pudo mantenerla por estorbárselo las admoniciones que recibió en la época de su desarrollo y por el despertar de su juicio propio…”

 

Es decir que si no pudo conservarse este narcisismo infantil fue porque se lo impidió todo lo que le fue enseñado desde aquella época (muchas veces se critica la traducción de Amorrortu por contener palabras y expresiones extrañas habiendo otras mucho más legibles, como es el caso de “admoniciones”, cuando López Ballesteros pone “enseñanzas”) y también por el surgimiento de sus propias ideas acerca de lo que se puede y lo que no se puede hacer, cosas tales como que se debe controlar esfínteres, se debe comer de cierta manera y todas las demás cuestiones de educación que limitan nuestro narcisismo y absoluta libertad de la que gozamos al inicio de nuestras vidas.

Y por último, y acá se produce el despelote:

 

“…procura recobrarla en la nueva forma del Ideal del yo”.

 

¿Cómo que el Ideal del yo? ¿No venía hablando claramente del yo Ideal? ¿Cuándo cambió de tema? ¿Cómo es que empieza hablando de algo y termina el mismo párrafo hablando de otra cosa? En este punto, López Ballesteros pone “yo Ideal” y se saltea toda la discusión.

En la clase 11 del seminario 1, Leclaire y Lacan leen este texto y debaten sobre la confusión que produce el hecho de que Freud empiece diciendo uno y termine nombrando al otro, de manera que Freud escribió ambos en el mismo párrafo sin hacer distinción entre ellos o aclarar que pasaba de uno al otro.

Leyendo varias veces el párrafo solo puedo llegar a pensar que se trata de dos formas distintas de hablar de lo mismo, es decir que no serían cosas distintas el Ideal del yo y el yo Ideal en este párrafo que estoy tomando, sino que serían dos nombres dados a la misma cosa. Y digo esto porque Freud no explica dos mecanismos distintos, ni dos génesis distintas, ni dos beneficios distintos, sino solamente uno de cada uno. La explicación freudiana describe que el narcisismo infantil no puede ser conservado por todo lo que el niño va aprendiendo acerca de cómo debe comportarse y esto implica que no puede hacer lo que quiere, donde quiera, ni cuando quiera; es decir que el narcisismo original va recortándose y reduciéndose. Pero nadie cede estas cosas de buen grado y este proceso no se lleva adelante sin una lucha por conservar esa perfección disfrutada y ahora cercenada, de manera que se crea un ideal que porta estas perfecciones que no se desea perder, es decir que este ideal es una forma de recuperar ese narcisismo que de otra manera se vería perdido irremediablemente. Es un ideal que primero llama yo Ideal y después llama Ideal del yo.

Ahí hay una sola explicación, una sola creación, una sola intención presentada por Freud, nunca dos. No hay algo que se aplique al yo Ideal y otra cosa que se aplique al Ideal del yo. No hay ninguna otra explicación que muestre un proceso distinto que podría estar dando cuenta de un segundo ideal, todo está dicho en términos de singularidad y el proceso descripto es uno solo. Es como si Freud no se preocupara mucho por si ese ideal es llamado yo Ideal o Ideal del yo, como si fuera lo mismo llamarlo de una forma o la otra porque esos dos nombres están hablando de lo mismo.

¡Y lo llama de las dos formas distintas en el mismo párrafo!

No hay ninguna indicación de que sean dos cosas distintas, sino todo lo contrario, parecería que Freud está describiendo una única cosa, a pesar de que lo denomina de dos maneras distintas. Al menos según este párrafo, el Ideal del yo y el yo Ideal serían dos nombres de lo mismo.

Realmente me cuesta muchísimo hacerme a la idea de que no aparecen diferenciados, ya que siempre los tomé como dos cosas distintas. Tal vez tiene que ver con que se nos presentan muchas cosas ya desde la facultad con lecturas posteriores a Freud, Lacan fundamentalmente, y para Lacan por ejemplo sí son dos cosas distintas y no confundibles, de manera que se puede producir una especie de contaminación de lo que dijo uno con lo que dijo el otro y aparece como que Freud dijo lo que en realidad dijo Lacan u otros.

Las citas siguientes, según mi lectura, refuerzan esta interpretación del texto, como ya les iré presentando.

lunes, 5 de febrero de 2024

La metonimia.

 


La metonimia es la otra ley fundamental del inconsciente al mismo tiempo que lo es del lenguaje, Lacan la hace coincidir con lo que Freud explicaba bajo el término de desplazamiento y se dedica mucho a ella en la clase 4 del seminario 5, clase llamada “El becerro de oro”.

Como ocurre en la metáfora, los efectos de la metonimia también se inscriben en la línea del grafo que va de izquierda a derecha, es la línea donde se producen los efectos del significante.

Así como la metáfora estaba planteada en términos de la sustitución de un significante por otro significante, la metonimia se refiere a la relación de un significante con otro significante, es decir que el efecto metonímico tiene que ver con que un significante se relaciona con otro significante, que también está relacionado con otro significante, el cual también está relacionado con otro y esto puede continuar hasta el infinito. De esta manera, la metonimia es lo que produce la cadena significante sobre la cual van a producirse todos sus efectos.

Es la dimensión diacrónica del discurso, no tanto por el hecho de que existe una exigencia ineludible que implica un tiempo en el cual debe hablarse, ya que es imposible decir todo al mismo tiempo, sino porque hay una exigencia lógica y no cronológica que implica que un significante está unido a otro significante y después a otro y a otro, por lo que hay una secuencia lógica que implica que es imposible que esté todo al mismo tiempo.

Esto hace que la metonimia sea una cosa muy distinta a presentar todos los significantes juntos, como puede ocurrir si hablamos del Otro como tesoro del significante, donde están todos juntos. La metonimia significante presenta sus elementos como los eslabones de una cadena que se unen y producen una continuidad, es por eso que se habla habitualmente de la cadena significante. Es por eso que cuando se habla de metonimia se hace referencia a una cosa, ya sea un objeto, una palabra o lo que sea, que remite a otra cosa, la cual a su vez remite a otra cosa y así continuamente.

En el seminario 5, Lacan habla del olvido de “Signorelli” y ubica ahí una combinación metonímica en el hecho de que un paciente que se había suicidado por problemas de impotencia le dice a Freud: “Herr (“señor”, en alemán), sé que hizo todo lo posible”. En ese momento ese significante “herr” queda cargado con todo el peso de la muerte y la sexualidad que llevan a Freud a fallar en encontrar el apellido buscado cuando habla con un extraño en el tren debido a que no quiere discutir con ese extraño los temas de la muerte y la sexualidad, su vivencia como médico de ese paciente que se suicidó, sus propios miedos respecto de esos temas, etcétera.

No hay posibilidades de que esto pueda producirse si no es sobre la base de una cadena en que cada elemento puede unirse y combinarse con los demás, solo así se abre la posibilidad de que estos elementos se relacionen unos con otros y sobre esta combinación se puedan producir los distintos efectos. En relación a esto, Lacan insiste varias veces en que no habría metáfora si no hubiera metonimia, ya que para que pueda producirse el efecto metafórico de la sustitución tiene que existir previamente, en forma lógica y no cronológica, una relación entre los dos significantes involucrados que permita esa sustitución.

En ella vemos otra vez, como en la metáfora, la “f” de la función, pero esta vez no se trata de la sustitución de un significante por otro representado por una barra que los ubica arriba y abajo, sino que hay dos significantes, S y S´, que están en el mismo nivel en una situación de estar uno detrás de otro, en una continuación infinita, representada por los puntos suspensivos. La segunda parte de la fórmula presenta otra diferencia con la de la metáfora, ya que la metonimia produce un efecto que Lacan describe como la reducción de sentido, la desvalorización de este sentido, la cual aparece representado por el signo (-).

Creo que esta disminución de sentido puede entenderse pensando que si pasamos de una cosa a la otra sin detenernos en ninguna no se puede ubicar algo que tenga un sentido fuerte, sino que este sentido no puede consolidarse, ya que la cadena no se detiene, sino que continúa cambiando de significado.

Otro efecto de esta combinación es la aparición de lo que se llama las ruinas metonímicas del objeto, se trata de los nombres que se le ocurren a Freud en lugar del nombre buscado, lo cual le lleva a mencionar a Boticelli y Boltrafio, aún sabiendo perfectamente que no se trata de esos pintores.

Ocurre que lo buscado está en relación con esos nombres porque también son nombres de pintores, porque Boticelli termina igual que Signorelli, porque tanto Boticelli como Boltrafio empiezan como Bosnia y el segundo termina parecido a Trafoi que son ciudades relacionadas con la historia del paciente y otras cuestiones más. Son conexiones entre estos significantes que dan por resultado el hecho de que aparezcan, aún cuando Freud sabe perfectamente que no se trata de ellos, pero sin poder evitar que estas cadenas hagan que esos nombres se le presenten ante la falta creada por el olvido.

El ejemplo de chiste metonímico que Lacan toma es el del “becerro de oro”, en el cual aparecen muchas personas reunidas alrededor de un hombre rico y en otro lado hay dos personas hablando, una de estas personas dice que todavía se sigue adorando al becerro de oro, en relación a este hombre rico que es buscado y rodeado por la gente como hacían antes los paganos alrededor de ídolos a los que adoraban como dioses. Esto produce la respuesta de Henri Heine al decir que esa persona a la que se refiere ya está bastante grande para ser calificada de becerro.

Respecto de este chiste, Lacan destaca que lo que hay que tener en cuenta es que el término “becerro” está tomado de dos maneras distintas, ya que el primer hombre que habla dice esta palabra en relación al ídolo antiguo que se elevaba a la categoría de Dios y que así producía el efecto de tener mucha gente alrededor para alabarlo, cosa que encuentra similar a este personaje rico al cual muchos se acercan para adularlo y festejarlo, con lo cual lo convierten en objeto de cierta idolatría. A diferencia de esto, Heine toma esa misma palabra, pero ya no como un concepto sino como un significante y lo usa dándole otro sentido, el del animal hijo de la vaca y el toro, el cual por su corta edad es llamado de esa manera.

Lo que esto nos muestra es que cuando se piensa en el plano significante no puede pensarse en un único sentido para las distintas cosas, ya sean palabras, hechos, situaciones, etcétera, sino que cada uno de ellos puede estar puesto en relación a múltiples sentidos y dependerá de muchos factores que se lo asocie con una cosa o la otra. Este chiste muestra que un significante puede combinarse con el sentido de ídolo de la misma forma que puede hacerlo con el sentido de juventud, como también podemos pensar que en otro contexto puede ser tomado de muchas otras formas, tales como decirle a alguien que tiene la cintura de un becerro, que entiende de aritmética tanto como un becerro o cualquier otra cosa.

La metonimia parte de la ambigüedad fundamental que implican los significantes, ya que el significado dado a un significante dependerá de cuál es el segundo significante al cual el primero está asociado, situación muy distinta de lo que ocurre con los signos, los cuales presentan una relación directa y única con un significado. El chiste metonímico consiste así en tomar una palabra en un sentido distinto del que fue emitido; esto es lo que ocurre cuando se busca una palabra en el diccionario y uno se encuentra con que esa palabra tiene distintos significados y puede ser tomada de diversos modos según sus diferentes acepciones.

Debido a las diferencias entre la metáfora y la metonimia, se las ubica como dos dimensiones distintas del chiste.

Lacan utiliza otro ejemplo, el de “treinta velas” en lugar de decir “treinta barcos” y dice que esto puede ser confundido con una metáfora, pero no se trata de eso ya que no es una sustitución en referencia a la realidad porque ningún barco tiene una sola vela, sino que tiene que ver con la función que se establece entre la palabra “vela” y la palabra “barco”, lo cual implica un vínculo en la cadena significante; no se trata de algo metafórico porque dice que esas velas no se hinchan con el viento por no ser algo real y concreto.

Él presenta la metáfora y la metonimia como cosas muy distintas, pero me parece que algo de esto se le mezcla un poco y no termina de quedar del todo claro. El propio Lacan poco después dice que esto presenta ambigüedades y es imposible que no quede alguna hiancia en la presentación de estos temas, por lo que no hay que hacerse mucho problema si ante una frase no estamos perfectamente seguros de si es una o la otra.

Muy por el contrario, rechaza la idea de que exista un metalenguaje según el cual el lenguaje podría explicarse de forma sólida y completa; el metalenguaje es una idea que representa la posibilidad de que haya un lenguaje que no presente la ambigüedad significante, sino que estuviera compuesto por signos que siempre quieren decir una sola cosa sin posibilidad de confusión y donde el equívoco al hablar fuera imposible. Esto sería una matematización del lenguaje, pero es imposible matematizar el lenguaje de forma absoluta, es decir que es imposible que el lenguaje aparezca como las matemáticas, que todos consideramos como perfectas y sin posibilidad de ambigüedades.