jueves, 19 de mayo de 2022

Lecturas subjetivas en la clínica.

 


El otro día, en una supervisión grupal, volví a escuchar una situación que ya había escuchado muchas veces, pero hubo algo distinto. Tal vez fue porque la contaron de otra manera, tal vez fue porque tenía un pequeño obstáculo que otras veces no había aparecido, tal vez lo único diferente fue mi escucha o alguna otra cosa, pero lo cierto es que me hizo pensar en las lecturas subjetivas.

La situación fue muy clásica, un paciente cuenta que su padre era muy violento y que le pegaba a los miembros de la familia. En un primer momento, podemos decir que, lamentablemente, no es nada que un psicoanalista no haya escuchado más de una vez; es seguida aparecen todas las referencias al padre de la horda primitiva, al goce del Otro, la falla en la inscripción del significante del Nombre del Padre, que regularía esas conductas excesivas, y muchas otras nociones que manejamos habitualmente.

Pero hubo algo que fue distinto, ya que también por otro hecho que se produjo, la supervisora comenzó a destacar que este paciente no solo denunciaba todos los abusos de violencia que el padre había cometido contra toda la familia, sino que también hizo notar que había un componente de amor hacia ese padre, el cual, aún siendo violento, nunca abandonó a la familia, siempre estuvo presente, los mantuvo económicamente durante toda la vida y unas cuantas cosas más que no debían pasarse por alto.

Por supuesto que no se trata de compensar una actitud con la otra, ni de armar un balance en el cual se puede decir que el padre fue tanto por ciento violento, pero tanto otro por ciento protector y que así no suena tan terrible; tampoco se trata de decirle al paciente que comprenda al padre, que no se lo tome tan a la tremenda, ni nada de eso.

De ninguna manera.

En psicoanálisis no se trata de mezclar las distintas actitudes de una persona para formar una imagen que sea más o menos buena, o más o menos mala; sino todo lo contrario. El analista debe separar estas facetas sin anular ninguna, es decir que lo que el paciente tenga que denunciar del padre tendrá que ser denunciado, mientras que lo que haya que rescatar del padre tendrá que ser rescatado.

Entonces, a la pregunta de “¿cuál era su verdadero padre, el violento o el protector?” no podemos responder otra cosa que “los dos” y si alguien nos quisiera preguntar cuál de esos dos padres era más verdadero que el otro, le tendremos que explicar que esa pregunta está mal formulada, porque no existe uno que sea más verdadero que el otro, sino que cada una de esas facetas del padre, y las marcas que cada una dejó en nuestro paciente, deberá ser analizada por separado.

Justamente, cuando Freud hablaba de la ambivalencia hacia el padre, la cual daba lugar a que hiciera una teoría acerca del Edipo y el Edipo invertido, no apuntaba a mezclar ambos sentimientos y hacer uno, sino tener en cuenta esta dualidad imposible de mezclar, como única forma de entender el por qué de ciertos sentimientos y de ciertas conductas hacia este padre.

Como ejemplo, me viene a la memoria cuando Juanito le pega al padre en la mano y, un segundo después, le besa la misma mano en la que le pegó.

Pero esto nos abre la puerta para entrar en el tema que quiero compartir en este artículo, ya que esto no es sino la apertura de la posibilidad de hacer lecturas subjetivas acerca de esta situación y a eso me quiero referir.

Muchas veces escuchamos de nuestros pacientes o de pacientes de colegas, que en una familia que vivió esta situación con el padre, por seguir con el mismo ejemplo, los hermanos tienen distintas versiones de este padre, ya que algunos pueden verlo como un monstruo y detestarlo; otros pueden recordarlo como alguien muy limitado y tan débil que no sabía cómo actuar si no era a los golpes, por lo cual pueden tenerle lástima; otro puede decir que lo perdonó y que no es la violencia lo que más destaca de su padre, sino los lindos momentos que vivieron juntos; otros pueden nombrar al padre diciendo que les enseñó muchas cosas y agradecerle, sintiendo que gran parte de lo que ellos llegaron a ser como adultos se lo deben a mucho de lo aprendido del padre, etcétera.

Es decir, las muchas facetas de un padre no hacen más que posibilitar que cada uno de los hijos destaque algo muy particular de esa persona, que no tiene por qué coincidir con lo que rescata el otro, sin importar que se trate del mismo padre.

Muchas veces escuchamos decir, y muy ciertamente dicho, que personas que son hijas de los mismos padres no tuvieron los mismos padres, con lo cual se destaca que un padre y una madre pueden no haber actuado igual con cada uno de sus hijos, de manera que cada uno de esos hijos vivió a unos padres distintos. Pero esta lectura subjetiva de los padres también puede producirse cuando todos los hermanos dicen lo mismo de este padre, pero destacan un elemento distinto del que rescatan los demás, como en el ejemplo presentado, donde todos habían sufrido la violencia del padre y también habían disfrutado de buenos momentos con él.

Ahí ya no cuenta, o por lo menos no tanto, que el padre puede haber actuado distinto con cada uno de ellos, sino que la lectura de ese padre que hace cada uno de los hijos no puede ser otra que una lectura subjetiva, única e intransferible.

Aparece entonces este elemento que hace que no se trate solamente de que los padres pueden actuar distinto, sino que también hay siempre y en todos los casos una lectura subjetiva por parte del propio sujeto, aún cuando el relato de los hechos sea el mismo para todos los sujetos involucrados.

Es lo mismo que hace que muchas personas puedan ver una película, lean un libro o vean un cuadro y puedan hacer miles de lecturas distintas al respecto

Claro que no se trata de que uno no esté advertido de que el sujeto hace lecturas subjetivas, sino de que las diversas formas en las que esto aparece en la clínica hace que el sujeto barrado no deje de fascinarnos.

miércoles, 11 de mayo de 2022

Alienación y separación: 4° video. La alienación (3° parte)

         Último video dedicado a la alienación, donde hago una diferencia entre el concepto de alienación en Hegel, Marx y Lacan, para abrir el camino al próximo video en el cual hablaremos de la separación.

            
        Para ver el video, solo tienen que hacer click en la siguiente imagen:




Para quienes prefieran el texto escrito, también lo comparto:


Diferencias con la filosofía.

 

El concepto de alienación que utiliza Lacan no se asemeja al que utilizaban los filósofos que lo precedieron, como Hegel o incluso Marx, sino que va por otro camino muy distinto.

Para Marx, por ejemplo, la alienación tenía otra connotación. En principio hay que destacar que Marx hablaba de personas, hablaba de la sociedad, pero estos conceptos no tienen nada que ver con lo que los psicoanalistas entendemos cuando hablamos del sujeto del inconsciente, $, por lo que cuando hablamos de sujeto en Marx no estamos hablando del sujeto del que habla Lacan.

En la teoría marxista, este sujeto está alienado a algo que implica variables políticas, económicas, culturales, sociales, y un muy amplio etcétera, que lo condicionan a actuar y pensar de cierta manera, lo cual es una forma muy difundida de pensar la alienación, incluso actualmente. Se trata de una persona que se ve tan afectada por su entorno cultural, que termina viendo su subjetividad afectada por la cultura hasta el punto en que hace cosas que no quiere, sin darse cuenta lo que está haciendo.

Este conjunto de variables afecta al sujeto marxista que no puede librarse de esa influencia y se ve dominado en parte por esta corriente y de esta manera podemos decir que en la teoría marxista hay un Otro que se lanza sobre el sujeto y lo aliena.

Ahí sí puede decirse que se trata de una alienación causada por el avance del Otro sobre el sujeto, es a esto a lo que yo entiendo que se opone Lacan cuando dice que él no habla de alienación porque se trate de algo que parta del Otro, porque con ese planteo se está diferenciando de la alienación como se entendía antes de él.

Marx utiliza predominantemente el ejemplo fundamental de los modos de producción capitalista, los cuales hacen que el trabajador no reciba la verdadera recompensa merecida por su trabajo, pero crea recibirla.

Estas ideas estaban muy difundidas en la época de Lacan y era inevitable que esta forma de entender la alienación estuviera presente en quienes acudían a sus seminarios y leían sus escritos, pero si pensamos que los conceptos de sujeto y de alienación se refieren a cosas muy distintas en Marx y Lacan no podemos utilizar la lógica marxista para explicar la teoría lacaniana, por lo cual la forma lacaniana de comprender la alienación no responderá al modelo marxista.

Claramente la noción de sujeto no comienza con Marx o Hegel, sino que podemos ir más atrás también y hablar del “sujeto cartesiano”.

Ya desde Descartes tenemos el postulado de que el ser humano puede demostrar su existencia, es decir su ser, recurriendo al pensamiento, ya que su famosa frase: “Pienso, entonces existo” nos enseña que por el hecho de pensar podemos lograr la prueba de nuestra existencia. Pero también podemos hacer algo más, ya que al decir esto Descartes afirma sin equivocarse que el ser humano es una cosa que piensa.

Esto le da un Ser al sujeto cartesiano, se trata del famoso cogito cartesiano (porque en latín la frase dice: “Cogito, ergo sum”), según el cual el Ser de los humanos es el pensamiento y cualquier persona puede decir, siguiendo a Descartes: “yo soy un ser que piensa”. A partir de eso, todos los humanos sabemos qué somos, ya que somos seres pensantes, y se establece una relación indiscutible entre pensamiento y existencia. Todo lo que piensa tiene existencia y eso le da un Ser indiscutible que lo define completamente.

El psicoanálisis plantea una lógica completamente distinta y es esto lo que Lacan presenta en la alienación, ya que presenta al ser y al pensamiento, al cual nombra como sentido, como dos campos distintos, los cuales solamente comparten una pequeña porción.

Es que la noción de sujeto del inconsciente, por su división subjetiva, implica una pérdida del Ser, este Ser cartesiano que puede ser nombrado con palabras y, por lo tanto, puede ser completamente dotado de sentido hasta el punto que todos comprendemos en qué consiste el ser de lo humano.

De esta manera, la noción de sujeto que estableció Lacan, sujeto dividido que tiene una pérdida en su ser, se opone a la noción de sujeto que estableció Descartes, sujeto del pensamiento, el cual le da su Ser completo.

Es por eso que Lacan, respecto de la idea que sostiene la filosofía acerca del Ser completo del sujeto y su posibilidad de encontrar una definición concreta de dicho Ser, dice:

 

“Esta es, por cierto, la falla esencial del idealismo filosófico, por otra parte insostenible y nunca radicalmente sostenido. No hay sujeto sin que haya, en alguna parte, afanisis del sujeto, y en esa alienación, en esa división fundamental, se instituye la dialéctica del sujeto”.[1]

 

Al hablar de “idealismo filosófico”, Lacan está reuniendo a algunos de los filósofos más importantes de toda la historia, no solo se opone a Descartes y su famosa frase, sino que también discute las ideas de Immanuel Kant, cuya teoría filosófica es conocida como “idealismo trascendental” y postulaba un sujeto epistemológico, es decir que se basa en la razón y el pensamiento, siguiendo el camino racionalista iniciado por Descartes; pero también se refiere a Hegel, cuya corriente es conocida como el “idealismo absoluto”, cuyo sujeto está inmerso en una dialéctica que llega, y Hegel postuló que su filosofía era la culminación de dicha dialéctica, al “espíritu absoluto”, donde finalmente el sujeto hegeliano podía ser conciente de su propia existencia y de todos los determinantes que tuvieron lugar para alcanzar ese estado. El “espíritu absoluto” de Hegel también habla de un Ser completo.

La lógica del psicoanálisis postula que la S que representa al sujeto está barrada, por lo que en realidad se trata de $, siendo que esta barra implica que el sujeto porta una pérdida inherente a su existencia, la cual hace imposible que el sujeto pueda definirse a sí mismo de una manera completa o, por decirlo de otra manera, que el sujeto pueda utilizar el campo del sentido para lograr acceder a su propio ser. Como ejemplo de esto, cualquiera puede decir de sí mismo “yo soy…” y completarlo con lo que quiera, pero eso siempre va a ser insuficiente para definir su propio ser, ya que no importa lo que diga, porque siempre van a quedar muchas más cosas para decir, ninguna va a definir su ser, y aún cuando alguien pase años diciendo cosas de sí mismo tampoco podría lograr una definición completa de su ser.

Yo puedo decir que soy argentino, que soy hombre, que soy padre, que soy… mil cosas más, pero por este camino jamás podría lograr acceder a un Ser completo. Por el lado del sentido, el sujeto queda condenado a tratar de definirse a sí mismo a través de una eterna metonimia de significantes que discurren de uno al otro y a otro y a otro, sin jamás poder llegar a un fin, a un significado, a una definición del propio ser.

Podemos decir que el sentido y el pensamiento cartesiano, y de toda filosofía en general, intenta transformar al sujeto barrado, $, en un sujeto completo, S, el cual no solo tiene su Ser, sino que también es conciente de él.

Buscar este Ser es una búsqueda de la identidad, tanto propia como también grupal, como puede ocurrir al pertenecer a una nacionalidad, un grupo político, un equipo de fútbol, etcétera, que está tomada únicamente desde el punto de vista del registro imaginario, en el cual todo siempre busca ser completo, que la idea cierre y no deje ningún punto sin abordar y sin que quede algo sin explicar; es una identidad en la cual alguien buscaría poder encontrarse absoluta y definitivamente, como si el poder decir “yo soy X” fuera suficiente para dar cuenta de quién y cómo es una persona.

Pero ocurre que desde la perspectiva del psicoanálisis esto nunca va a poder conseguirse, como no sea desde lo imaginario, lo cual es calificado como una simple ilusión, la ilusión imaginaria de la completud, que Lacan varias veces relaciona con una idea tomada de la filosofía que es el velo de Maya, porque, por supuesto, no hizo falta esperar a Freud para que lo relacionado con la imagen fuera calificado como ilusorio.

Para el psicoanálisis, siempre va a haber divisiones que hagan que el sujeto no pueda ser considerado como completo, lo que sí habrá serán identificaciones, es decir que un sujeto va a tomar rasgos de los otros, de aquellos que le resulten verdaderamente significativos por un aspecto o por otro, y adoptará esos rasgos como propios, lo cual le permitirá sentir que esas características, ya sea gustos, ideologías, intereses, etcétera, tienen que ver con su persona, con su ser, y recorrerá esos caminos cómo pueda y desee, pero siempre lo hará a la forma humana, es decir que lo hará con tropiezos, dudas, cambiando muchas veces de parecer y con muchos altibajos que demuestran que la idea de que alguien se reconozca en una situación y la sostenga en forma firme y decidida, sin ninguna dificultad en absoluto, es solo un ideal imposible que queda completamente relegada al mundo de las ficciones imaginarias del sentido. El pensamiento y el sentido, elementos imaginarios, el Ser del humano, perdido por estructura, y el ser (con minúscula) que podamos ubicar en lo humano, no son lo mismo ni recorren el mismo sendero.

Respecto de esto podemos traer una frase dicha por Lacan, según la cual la lógica del psicoanálisis plantea que se es, lo propio del ser, donde no se piensa y se piensa donde no se es, ya que podemos decir que el sujeto del inconsciente se ubica, es decir que es, donde el sentido no opera, como por ejemplo puede ser en un lapsus, un olvido, un sueño o un síntoma, ante los cuales el pensamiento es completamente inútil; mientras que en el dominio del pensamiento no hay lugar para que aparezca nada de la existencia del sujeto, su ser, sino todo lo contrario, ya que cuando aparece el sujeto es porque hubo un corte, una interrupción, en el camino del sentido.

Como se dijo antes, la alienación dejaría al sujeto en un estado de pura división, es decir en un estado de pura pérdida del ser, totalmente indeterminado, por lo cual habrá necesidad de otra operación que lo rescate, aunque sea parcialmente, de esta división absoluta y esa otra operación es la separación.



[1] Lacan, J. “El seminario…” Pág. 229.