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La serie “Algo en que creer”, es una serie acerca de las relaciones humanas y sus creencias. Me pareció muy impactante por la fortaleza de los protagonistas. Un padre, sus dos hijos y una madre que acompaña.
Algo en qué creer recorre varios caminos. Desarrolla los conflictos de sus personajes frente a la fe, la moral y las consecuencias de los actos personales, mientras en paralelo aborda asuntos propios de la sociedad danesa contemporánea como la adaptación a su ancestral cultura a otros grupos, en particular la inmigración islámica, y cómo enfrentan asuntos como la eutanasia y la intervención de sus fuerzas armadas en territorios extranjeros.
Johannes Krogh (Lars Mikkelsen) es un pastor luterano que compite por el puesto de obispo de la diócesis de Copenhague. Proviene de una familia de religiosos que por dos siglos ha sido protagonista de un credo cristiano que comparte con el catolicismo, la adoración de imágenes como el Cristo crucificado, difiere radicalmente en otros aspectos: no se manifiestan en contra del aborto ni sistemas anticonceptivos, celebran matrimonios con personas del mismo sexo.
Johannes posee carisma, basado en su palabra alimentada por la fe y un gran conocimiento. Manifiesta soberbia, autoritarismo, escasa paciencia y empatía con los más cercanos. Krogh tiene problemas con el alcohol y mantiene una tensa relación con sus hijos August, el favorito que sigue la tradición sacerdotal del clan, y Christian, que le decepciona por no sumarse al credo. Johannes finalmente cruza los límites del matrimonio abierto acordado con su esposa Elisabeth, que lleva a su pareja a buscar amor y consuelo en otra mujer.
La serie también se traduce como “los caminos del Señor’ tratar asuntos profundos y complejos como el sentido de la fe, y la búsqueda de respuestas en torno a la posibilidad de una existencia extraterrenal.
En la serie cada uno de sus hijos tomó un camino diferente, y esto marcó la relación con Johannes. ¿Cuáles fueron las consecuencias de seguirlo? ¿Y cuáles de pensar en forma autónoma cuestionando algunas de las enseñanzas? ¿Quién se atreverá a desafiar al gran sacerdote de Dios?
Luego de ver esta serie, pensé en Miguel, un paciente de 42 años que consulta por vivir siempre angustiado, sufriendo y sin poder disfrutar de todo lo que ha logrado en los últimos años. Sobre su padre refiere que era egoísta, malo, tiránico, y despectivo. Era también un sacerdote de una congregación no cristiana, muy reconocido en su barrio y deseaba que Miguel siga en su lugar.
Pero a sus 33 años se enfrenta con su progenitor. Y elige otro camino, que había empezado a pensarlo hace mucho, cuando fue padre a los 22 años y no podía separarse.
Siempre se sentía en falta frente a su padre, que era como un “semidiós” para su congregación”. Y que no era lo suficientemente bueno, ni inteligente ni preparado para la vida.
A los 36 años comienza a estudiar en la universidad y en la actualidad está por finalizar sus estudios universitarios.
A lo largo del análisis pudo realizar movimientos subjetivos importantes, que no son al nivel de la conducta, (del yo), sino del sujeto, pero luego repite la misma angustia en otras situaciones. Se ahoga y sufre. Como cuando era chico.
Miguel trae a las sesiones diferentes textos que lee, uno de los que más le impactaron fueron los escritos de Kafka. Un aspecto fundamental que marcó la vida de Kafka y su escritura fue la relación que tuvo con su padre: “Carta al padre”.
En este texto Kafka, relata el carácter maltratador que su padre tuvo con él desde la infancia, y las consecuencias psíquicas que le dejó esta relación. Escribe Kafka:
“Tú estabas dotado para mí de eso tan enigmático que poseen los tiranos, cuyo derecho está basado en la propia persona, no en el pensamiento…
Yo estaba bajo tu enorme peso, en todo mi pensar, incluido el que no coincidía con el tuyo, y sobre todo en ése. Todos esos pensamientos aparentemente autónomos estaban hipotecados desde un principio por tu juicio desfavorable; soportar eso era casi imposible. No hablo aquí de ningún pensamiento elevado sino de cualquier pequeña empresa de la infancia. Sólo hacía falta ser feliz por cualquier cosa, estar encantado con ella, llegar a casa y decirlo, y la respuesta era un suspiro irónico, un sacudir la cabeza, un tamborileo sobre la mesa”.
Algunas ideas sobre la posición de Miguel:
En 1916, Sigmund Freud publicó en la revista Imago su artículo denominado “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico“, e intenta explicar a “los que fracasan cuando triunfan”.
El planteo de Freud es el siguiente: en una serie de casos se puede apreciar como personas que tenían deseos que no habían podido cumplir por circunstancias externas, o porque simplemente no había llegado el momento para ello, realizaban una serie de conductas discordantes con sus antiguas aspiraciones cuando las circunstancias externas finalmente habían cambiado a su favor, lo que les impedía disfrutar del éxito tan anhelado, como si no pudieran soportar la dicha.
Freud lo asocia a que una frustración interior se ha hecho camino sola, produciendo efectos y ha surgido únicamente (y se ha hecho evidente) una vez que la frustración exterior le ha cedido paso al cumplimiento de deseo. “En modo alguno es inhabitual que el yo tolere un deseo por inofensivo mientras este arrastra su existencia como fantasía y parece alejado del cumplimiento, en tanto que se defiende con fuerza contra él tan pronto se acerca al cumplimiento y amenaza hacerse realidad (…) son poderes de la conciencia moral los que prohíben a la persona extraer de ese feliz cambio objetivo el provecho largamente esperado” (Freud, 1916, Pp. 324-325).
Recae sobre el superyó la responsabilidad de esas conductas. Un mandato interior prohíbe el logro del triunfo esperado, pues alcanzarlo tendría implicaciones y costos más altos que el no hacerlo, por lo que resulta preferible optar por síntomas o inhibiciones con tal de no conseguirlo.
Diez años más tarde, en “Inhibición, Síntoma y Angustia”, Freud vuelve a hacer referencia a estas situaciones y dice que muchas de éstas se producen al servicio del autocastigo, “El yo no tiene permitido hacer esas cosas porque le proporcionarían provecho y éxito, que el severo superyó le ha denegado. Entonces el yo renuncia a esas operaciones a fin de no entrar en conflicto con el superyó”. (Freud, 1926, p. 86).
El síntoma que presenta Miguel aparece ante la imposibilidad de disfrutar un título académico para lograr un éxito anhelado, para no superar a los padres en méritos personales. Equivale simbólicamente en lo inconsciente a algo prohibido, la culpa, se hace visible al momento del fracaso que imposibilita el triunfo, debía estar presente desde un principio y por tanto preceder al fracaso, que vendría a representar.
Son un tipo especial de carácter, que devela la presencia de un modo especial de relación con el deseo, de una forma de gozar, que implica la presencia de una fantasía que para poder subsistir exige que el deseo largamente esperado no se cumpla.
La instancia del superyó es heredera del Complejo de Edipo, por ende, es posible que la culpa que impida el logro sea un aspecto no resuelto de aquél complejo o una repetición derivada del mismo. No se puede, llegar más lejos que el padre, ganar más dinero que él o ser más dichoso.
La queja y el lamento de Miguel son conscientes, el aparente deseo por cambiarlo también, pero las causas que se lo impiden son del orden del sujeto del inconsciente, no se siente merecedor de tal cambio, siente que le corresponde vivir con la tristeza, como si formara parte de su propia identidad subjetiva de la que no se puede desprender. Con otra presentación aparece de nuevo el súper yo.
No se permite vivir el éxito, pues ante éste se vive la necesidad de una especie de pago que no está dispuesto, o simplemente está impedido de realizar. Es preferible sacrificarse. De este modo el uso de la fantasía que hace sirve para indeterminar la realización del deseo; se tiene la sensación que lo que se está viviendo es “demasiado bueno para ser verdad” y por ende hay que dar marcha atrás ante ello.
Sin embargo, no es un caso estrictamente interpretable de los que fracasan al triunfar. Él logra triunfar y no fracasa luego, lo que no puede es reconocer aún ese recorrido que hizo. No puede reconocerse más que como hijo del padre. El sentimiento de culpa y el súper yo le están pasando factura. La cuestión es que pueda disfrutar de lo que consiguió reconociéndose como sujeto y no como el hijo del fraude.
En este sentido pasar del hijo del fraude al lector de Kafka es un movimiento gigante que le va a llevar tiempo asimilar. Todavía tiene que duelar que su deseo lo llevó a faltarle al padre. Hay algo del horror al acto que llevó adelante. Como si pensáramos que sus movimientos se le adelantaron a lo que podía subjetivar.
¿Y qué pasa con el análisis?,
Miguel se muestra interesado, ha logrado desentrañar aspectos reprimidos de su vida y elaborar otros tantos, pero de pronto el avance del proceso se para por la fuerza de las resistencias del superyó (Freud, 1926), y entonces el masoquismo condena a Miguel a seguir sufriendo y ser incapaz de resolver su problemática, como si un mandato superior así lo dispusiera. Queda entonces anclado a repeticiones ineficaces que sostienen su síntoma pese a los intentos suyos y del analista por destrabarlo. El síntoma puede asumirse como un merecimiento desdichado con el cual hay que vivir.
Parecería que algo de ellos se opusiera al avance, como si se tratara de un peligro, algo que es asociado por Freud al sentimiento de culpa inconsciente que le impide lograr mejorías en su vida, el cual puede tener su origen en acontecimientos traumáticos ocurridos en la temprana infancia.
Tanto el niño como el adulto necesitan ser amados por su superyó, así como por las personas de su entorno. Esta es una posible dirección de la cura, procurando la mayor deconstrucción de ese super yo y reelaboración de los nuevos significados.
Es un modo especial de relación con el deseo, una forma de gozar, una fantasía que, para su persistencia, exige que el deseo largamente acariciado no se cumpla. En el momento en que se cumple el deseo, que resultó estar prohibido, el sujeto se queda sin deseo, no puede gozar de lo que obtuvo ni continuar deseándolo, ni tampoco buscarse otro objeto del deseo, y por tanto sin nada que decir, sin palabras, y cae en la angustia más profunda.
Cuando gana más dinero que su padre, lo supera, crece más que él, y así en cierto modo lo mata, se quiere correr, de modo que consideramos normal que esté un poco triste, hace el duelo de ese papá ideal que ganaba más que nadie, que para él no existe más. Cuando el proceso es depresivo, y melancólico, sin embargo, parte del yo se identificó con el objeto perdido, y esa parte es considerada mala por el super-yo, arrastra consigo todos los reproches que corresponden al objeto.
El trabajo analítico se puede pensar como una rectificación del modo de gozar del sujeto. Expresar el conflicto no supone resolverlo. Es en el espacio analítico donde pueda atravesar sus fantasmas, conectar con las emociones desplazadas, en especial el odio y la agresividad volcada sobre sí mismo, jugar su relación fantasmática con su padre en la seguridad de una relación honesta. Recordar para dejar de repetir, conectar con su agresividad para liberarla.
Miguel tiene que duelar a sus padres, ver sus limitaciones y aceptarlos como son: no pudieron cuidarlo, lo abandonaron y él fue resto. No puede dejar de hacer presente a su padre y de esto padece. Y llora.
Trabajar sobre sus recursos que le fueron donados por su abuela, quien cumplió la función paterna. Fue ella quién lo sacó de la villa. Ya no es el chico de la villa. Ya salió.
Bibliografía:
Blasco, J. (febrero de 1998). Depresión y triunfo. Los que fracasan al triunfar. En VI Congreso Psicoanalítico Internacional, Madrid.
Freud, S. (1916). Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico. Cap. II: los que fracasan cuando triunfan. Sigmund Freud: Obras Completas Vol. XIV. (2da Ed.). Buenos Aires: Amorrotu, 1986.
Freud, S. (1917). Duelo y melancolía. Sigmund Freud: Obras Completas Vol. XIV. (2da Ed.). Buenos Aires: Amorrotu, 1986.
Freud, S. (1923). El yo y el ello. Sigmund Freud: Obras Completas Vol. XIX. (2da Ed.). Buenos Aires: Amorrotu, 1986.
Freud, S. (1926). Inhibición, Síntoma y Angustia. Sigmund Freud: Obras Completas Vol. XX. (2da Ed.). Buenos Aires: Amorrotu, 1986.
Kafka, F. (1919) Cartas al padre. Franz Kafka. Editorial Lea.
Lacan, J. (1975) La angustia. Seminario 10
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