martes, 20 de abril de 2021

Sigmund Freud y el padre de la horda primitiva.

Para poner a jugar a Freud en este sentido voy a tomar su teoría acerca del padre de la horda primitiva, tal como él la expone en su libro “Tótem y tabú” (1913), en esta oportunidad para explicarla brevemente y luego para ponerle signos de pregunta para ver qué de esa teoría nos convence y qué no tanto.

Sabemos que esta no es la última palabra de Freud con respecto al padre de la horda primitiva ya que también lo trata en otros textos, tales como “Psicología de las masas y análisis del Yo” y “Moisés y la religión monoteista”, pero ese será material para otro momento.

Sin más preámbulos, empecemos.

En el capítulo 4 de dicho texto, Freud está repasando las explicaciones de distintos autores acerca de cómo se estableció la prohibición del incesto en la cultura y reserva para el último lugar una en la cual nos detendremos. Toma del naturalista inglés Charles Darwin una hipótesis basada en la observación de los monos superiores, según la cual podría deducirse que el hombre primitivo vivió en pequeñas hordas que estaban dominadas por el macho más fuerte, este macho impedía a los demás machos el acceso a las hembras, reservándolas todas para sí mismo.

Hasta allí llega lo que toma de Darwin, luego Freud continúa avanzando.

Esto nos haría pensar en una gran hostilidad hacia ese padre por parte de sus hijos y también en un gran deseo de tomar para sí a alguna de esas mujeres prohibidas, madres de los miembros de la tribu; siendo así que estas dos actitudes, la hostilidad hacia el padre y el deseo por la madre, coincidentes con lo observado en el complejo de Edipo, sean rasgos característicos presentes desde el inicio de la humanidad como así también el nódulo de la neurosis.

Es interesante observar cómo Freud postula ambos tabúes tanto en el origen de la historia humana como en la individual.

Freud toma como referente a W. Robertson Smith, estudioso de éstos y otros temas, para referirse al banquete totémico, es decir a la fiesta en el cual el animal totémico, sagrado e intocable, era asesinado y comido por la tribu, lo cual solo podía ocurrir si toda la tribu participaba del asesinato y de su posterior celebración, siendo que esto estaba absolutamente prohibido para un individuo solo o para un grupo pequeño. Es también destacable que la participación de dicho banquete creaba un lazo de unión al tótem y entre los participantes, era un lazo sin condiciones de ningún tipo que Freud llama “comunidad del clan” (kinship).

No es un dato menor esta necesidad de matar al tótem, ese animal que era considerado parte de la tribu y que inspiraba temor a sus miembros de la misma, como tampoco lo es el hecho de que para matarlo debían participar todos sin excepción y de esa manera repartir la culpa en toda la tribu, para luego comerlo, internalizarlo, hacerlo parte de uno y fijar entre los comensales un pacto de hermandad.

También se destaca el hecho de que, antes de matarlo, los miembros del clan actúan y se visten como el animal totémico, es un rito de identificación con él. Luego del banquete lo duelan, lo lloran, para luego realizar una fiesta.

Este dolor representa el temor al castigo por dicha muerte y estaría al servicio de quitar responsabilidad al clan por el crimen cometido; la alegría estaría dada por la unión con el animal totémico y por el lazo que se funda entre los miembros del clan, aunque no se puede desconocer el placer que causa el hecho de hacer lo que, en otras oportunidades, está absolutamente prohibido.

Freud considera a ese animal totémico un sustituto del padre y caracteriza esa actitud ambivalente de amor y hostilidad hacia el tótem como una manifestación típica de la ambivalencia que los niños de hoy exhiben por sus padres.

Cabe aclarar que este estado social de un solo padre jamás fue encontrado por un arqueólogo, antropólogo, etcétera, por lo cual Freud lo califica en distintos lugares de su vasta obra como “mito científico”. Dentro de esta estructura mítica y siguiendo los planteos de Robertson Smith, Freud completa el relato diciendo que los hijos asesinaron al padre y luego lo comieron, esto solo pudo ser llevado a cabo por todos los hermanos, siguiendo el modelo del banquete totémico. Al ingerirlo tomaron su fuerza, lo interiorizaron y se identificaron con él.

También postula que esto podría ser lo que produjo el derecho matriarcal del que habla Bachofen, el cual luego sería reemplazado por la familia patriarcal, aunque luego dice que le es imposible determinar el lugar ocupado por estas divinidades maternas que precedieron quizá en todas partes a los dioses padres.

Este acto de los hermanos contra el padre está también motivado por la conducta de ese padre, a quien Freud califica como “violento y tiránico”, y del cual hace decir a estos hermanos: “Si el padre nos hubiera tratado como nos trata el tótem, no habríamos sentido jamás la tentación de matarle”, como una justificación ante la tan terrible brutalidad cometida contra la autoridad paterna.

El deseo de los hermanos de ser iguales al padre quedó insatisfecho y el amor a él se impuso al odio que le tenían, convirtiéndose así el padre en el ideal al cual se sometieron y lo que antes era la ley del padre pasó a ser la ley de los hermanos, solo que estos hermanos también estaban regidos por esa ley, en lugar de actuar como lo hacía el padre que se presentaba como la excepción a la ley, porque las mujeres de la tribu estaban prohibidas para todos, menos para él.

Luego de esto, Freud agrega algunos comentarios finales, de tipo más general acerca de lo expuesto. Entre otras cosas dice respecto a la ambivalencia afectiva observada hacia el padre: “…ignoramos totalmente su origen. Podemos suponer que constituye un fenómeno fundamental de nuestra vida afectiva…”.

También, algo clásico en Freud, se adelanta a posibles críticas diciendo que el efecto de este parricidio primitivo en generaciones muy posteriores puede explicarse por la transmisión cultural de costumbres, ritos, etcétera. En sus palabras: “Tal continuidad queda asegurada en parte por la herencia de disposiciones psíquicas…” a la cual luego llama “comprensión inconsciente de todas las costumbres”.

Es por este parricidio primitivo que Freud cierra el texto con palabras que postulan un origen distinto al de la Biblia: “…en el principio era la acción”, en lugar de poner el verbo en el origen de todo.

2 comentarios:

  1. La sociedad reposa sobre un crimen cometido en común.

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  2. Es un muy interesante detalle el que destacás, Rodrigo, se trata de un punto en común en la formulación de Freud y la crucifixión de Cristo para el cristianismo.

    Gracias por tu comentario.

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