jueves, 28 de abril de 2022

Alienación y separación 3° video. La alienación (2° parte)

Este es el tercer video de la serie dedicada a la alienación y la separación, donde continúo hablando de lo que es el concepto de alienación en la obra de Jacques Lacan. En este video abordo la elección del sujeto entre el campo del sentido y el del ser.

Para ver el video, solo tienen que hacer click en la siguiente imagen:




Para quienes prefieran el texto escrito, también lo comparto:


Es así como llegamos a la página 219 del seminario 11, donde Lacan presenta este gráfico:

 


Entre el campo del sujeto, el ser, y el campo del Otro, el sentido o pensamiento, se ubica el sin-sentido y esto nos lleva a plantear la elección que antes veíamos en el ejemplo de “la bolsa o la vida”, que en este caso sería, para el sujeto, “el ser o el sentido”.

 Si el sujeto elige quedarse con el ser, entendido como el Ser total y completo, pierde todo, como ocurría en el otro ejemplo si quien es asaltado elige la bolsa y pierde la vida. Esto ocurre porque esa pretensión de lograr el Ser absoluto es una pretensión vana, podríamos decir quimérica, tan ideal que es imposible, de manera que si elegimos aquello que no existe no nos quedaremos con nada, perderemos todo. Por pretender obtenerlo todo, nos quedamos sin nada.

Por el contrario, si elegimos quedarnos con el pensamiento, como el asaltado que elige conservar la vida, esto ocurrirá con una pérdida inevitable, la cual está ubicada en la parte que el sentido tiene en común con el ser y que Lacan llama el sin-sentido.

 

“Si escogemos el ser, el sujeto desaparece, se nos escapa, cae en el sin-sentido; si escogemos el sentido, éste solo subsiste cercenado de esa porción del sin-sentido que, hablando estrictamente, constituye, en la realización del sujeto, el inconsiente”.[1]

 

Entonces tenemos tres partes del gráfico, tres elementos que tenemos que aclarar.

Por un lado, tenemos al sujeto, que en este planteo Lacan ubica como otra forma de escribir el ser. Esto puede resultar muy confuso, porque en muchas ocasiones Lacan hace exactamente todo lo contrario y ubica al sujeto como lo opuesto al ser.

Tratemos de explicarlo.

Muchas veces Lacan habla del ser como algo completo, como si existiera algo que nos definiera a cada uno de nosotros y nos diera esa identidad absoluta como individuos totalmente autoconcientes. Ese Ser, lo escribo con mayúsculas para resaltarlo y diferenciarlo, es una vana pretensión del registro de lo imaginario, donde todo busca consistir y ser perfecto, sin fallas, ni dudas. Es a ese Ser que el sujeto del inconsciente se opone, ya que el $ implica una falla estructural en su propia barradura, de manera que el planteo de un sujeto como lo entiende el psicoanálisis se opone a un Ser absoluto al cual nada le falta.

Pero ocurre que, en este momento, Lacan no está refiriéndose al Ser, completo y absoluto, sino que se está refiriendo a otra forma del ser, este con minúscula, el cual solo puede estar del lado del sujeto, ya que en el sujeto del inconsciente se juega algo de la existencia del ser humano, aunque, por supuesto, esto se produzca de una manera muy distinta de como ocurre en los animales.

El ser de lo humano, lo que los seres humanos somos, no lo vamos a poder encontrar en el campo del sentido, ya que es imposible que un $ de cuenta de su existencia con argumentos y palabras, las cuales nunca podrían definir el ser presente en un humano y, por lo tanto, solo puede aparecer en el campo del sujeto.

El segundo elemento que aparece en el gráfico es el Otro, que Lacan ubica acá del lado del sentido. Esto también es completamente desconcertante, ya que el Otro es el tesoro de los significantes, lugar eminentemente simbólico, regido por las leyes de la metáfora y la metonimia, y al cual ya desde mucho antes del seminario 11 Lacan ya escribía con el matema Ⱥ, porque está habitado por una falta. Pero Lacan va y lo pone junto al sentido, que pertenece por completo a lo imaginario, donde todo está siempre completo y nada falta, donde todo tiene sentido y se entiende, donde el “sentido común” puede explicarlo todo.

Claramente Lacan muchas veces es desconcertante.

Ocurre que es cierto que el sentido solo aparece como efecto de la concatenación significante, cada combinación significante arrojará un sentido, el cual nunca será único y objetivo, sino que deberá ser interpretado por algún sujeto, siendo que distintos sujetos podrán hacer distintas interpretaciones de lo mismo y, por lo tanto, los sentidos que se le den a algo pueden ser infinitos e impredecibles. Por lo tanto, es imposible hablar de sentido sin incluir también al Otro.

Y entre ellos hay un tercer elemento, que en el gráfico aparece nombrado como el sin-sentido y que Lacan ubica como el lugar del inconsciente. El punto donde el sentido, que todo lo explica, se encuentra con este sujeto barrado es donde aparecen las manifestaciones del inconsciente, como podemos ejemplificar con un acto fallido, donde se produce una fractura del discurso del sentido y emerge el sujeto con una producción que no se comprende, que no tiene sentido y sin embargo existió, tuvo su ser.

Y respecto de esto Lacan dice que hay una elección que implica una pérdida, ya que si elegimos el lado del sentido nos quedamos solamente con el sentido, se pierde el sujeto del inconsciente, se pierden las manifestaciones del inconsciente, es decir que se pierde el inconsciente mismo. Esto sería algo así como una representación que no puedo calificar de otra manera que no sea diciendo que es exclusivamente mítica, donde habría un ser humano que no tuviera inconsciente, que no experimentara formaciones del inconsciente (sueños, síntomas, olvidos, lapsus) y que estuviera pura y exclusivamente en el campo del sentido, de manera que todo lo pudiera explicar sin que hubiera jamás ninguna laguna en ninguna de sus argumentaciones, siempre tuviera una respuesta para todo, nunca dudara, no se le presentara jamás ninguna contradicción que le costara resolver, etcétera.

Por el otro lado, si se elige el ser, se pierde todo sentido, solo queda la división subjetiva despojada de todo sentido.

Sea como sea, la alienación implica una pérdida estructural.

Respecto de esta elección, no se trata de algo que el sujeto haga a propósito, por lo que Lacan dice:

 

“La elección solo consiste en saber si uno se propone conservar una de las partes, ya que la otra desaparece de todas formas”.[2]

 

Es decir que cuando Lacan habla de que hay una elección, no se refiere a que realmente el sujeto se plantee una decisión en la cual debe optar entre dos elementos, según cuál le guste más, sino que se refiere al hecho de que se produce una situación en la cual cualquier camino llevará a una pérdida irremediable.

Y esto lleva a Lacan a vincular la operación de alienación con la función del analista, ya que la interpretación tiene un rol que apunta justamente al sujeto del inconsciente, no a algo que tenga que ver con un juego del sentido, del pensamiento, lugar donde el analista se perdería en explicaciones y justificaciones yoicas dadas por el paciente. La interpretación tiene que apuntar a la división subjetiva donde, lejos de aparecer un relato coherente y bien formado, se busca que aparezca una pregunta que nunca había sido hecha antes, que dirija el camino del análisis a poner la luz sobre puntos que siempre se pasaron por alto, puntos que el yo ignoró debido a su función fundamental de desconocimiento del sujeto y sus vicisitudes, para lograr una ilusión en la cual todo puede ser claramente explicado.

 

“El objetivo de la interpretación no es tanto el sentido, sino la reducción de los significantes a su sin-sentido para así encontrar los determinantes de toda la conducta del sujeto”.[3]

 

Esta pérdida del inconsciente es lo que Lacan denomina la afanisis del sujeto, es decir su desaparición, ya que de ninguna manera puede pensarse el sujeto del inconsciente si solo podemos quedarnos con el campo del sentido y el pensamiento, elementos exclusivamente ubicables en el registro imaginario, es decir que no podemos pensar el sujeto del inconsciente si el mismísimo inconsciente está perdido.

Es decir que si se elige el ser se pierde todo sentido, de manera que el sujeto queda ubicado únicamente en un lugar donde su ser no podrá unirse jamás a ningún sentido y por lo tanto será siempre pura división. Pero si se elige el sentido se pierde el inconsciente, de manera que tampoco será posible ubicar allí un sujeto del cual se pueda decir algo, ya que ese sujeto estará desaparecido.

Esto se ve nombrado por Lacan cuando dice:

 

“Si se le capta cuando nace en el campo del Otro, lo característico del sujeto del inconsciente es que está, bajo el significante que desarrolla sus redes, sus encadenamientos y su historia, en un lugar indeterminado”.[4]

 

 Ese lugar “indeterminado” es donde la alienación deja al sujeto por su división subjetiva.

Por lo tanto, el encuentro con el campo del Otro, más precisamente con los significantes del Otro implica una elección en la que el sujeto sufre una pérdida inevitable, se trata de una pérdida de su ser, la cual es estructural y dejará al sujeto en una situación de afanisis, de la cual solo podrá rescatarlo la operación que cierra el círculo, es decir la separación. Esta afanisis es una nadificación del sujeto, es decir que el sujeto queda desaparecido, siendo nada.

Por último, considero importante aclarar que la alienación no es algo que se pueda pensar como ocurriendo en un tiempo mítico previo a la aparición del sujeto y que deja de tener efectos en el tiempo de vida de una persona, ya que todo sujeto está inevitablemente alienado a los significantes del Otro durante toda su vida, siempre estará dividido en su ser, nunca podrá dejar atrás la castración estructural que le impide ser uno consigo mismo, completo y sin ninguna falta en su ser, por lo que la presencia de la alienación se encuentra cada vez que se produce la irrupción del sujeto, en cada una de las llamadas formaciones del inconsciente, ya que ahí se hace evidente la falta en ser del humano, su captura entre dos significantes, su imposibilidad de actuar siempre guiado por su voluntad conciente y, en definitiva, su división subjetiva.

En definitiva, lo que Lacan entiende por alienación no tiene nada que ver con que alguien obedezca siempre los dichos del padre o de la madre, sino que tiene que ver con el hecho de que el sujeto, por estar alienado a los significantes del Otro, queda barrado y por lo tanto pierde el Ser, deja de existir como una entidad completa y cuya definición e identidad son posibles, el sujeto queda desaparecido, en un estado de afanisis.

La única forma de que se produzca un rescate de esta situación donde el sujeto quedaría atrapado en una nada indeterminada es la operación de la separación.


Bibliografía


[1] Lacan, J. “El seminario…” Pág. 219

[2] Idem.

[3] Idem.

[4] Idem, pág. 216.

jueves, 21 de abril de 2022

2° Video de "Alienación y separación". La alienación (1° parte).

Este es el segundo video de la serie dedicada a la alinación y la separación, primero en el cual abordo el concepto de alienación al que le voy a dedicar 3 videos.

Los invito a compartir el principio de lo que dice Lacan acerca de esta operación, que él ubica como la primera de las dos que causan al sujeto.

 

Para ir al video solo tienen que hacer click en la siguiente imagen:




 

Para quienes prefieren el texto escrito, también lo comparto:


Alienación.

 Habitualmente se escucha que los analistas hablan de la alienación como si se tratara de una alienación al Otro, pero esto se puede entender de varias maneras y algunas no son correctas, como ocurre cuando ese Otro aparece encarnado en alguien, pongamos por ejemplo la madre, y se dice como ejemplos de la alienación algo así como que el niño está demasiado pegado a su madre, o que el adolescente siempre repite lo que la madre le dijo y cosas por el estilo.

Esto es una forma equivocada de entender la alienación, la cual parte de la noción de que la alienación es al Otro.

Entonces, si bien hay una función que cumple el Otro en la alienación, no tenemos que pensar en que se trata de un Otro encarnado en nadie, sino de que el Otro opera como el tesoro de los significantes, es decir que actúa como el lugar lógico donde se encuentran todos los significantes.

Y esto ocurre porque es del encuentro con el campo del Otro como tesoro de los significantes que se produce la aparición del sujeto tal como la conocemos, es por la relación con los significantes que puede hablarse de un sujeto.

Seguramente esto recuerda a la frase que define al sujeto en la teoría lacaniana, la cual dice que un sujeto es lo que representa a un significante para otro significante, ya que solamente en el intervalo significante es que puede alojarse un sujeto, es decir que el sujeto solo puede ubicarse entre dos significantes.

Como ejemplo de eso es que podemos decir que un acto fallido del lenguaje, decir una palabra cuando se quería decir otra, muestra el efecto sujeto sostenido entre el significante que quería ser dicho y el que efectivamente fue pronunciado. Cuando hay un fallido, como también cuando hay un olvido, un chiste, un sueño o un síntoma, es que aparece el sujeto del inconsciente.

El mecanismo de la alienación tiene que ver con este encuentro con los significantes, alojados en el Otro del lenguaje, que llevan a la división subjetiva, lo cual implica una pérdida que debe ser explicada, pero que nos lleva a decir que la alienación es a los significantes del Otro, por lo tanto no es equivocado decir que en cierta manera existe una alienación al Otro, pero siempre teniendo en cuenta que es un Otro no encarnado en nada ni nadie, sino que es el Otro como sede lógica de los significantes.

En dicho encuentro con los significantes, el sujeto queda capturado por el lenguaje y, por lo tanto, se produce su barradura, el sujeto ha quedado barrado. A partir de eso podrá hablar y en dichas manifestaciones del lenguaje aparecerá el efecto sujeto.

Esta función del Otro como lugar de los significantes es la única participación del Otro en la alienación, ya que la verdadera alienación tiene que ver con el resultado del encuentro con los significantes, es decir la división subjetiva. Esto algunas veces se lleva, a mi juicio, al extremo y nos lleva a leer o escuchar que la alienación es del sujeto consigo mismo, sin ninguna participación del Otro, porque solo remite a la barradura del sujeto. Por mi parte considero que no hay alienación sin que los significantes produzcan su efecto fundamental, y al estar presentes los significantes también lo está el Otro del lenguaje, por lo tanto, considero que es incorrecto decir que la alienación, que es a los significantes del Otro, se produce sin ninguna participación de este Otro.

Respecto de esto hay una frase en “Posición del inconsciente”, que puede confundirnos, ya que Lacan dice acerca de la alienación:

 

“No es pues que esta operación tome su punto de partida en el Otro lo que hace que se la califique de alienación.”[1]

 

Esto puede llevarnos a pensar que en la alienación no hay participación del Otro, que el Otro no tiene nada que ver con la alienación, pero considero que esto sería un error, porque lo que Lacan está diciendo es que la alienación sí toma su punto de partida en el Otro, sí implica necesariamente la participación del Otro, pero que el carácter fundamental de esta operación no está dado por esto, sino que hay que buscarlo en otro lado.

Creo que estas palabras de Lacan están fundamentalmente dirigidas a presentar una forma de entender la alienación muy distinta de como se la venía entendiendo hasta ese momento, especialmente en el campo de la filosofía, pero eso lo retomaré más adelante.

A diferencia de cualquier otro autor, Lacan define la alienación de la siguiente manera:

 

“La alienación reside en la división del sujeto que acabamos de designar en su causa”.[2]

 

Esta definición es fundamental, porque todo lo que digamos acerca de la alienación tiene que tener siempre presente que de lo que se trata, de principio a fin, es la división del sujeto, la barradura del sujeto, $, sujeto dividido en su ser, el cual porta una pérdida estructural.

Lacan establece que la lógica que rige en la alienación es la de la reunión, la cual es una operación matemática que muestra una forma de articular conjuntos y que actúa dejando un solo elemento cuando hay dos o más elementos idénticos, es decir que si en el conjunto A tengo los elementos 1, 2 y 3, mientras que en el conjunto B tengo 3, 4 y 5, entonces utilizando la lógica de la reunión voy a tener los elementos 1, 2, 3, 4 y 5, ya que al aparecer repetido el elemento 3 solo conservo uno de ellos y el otro se elimina.

Esto es diferente a la lógica de la sumatoria, en la cual ambos elementos número 3 aparecerían presentes y el resultado que obtendría sería: 1, 2, 3, 3, 4 y 5, de manera que a través de la reunión obtengo cinco elementos y a través de la sumatoria, tengo seis elementos.

Lo interesante de la lógica de la reunión, que opera en la alienación, es que lleva implícita una pérdida, a través de este procedimiento siempre hay una pérdida posible que está contemplada en el planteo lógico y la existencia de la pérdida plantea la existencia de una forma muy curiosa de lo que Lacan llama el “vel”, el cual se entiende en castellano como la forma en la que utilizamos la letra “o” cuando se plantean posibilidades.

Aplicando esto al gráfico de la forma correcta del losange, tenemos que decir que ambas flechas, tanto la superior de la separación, como la inferior que corresponde a la alienación, son dos formas distintas de escribir el vel, de manera que el losange muestra la articulación circular de dos vel.

En principio Lacan nos explica que existen dos tipos de vel, uno de los cuales es exclusivo y el otro es inclusivo; el vel exclusivo es el que nos lleva a elegir una opción descartando las demás, ya que se excluyen mutuamente y no hay posibilidad de elegir ambas, como por ejemplo cuando alguien dice que el sábado a las diez de la noche puede ir al cine o (función de vel exclusivo) al teatro. Es obvio que nadie puede ir a dos lugares al mismo tiempo, por lo tanto, tiene que elegir si prefiere ir al cine o ir al teatro, ya que el planteo también impide ir primero a uno y después al otro, puesto que se debe hacer a cierto horario específico. En este ejemplo, la decisión implica que uno se elige y el otro se pierde definitivamente, ya que aún cuando puede elegir ir al cine y al otro día ir al teatro, la visita al teatro ya no cumplirá con el requisito de realizarse ese sábado a las diez.

A diferencia de esto, el vel inclusivo muestra otra forma de utilizar el “o”, la cual no lleva a la inmediata pérdida irremediable de uno de los elementos, sino que ambos forman parte de lo pedido, como si dijéramos que para un trabajo es requisito indispensable saber hablar inglés o (función de vel inclusivo) francés. En este caso cualquiera de las dos posibilidades hace que el candidato cumpla con los requisitos para presentarse a la entrevista, ya que tanto si habla inglés como si habla francés entra dentro de la categoría que se está buscando para ese trabajo.

Pero a estas dos formas del vel Lacan las rechaza como posibilidades para abordar la alienación, ya que para esta operación reserva otro tipo de vel, el cual presenta otras características y al cual ejemplifica con la frase de: “la bolsa o la vida”.

Imaginemos que alguien se encuentra en la calle con un ladrón que le apunta con un arma y le dice que le entregue la bolsa, es decir algo que el otro quiere robar, como podríamos decir la billetera, la cartera, etcétera.

Lo que ocurre es que hay que elegir y cada elección tendrá su pérdida, ya que si elegimos quedarnos con la bolsa es fácil imaginar que el ladrón no se irá del lugar sintiéndose vencido, sino que nos matará de un disparo y nos quitará la bolsa de nuestras manos que ya no pueden aferrar ese tesoro por el cual se dio la vida; por el contrario, si elegimos conservar la vida tendremos que entregar la bolsa, con lo cual podremos conservar uno de los dos elementos sobre los cuales tuvimos que elegir, ya que seguiremos vivos, pero habiendo perdido algo, ya que tuvimos que renunciar a nuestra posesión material para poder conservar la vida.

Exactamente la misma lógica ubica Lacan en el proceso de la alienación, en el cual el encuentro con los significantes del Otro produce una pérdida, ya que en psicoanálisis no se toma al sujeto como algo completo, sino que el sujeto siempre está dividido por efecto del significante y esa división subjetiva implica que hay algo de sí que está irremediablemente perdido.

Esto perdido por estructura, es decir que está perdido para todo sujeto, es lo que se conoce como el Ser, como algo completo.

Es por eso que Lacan dice:

 

“La alienación consiste en ese vel que condena (…) al sujeto a solo aparecer en esa división que he articulado lo suficiente…”[3]

 

El sujeto, por el efecto de la alienación, solo puede presentarse dividido, es decir portando una pérdida.


Bibliografía:

[1] Lacan, J. Idem, pág. 799.

[2] Lacan, J. Idem, pág. 800.

[3] Lacan, J. “El seminario…” Pág. 218.

jueves, 7 de abril de 2022

Pulsión o instinto.

 


Esta es la primera publicación de una serie dedicada a la pulsión, la cual está separada en tres puntos: pulsión e instinto, la pulsión en Freud y la pulsión en Lacan.

Empecemos por la primera parte.

El concepto de pulsión supone una serie de características que hace imposible que se la confunda con lo que se denomina instinto en los animales, es por esto que Lacan dice:

 

“La pulsión, tal como es construida por Freud, a partir de la experiencia del inconsciente, prohíbe al pensamiento psicologizante ese recurso al instinto en el que enmascara su ignorancia por la suposición de una moral en la naturaleza” (1).

 

En esta frase, Lacan postula claramente que no puede pensarse en una relación de equivalencia entre la pulsión y el instinto y que tal actitud, de tenerla, sería solamente debido a la ignorancia. La misma frase encierra una explicación no desarrollada de por qué esto es así al referirse a que Freud creó el concepto de pulsión a través de su práctica clínica, de los tratamientos que él llevaba a cabo con los pacientes que sufrían de neurosis de transferencia, más específicamente las histerias y las neurosis obsesivas. Es decir que al decir que se trató de una experiencia de lo inconsciente queda inmediatamente descartado todo aquello que tiene que ver con la vida animal, pues de lo contrario habría que suponer que los animales poseen un inconsciente.

Esto que parece tan simple de comprender puede volverse mucho más complicado por las palabras del propio Freud, como lo veremos más adelante.

Aún así existe desde siempre cierta confusión con respecto a estos dos términos, confusión respecto de la cual podríamos asumir la posición de calificarla de ingenua o propia de la ignorancia, pero esto no sería correcto.

Lo mejor será especificar ciertas cuestiones con respecto a uno y otro concepto, a fin de poder marcar las diferencias entre ellos.

Empecemos por el instinto. Se entiende por instinto aquello que impulsa a los animales a realizar acciones que están destinadas a satisfacer sus necesidades, tales como la alimentación, calmar la sed y preservar la vida, entre otras a las cuales hay que agregar la reproducción, la cual si bien no está relacionada con la continuidad de la vida de los animales que la practican, sí es fundamental para la continuidad de la especie; con lo cual podríamos decir de alguna forma que la reproducción sirve a los efectos de la preservación de la vida de la especie. Este instinto se caracteriza por ser un saber, un conocimiento (usados aquí como sinónimos, aunque vale la diferenciación ya que luego veremos como Lacan los utiliza de manera muy distinta) que además de generar una búsqueda de una acción también implica el saber acerca de cómo lograrla y con qué elemento se debe buscar esa satisfacción. Luego de lograda dicha satisfacción se alcanzaría un estado de satisfacción en la cual aún frente al objeto antes buscado no habría ninguna respuesta por parte del animal, como ocurre por ejemplo cuando el perro está saciado y se le muestra carne o cuando, en la misma situación de saciedad, se le presenta una perra en celo.

Muy distinto es lo que ocurre cuando se trata de la pulsión, ya que la misma no implica la satisfacción de una necesidad en el sentido de aquello que se necesita para la conservación de la vida; para el ser humano no son pulsiones el hecho de comer o beber, por poner algunos ejemplos, es por eso que Freud podrá decir que existe una pulsión oral y otra anal que están apuntaladas a necesidades biológicas sin ser la pulsión lo mismo que estas funciones orgánicas, mientras que luego Lacan agregará una pulsión invocante y otra escópica, que tanto se alejan de lo referido a acciones para mantener la vida o la conservación de la especie.

Pero más allá de estas especificaciones que alejan ambos términos, el instinto y la pulsión son aquello que impulsa a animales y humanos a buscar ciertos fines, distintos los unos de los otros. Es este carácter de impulso o empuje lo que hace principalmente que ambos conceptos puedan ser confundidos, pero hay muchos otros elementos que permiten que esta confusión tenga lugar.

Fundamentalmente me interesa mostrar aquellas cuestiones encontradas en la propia obra de Sigmund Freud que pueden generar la equivocación de asimilar el instinto a la pulsión y esto tiene que ver con el hecho de que él es el creador del psicoanálisis y, como tal, es la base de la cual parte todo aquel que pretenda investigar y profundizar sus conocimientos acerca de este tema, siendo que esta base freudiana, fundamento básico e ineludible de la teoría, puede generar cierta confusión si no se la estudia con detenimiento.

Ahora quisiera comentar algunos de los motivos por los cuales puede producirse esta confusión en la propia obra de Sigmund Freud.

Como primer elemento que puede servir para generar confusión entre uno y otro concepto, diré que la traducción de López Ballesteros no hace ninguna diferenciación entre pulsión e instinto. Esta, que es la primera traducción al castellano de la obra de Freud, utiliza pura y exclusivamente la palabra “instinto”, sin importar si en el original estaba escrito “trieb” (pulsión) o “instinkt” (instinto); es decir que aun cuando Freud sí había hecho una clara diferenciación entre ambas, López Ballesteros unifica ambos conceptos y los llama instinto. Si tenemos en cuenta que esta traducción fue la utilizada por una enorme cantidad de lectores de Freud es fácil imaginar que habrá producido efectos al tratar de definir ambos elementos de manera independiente el uno del otro.

Por supuesto que puede objetarse que, si bien esto influye en todos aquellos que leyeron esta traducción, es un error únicamente adjudicable al traductor y resuena en nuestros oídos la frase que dice: “traductor, traidor”, pero esta no es una explicación del todo convincente. Quien le da todo su valor a esta traducción sin hacer ninguna aclaración al respecto (ni referente a ningún otro tema) es nada más ni nada menos que el mismísimo Freud.

En una carta de 1923, Freud le escribe a L. Ballesteros y le cuenta que aprendió sin maestros la lengua castellana para poder leer “Don Quijote” en su lengua original, luego continúa diciendo que:

 

“Gracias a esta afición juvenil puedo ahora –ya en edad avanzada- comprobar el acierto de su versión española de mis obras, cuya lectura me produce siempre un vivo agrado por la correctísima interpretación de mi pensamiento y la elegancia del estilo. Me admira, sobre todo, cómo no siendo usted médico ni psiquiatra de profesión ha podido alcanzar tan absoluto y preciso dominio de una materia harto intrincada y a veces oscura”. (2)

 

Luego de esta determinante valoración del propio Freud, en la cual no indica ninguna corrección, es muy complicado criticar al traductor.

¿Por qué Freud no comenta nada acerca de la diferencia entre pulsión e instinto? ¿Es que acaso hay algo en su obra que permita establecer una confusión?

Dice en “Compendio del psicoanálisis”, donde habla del super-yo y el ello:

 

“Este esquema general de un aparato psíquico puede asimismo admitirse como válido para los animales superiores, psíquicamente similares al hombre. Debemos suponer que existe un super-yo en todo ser que, como el hombre, haya tenido un período más bien prolongado de dependencia infantil (…) La psicología animal no ha abordado todavía el interesante problema que aquí se plantea”. (3)

 

Con lo cual la diferencia tajante entre animales y humanos parece no ser tan tajante, ya que los animales pueden tener también ello, yo y super-yo; Freud incluso alienta a la psicología animal a que estudie este tema.

De esta manera releemos la frase de Lacan citada anteriormente y comprendemos que es fácil imaginar que alguien pueda creer que si se plantea la existencia de la segunda tópica freudiana en los animales también podría creerse que la existencia de un inconsciente animal no sería tan desatinada.

Luego, siguiendo con el Compendio…, Freud equipara en el capítulo 4 al psicoanálisis con las ciencias naturales y pone como ejemplo de los principios de la misma a la energía nerviosa y las pulsiones. No es difícil comprender que estos intentos de Freud de basar su teoría en las ciencias tales como la física y otras ciencias naturales favorezca la confusión de tomar a las pulsiones no como algo exclusivamente humano, sino como algo propio de la naturaleza de los seres vivos animales, como lo es el instinto.

Por otro lado, leemos en el diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis como definición de la pulsión:

 

“Proceso dinámico consistente en un empuje (…) que hace tender al organismo hacia un fin”.(4)

 

Esta no es una definición apresurada, sino que tomar la pulsión como “empuje hacia un fin” tiene su base en Freud cuando él dice:

 

“…es una magnitud de actividad…” (5)

 

Ocurre que calificar a la pulsión como un empuje lo asimila bastante al instinto, ya que son muchos los diccionarios que definen al instinto, justamente, como un empuje que lleva al animal a realizar cierta acción. Estos autores manifiestan que la Standard Edition inglesa traduce trieb como instinkt, en lugar traducirlo como “drive” o “urge”.

Otra cita de Freud para sumar confusión:

 

“Si en el hombre existe un acervo de formaciones psíquicas heredadas, o sea algo análogo al instinto animal, ello será lo que constituya el nódulo del sistema Inc.” (6)

 

López Ballesteros aclara que se trata del instinto animal, es decir, del “instinkt”. Es decir que el nódulo del inconsciente contiene algo análogo al instinto animal, lo cual es significativo si se lee que en el mismo texto dice:

 

“El núcleo del Icc consiste en agencias representantes de pulsión que quieren descargar su investidura; por tanto, en mociones de deseo”.

 

Así, aun dejando de lado la muy interesante investigación acerca de cómo interactúan aquí la pulsión y el deseo, podemos decir que en este texto de 1915 (mismo año en que escribió “Pulsión y sus destinos”), Freud dice que en núcleo del inconsciente existe algo análogo al instinto animal y luego agrega que el núcleo del inconsciente contiene representantes de pulsión.

Pero aún así, con todos estos elementos que producen confusiones de todo tipo, no podemos quedarnos atrapados dentro de dicha confusión y debemos ir más allá de ella.

Esto se debe a que, superando estos puntos conflictivos, algunos de los cuales surgen de la pluma del propio Freud, no puede postularse una verdadera confusión entre ambos términos, es muy cierto que Freud nunca confundió “trieb” con “instinkt” y que siempre utilizó ambas palabras para referirse a cuestiones muy distintas.

Además, dejando de lado ciertos pasajes, es completamente claro que el uso que Freud hizo de cada uno de esos términos inhabilita cualquier verdadera confusión entre lo que impulsa a los animales y lo que impulsa a los humanos; de la misma manera que la claridad e insistencia con la cual Freud explica que la teoría de las pulsiones proviene exclusivamente de la observación hecha en la clínica de las neurosis es demostración más que indiscutible de que no puede haber pulsión en los animales ni instinto en el ser humano.

Con respecto a esto, en el mismo diccionario citado estos dos autores franceses establecen la diferencia al decir que la palabra instinto

 

“si se utiliza para traducir trieb, falsea el sentido del concepto en Freud” (7)

 

Luego agregan que

 

“La concepción freudiana de pulsión conduce (…) al desmantelamiento de la noción clásica de instinto”. (8)

 

Nadie más indicado que Lacan para lanzar una frase contundente y definitiva acerca de este tema:

 

“La pulsión, nunca se lo recordará bastante a la obstinación del psicólogo (…) la pulsión freudiana no tiene nada que ver con el instinto…” (9)

 

De esta manera podemos entrar a analizar el concepto de pulsión como algo totalmente separado del instinto y perteneciente en forma exclusiva al ser humano.

 

 

 

 

Citas:

 

(1) Lacan, J. “Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista”. En Escritos 2, pág. 809. Buenos Aires, Siglo XXI.2008

(2) Freud, S. “Sr. Luis López Ballesteros y de Torres”. En Obras completas, tomo 20, pág. 2821. Buenos Aires, Losada. 1997.

(3) Freud, S. “Compendio del psicoanálisis”. En Obras completas, tomo 25, pág. 3381. Buenos Aires, Losada. 1997.

(4) Laplanche, J. y Pontalis, J. B. “Diccionario de psicoanálisis”. Pág. 324. Buenos Aires, Paidós. 2004.

(5) Freud, S. “Los instintos y sus destinos”. En Obras completas, tomo 15, pág. 2040. Buenos Aires, Losada. 1997.

(6) Freud. S. “Lo inconsciente”. En Obras completas, tomo 15, pág. 2077. Buenos Aires, Losada. 1997.

(7) Laplanche, J. y Pontalis, J. B. Obra citada, pág. 325.

(8) Idem, pág. 326.

(9) Lacan, J. “Del Trieb de Freud”. Pág. 809.