lunes, 3 de mayo de 2021

Filósofos presocráticos (1º entrega)


 Clase 1: El inicio cosmológico.


1.1) El saber mítico.

Se ubica el inicio de la filosofía occidental en Grecia, de la mano de Tales de Mileto, quien comenzó a preguntarse por todo lo existente de una manera distinta de cómo venía haciéndose hasta ese entonces; esto ocurrió por el siglo VI antes de Cristo y fue el comienzo de una travesía que no tendría fin, llegando hasta nuestros días con toda la fuerza de aquello que nunca se detendrá.
Pero antes de llegar a Tales hubo mucho, no de filosofía, pero sí de buscar respuestas a las preguntas que los primeros seres humanos de la historia no podían dejar de hacerse, estamos hablando de preguntas como, por ejemplo: ¿Cómo se creó el Universo? ¿Cómo surgieron los primeros humanos? ¿Por qué existen las cosas que existen? Y muchas otras que forman el cuerpo de preguntas fundamentales que existieron desde que existe el ser humano y que seguirán existiendo por los siglos de los siglos.
Todas estas preguntas estaban planteadas de una manera u otra y había una gran cantidad de respuestas que se utilizaban para calmar la ansiedad y el temor que estas dudas planteaban, pero todas esas respuestas tenían en común que apelaban a recursos míticos, divinos, más allá de lo humanamente posible; siempre había un dios o algún ser poderoso que sirviera para explicar estas cosas.
Ya que estamos en Grecia, tomemos las respuestas que ahí tenían vigencia. Es así como todo surgió del Caos, de donde nacieron, entre otras personificaciones, Gea (la Tierra) y Urano (el cielo), que tuvieron por hijos a los Titanes y Titánides, luego de quienes vinieron los dioses, entre quienes contamos a Zeus, el dios del cielo; Poseidón, dios del mar; Hades, dios de la tierra de los muertos; Atenea, diosa de la guerra y la sabiduría; Deméter, diosa de la agricultura y muchos otros. De esta manera, cuando se producía una tormenta en el mar, por poner un ejemplo, era fácil explicarla diciendo que se trataba de la furia de Poseidón, su amo, o que el nacimiento de las plantas y las cosechas estaba regido por la voluntad divina de Deméter. Pero no solamente se usaban estas explicaciones para cosas que tuvieran que ver con la naturaleza, lo ajeno al ser humano, sino que los comportamientos humanos también estaban regidos por completo por las voluntades y los caprichos divinos. Así, por ejemplo, la guerra no era vista como algo que ocurría entre personas por motivos materiales, sino que siempre estaban involucrados Ares y Atenea; él era el dios de la guerra, la personificación de la fuerza bruta e irreflexiva que siempre entraba a los combates dando grandes gritos y aullidos; ella, diosa de la sabiduría al igual que de la guerra, simbolizaba la guerra inteligente, táctica, estratégica al mismo tiempo que feroz e indomable, que era tan capaz de vencer a los demás dioses en la batalla (excepto a Zeus) como de inventar astucias que permitieran a sus protegidos obtener todas las victorias. En los numerosos enfrentamientos que ambos sostuvieron, siempre fue Atenea la vencedora, lo cual muestra que para el pensamiento griego la inteligencia siempre se impondría a la fuerza.
Evidencias de estos pensamientos nos llegan de la mano de los poetas griegos, de los cuales tal vez Homero sea el más famoso por haber escrito la Ilíada y la Odisea.
La Ilíada cuenta la guerra que los griegos sostuvieron durante diez años contra la ciudad de Troya (llamada en griego “Ilion”, de donde toma nombre el relato). El inicio de esta guerra es un perfecto ejemplo del pensamiento mítico.
Cuenta el relato que había una fiesta entre los inmortales y la Discordia, que no había sido invitada, decidió vengarse y pudo introducir en la fiesta una manzana de oro. Inmediatamente hubo tres diosas que la codiciaron, se trataba de Atenea, Hera y Afrodita y pidieron a Zeus que la entregara a quien quisiera. Sabiendo que eso solo le iba a trae problemas, Zeus delegó la tarea en Paris, que no tardó en ser tentado por las tres diosas. Atenea, siendo diosa de la guerra, le dijo que si la elegía a ella recibiría el regalo de la victoria con la cual siempre vencería a sus enemigos sin importar las condiciones de la batalla; Hera, la reina de los dioses, le ofreció las más inmensas fortunas si la escogía para entregarle el premio y, finalmente, Afrodita, diosa del amor y la belleza, le dijo que ella le entregaría a la mujer más hermosa de todos los imperios para que fuera suya si le entregaba la manzana.
Paris consideró que la recompensa que más anhelaba era aquella mujer de indecible belleza y eligió a Afrodita, lo cual despertó los celos de Hera y Atenea, quienes juraron vengarse de aquel hombre que las había despreciado.
Sabio Zeus, que supo desligarse de la elección y de la venganza de las dos que no fueran elegidas. Por algo era el rey de los dioses.
El resto es bastante conocido, la unión del cumplimiento de la promesa de Afrodita y la venganza de Hera y Atenea hizo que Paris conociera a la muy hermosa Helena, quien se enamoró de él y huyó con él a Troya, no sin que su marido, Menelao, fuera a buscarla con un gigantesco ejército y, ante la negativa de devolverla, se iniciara la guerra.
Hoy en día se dan otras explicaciones para la batalla tales como la ubicación estratégica de Troya tanto para las guerras, como para el comercio marítimo, así como también su gran importancia como núcleo de la región, pero la explicación que recibimos de esos tiempos es que todo ocurrió por las decisiones de los dioses.
Durante esta guerra se producen muchos hechos decisivos que son directamente dictados por los dioses, como el avance imparable de los troyanos cuando Aquiles abandona la lucha, avance que se debe a que el héroe griego, enojado contra Agamenón, ruega a su madre, la inmortal Tetis que convenza a Zeus de que eleve el espíritu guerrero troyano para que Agamenón se viera forzado a rogarle que vuelva al combate. También hay que mencionar que en la Ilíada los dioses bajan del Olimpo continuas veces al campo de batalla para combatir ellos mismos, a veces entre ellos.
Por último, el famoso truco del caballo con el cual los griegos consiguen entrar en la ciudad y destruir Troya no fue un ingenio de Ulises, guerrero famoso por su inteligencia y astucia, sino que fue algo que la misma Atenea le sugirió para terminar la batalla.
Más allá de la Ilíadala Odisea cuenta el regreso de Ulises (llamado por los griegos Odiseo) a su reino luego de terminada la batalla; lo que esta historia cuenta es que la mayoría de las aventuras que este héroe tiene que vivir son el resultado de la lucha de fuerzas que se desata entre Poseidón, quien busca vengar la afrenta sufrida por su hijo Polifemo que había sido cegado por Ulises, y Atenea, diosa protectora del protagonista de la historia. Aquí como contra Ares, Atenea logra imponerse a la voluntad de Poseidón y Ulises regresa sano y salvo a su tierra, con su esposa y su hijo, aunque luego de diez años de viaje y habiendo sufrido la pérdida de todos sus compañeros junto con miles de otros sufrimientos.
Se podría continuar enumerando mitos que demuestren cómo buscaban los griegos explicar todo lo que ocurría en su mundo, pero con lo mencionado hasta acá es más que suficiente.
Todo, absolutamente todo era producto de esos poderes y esas voluntades que estaban ubicadas muy por encima de nuestras cabezas y nuestras capacidades, que muchas veces dependían de caprichos de seres muy parecidos a los humanos y que otras veces podían resultar incomprensibles para quien experimentaba sus efectos.
Este tipo de actitudes puede resultarnos muy ingenuas en los tiempos de hoy, puede resultarnos absurdo que la gente explicara todo recurriendo a esos dioses, los cuales había para todos los gustos, rubros, elementos y actividades. La humanidad moderna, con sus herramientas dadas por la ciencia, ya no explica una tormenta diciendo que es la furia de un dios sino que depende de las variables atmosféricas. Pero creer que los griegos antiguos, y todos los habitantes de la antigüedad que utilizaban estas explicaciones míticas, eran personas que actuaban tontamente sería un error garrafal que no deberíamos cometer ya que actualmente seguimos estando en un estado no muy distinto de aquel, hoy las religiones siguen teniendo una vigencia a nivel mundial y son seguidas por casi la totalidad de los seres humanos que viven en este mundo. ¿Y en qué consisten las religiones sino en explicaciones acerca del inicio del Universo, la aparición del ser humano, las reglas según la cual los hombres y mujeres del mundo deben comportarse y muchas otras cosas más tomando como referencia única, indiscutible e indudable a un dios, como hacían los antiguos? ¿Cuál sería la diferencia entre lo visto entre los griegos y la explicación de que el Diluvio universal fue un “castigo divino? Y aún más, ¿qué diferencia habría entre estas explicaciones míticas y el rezar a Dios pidiendo su protección o agradecerle luego de algo bueno que nos haya ocurrido? ¿Acaso cuando la gente tiene miedo de algo no reza a Dios para que la proteja? Y si nada malo le ocurre, ¿no lo atribuye al poder de su Dios? ¿Acaso no nos preguntamos cómo pueden haber ocurridos ciertas cosas, tales como las guerras, los nazis y muchos otros cuando Dios debería haberlo evitado?

Es cierto, tenemos ciencia, tenemos filosofía y muchas cosas más, pero aún seguimos poniendo dioses sobre nuestras cabezas, dioses que nos sirven de garantías contra el mal y nos dan esperanzas para continuar nuestras vidas, misma esperanza que quedó dentro de la caja de Pandora cuando ésta se abrió liberando todos los males que los dioses habían puesto allí para castigar a los hombres.

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