En la única clase que dio Lacan del seminario de Los nombres del padre (el que iba a ser el seminario 11, después del seminario 10 de la angustia, pero suspendió porque lo habían tachado de la lista de analistas didactas, situación llamada por él: “excomunión”), hay una mención interesante en relación a qué tomó de Hegel y también por qué.
Dice Lacan:
“Los primeros pasos de mi enseñanza han transitado los pasos de la dialéctica hegeliana; etapa necesaria para establecer una brecha en este mundo llamado de la positividad”.
Con esta frase Lacan nos dice dos cosas, primero nos dice que Hegel tuvo una fuerte participación en sus primeros años de enseñanza, cosa que si bien siguió estando en algunos planteos lacanianos parece haberse reducido al continuar su enseñanza; pero también explica el por qué, ya que dice que le venía bien usar la dialéctica hegeliana para romper con el positivismo que reinaba entre los post-freudianos, un positivismo que se manifestaba en tomar al Yo como el centro del tratamiento en cuestiones tan escuchadas como trabajar con la parte sana del Yo en contra de la parte… ¿enferma?, que el paciente se identifique con el analista porque… ¿el analista tiene la respuesta correcta?, apuntar a los ideales sociales como objetivo de la… ¿cura?
Este positivismo que dominaba la escena psicoanalítica está completamente capturado por lo imaginario, dejando al margen lo que tiene que ver con lo simbólico que, en definitiva, es lo fundamental según la idea que Lacan tenía del psicoanálisis durante los primeros años de enseñanza.
Entonces, ordenemos las cosas; la teoría psicoanalítica que imperaba en la época era la que manejaban los post-freudianos, la cual estaba regida por cuestiones imaginarias, registro imaginario que en la cita mencionada aparece nombrado como “positividad”.
Lacan entiende el psicoanálisis de otra manera, para él lo más importante del legado freudiano no tenía que ver con lo imaginario, sino con lo simbólico; aun más, para Lacan en sus primeros años, lo imaginario era un obstáculo al análisis, ahí se ubicaba la palabra vacía, el muro del lenguaje, etcétera.
Una buena forma que encontró Lacan para luchar contra el imaginario-positivo que imperaba fue recurrir a Hegel y la dialéctica, la cual puede sin mayor esfuerzo asociarse con lo simbólico, de manera que Lacan buscaba armarse con armas dialéctico-simbólicas para luchar contras sus rivales y poder presentar un psicoanálisis distinto del que se presentaba en esa época.
En la misma clase única del seminario de “Los nombres del padre”, Lacan dice respecto de Hegel:
“La dialéctica hegeliana se remite a las raíces lógicas (…) a saber, que el universal no se funda sino en la negación.”
Esto nos explica un poco por qué a Lacan le vino bien Hegel y su dialéctica para combatir el positivismo, ya que ahí encontramos que lo universal se funda en la negación y no hay mejor forma de luchar contra lo positivo que usando lo negativo. La negación en Hegel es un tema complejo y amplio, del cual ya hablamos un poco en la publicación pasada, pero desde el vamos tiene que ver con ir mucho más allá de lo naturalmente dado; justamente en la dialéctica del amo y el esclavo, Hegel plantea que tiene que haber una negación del ser natural, animal e inmediatamente dado para que aparezca algo que esté por fuera de la conducta animal. Es el concepto hegeliano de negatividad lo que Lacan toma fundamentalmente para su lucha contra lo que en esa época se entendía por psicoanálisis. Y la negación no puede estar nunca en lo imaginario, donde todo siempre busca la respuesta correcta, la forma adecuada, que todo quede perfecto, sin fisuras ni dudas. En el registro imaginario solo hay afirmaciones, nunca negaciones, ya que si hubiera una negación la forma no podría ser perfecta y algo estaría contaminando dicha imagen. En lo imaginario no puede haber falta, porque todo está presente. En algún lugar dirá Lacan que solo puede haber falta en lo simbólico y pone el ejemplo de que si falta un libro en una biblioteca es porque hay un registro simbólico que dice que ahí debería haber tal libro, como si nos refiriéramos al catálogo de los libros que deberían estar en la biblioteca, pero esa falta no puede estar ni en lo imaginario ni en lo real, ya que en estos registros solo se vería un estante con espacio libre, sin registro de que nada faltara.
El psicoanálisis lacaniano, con el sujeto barrado y la diferencia fundamental entre el significado y el significante, tiene que negar el Yo como núcleo del sujeto y, más aun, negar la idea de que existe un centro del psiquismo, de manera que este centro queda vacío. Es ahí donde Lacan habla de Kepler y su revolución, al demostrar este físico que las órbitas de los planetas no son circulares con un centro definido, sino que son elípticas y que no responden a ningún centro alrededor del cual girar. En las órbitas keplerianas, hoy confimadísimas por los estudios científicos, se puede decir que la idea de centro queda completamente descartada o, también, que para que una órbita elíptica funcione bien debería pensarse en que tiene dos puntos de gravedad, uno alejado del otro, y por eso puede un planeta hacer un recorrido que no sea circular, sino alargado en una dirección. Como sea, Kepler le sirve a Lacan para demostrar que pueden existir cosas donde no pueda pensarse en un centro alrededor del cual gravite todo.
En la misma clase única del seminario de “Los nombres del Padre” Lacan dice:
“Pero sean cuales fueren los efectos de prestigio de la dialéctica hegeliana que entró por Marx al mundo (…) la dialéctica hegeliana es falsa y refutada tanto por la observación de las ciencias de la naturaleza como por el progreso histórico de la ciencia fundamental, o sea de las matemáticas”.
Esto lo tenemos que tomar con cuidado, porque la forma en que Lacan lo dice nos puede llevar a pensar que en este punto elimina todo lo que pueda tener que ver con la dialéctica de su teoría por considerarla falsa, de manera que creeríamos que a partir de ahí Lacan nunca volvió a tener relación con ningún planteo dialéctico. Y eso sería un error. Por supuesto que Lacan siempre siguió hablando de lo simbólico hasta el final de su vida, ocurre que esto hay que tomarlo en un sentido menos fatalista y drástico.
Es entendible que si Lacan usó a Hegel al inicio para romper con el positivismo no le haya sido tan necesario en etapas posteriores de su enseñanza, donde su objetivo de destronar lo imaginario y potenciar lo simbólico ya había quedado clara y no hacía falta seguir sumando armas y argumentos para llevar adelante esa lucha. A esto hay que agregarle que con el correr de los años el papel del registro simbólico dejó de ser primordial y el registro de lo imaginario junto con el de lo real fueron cobrando mayor importancia hasta llegar al nudo Borromeo, donde los tres registros tienen el mismo valor.
Pensemos que esto es dicho después del seminario 10, momento en que se produce un cambio fundamental en la teoría lacaniana, tal vez el más importante de todos los que hizo en su vida como teórico, en relación al valor de los tres registros.
En el seminario 10 no solo se aborda el tema de la angustia, sino que es el seminario donde Lacan introduce el objeto a, el cual marca el cambio respecto de lo que él pensaba de este registro, pasando de ser algo que tenía relación con la realidad a ser un registro que se refiere a lo imposible de simbolizar y poner en imágenes, un registro que aborda lo que no puede decirse ni pensarse, aquello que permanece siempre igual.
Es evidente que si ahora lo real pasa a ser tan importante y queda fuera de lo simbólico, es decir que queda fuera de la dialéctica, no puede Lacan seguir estando junto a Hegel sosteniendo la idea de que la dialéctica es la forma en que está constituida la realidad, ya que Lacan introdujo algo que es parte de la realidad de la existencia humana, pero escapa a lo dialéctico-simbólico, de manera que la dialéctica como estructura de todo lo que existe ya no puede seguir convenciendo a Lacan.
Es así como entiendo yo que Lacan dice que rompe con la dialéctica por ser falsa, en tanto descripción absoluta y completa de todo lo que existe, siendo que esto no implica una ruptura absoluta y completa con la dialéctica porque este mecanismo sigue vigente para lo simbólico, es solo que el registro de lo simbólico ya no es el fundamental en su teoría psicoanalítica y no puede explicarlo todo.
Respecto de por qué dice que la dialéctica fue refutada por las ciencias de la naturaleza y en especial por las matemáticas no tengo respuesta. Yo solo encuentro una forma de explicar por qué el psicoanálisis, con el objeto a, refuta la dialéctica como método absoluto.
Tendremos que seguir investigando, ya que como indica lo simbólico: siempre falta algo.
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