martes, 27 de abril de 2021

La existencia auténtica y la inauténtica en Heidegger.



Dice José Pablo Feinmann en “La filosofía y el barro de la historia”, página 358:

“El Dasein no es la conciencia. No es el sujeto kantiano. Es un ente existencial. El sujeto kantiano no era un ser para la muerte. El Dasein, sí. La experiencia del Dasein no es cognoscitiva. Su “estado de-yecto” no tiene amparo es, ya, culpable y “cae”, además, en un mundo en el que deberá elegir (…) entre las “habladurías”, la “avidez de novedades”, la “ambigüedad”, en suma, en que deberá elegir si quiere ser en la modalidad de “estado de interpretado” o empezará a decir sus propias palabras. Aquí hay, según vemos, una búsqueda de un “lenguaje auténtico” que el Dasein, que es “hablado” por el se, tiene que apropiarse de sí, y tendrá que lograrlo, sobre todo, atreviéndose a anticiparse a-sí-mismo (…) y eligiéndose como una totalidad al asumirse como ser para el fin.”

Lo primero que aparece es la diferenciación que tiene la concepción del sujeto tal como la entiende Heidegger de cómo la entendía Kant, ya que para Kant el sujeto estaba basado en sus posibilidades de conocimiento, tanto que la pregunta acerca de si se podía pensar en postulados sintéticos a priori era fundamental para entender cómo conocía el ser humano el mundo que lo rodeaba. Heidegger, con su concepto del Dasein, parte de otro lado, se trata del ser humano como un ser que inevitablemente va a morir y eso plantea una diferencia fundamental, ya que su vida estará regida por la idea de la muerte, el ser para la muerte, un planteo existencialista, y no por la pregunta del conocimiento.
El Dasein, que en alemán significa el “ahí” (Da) del “ser” (sein), es este ser humano que está en el mundo y se pregunta por el ser, pero también tiene que tomar una decisión respecto de cual va a ser su actitud en este mundo en el cual se encuentra arrojado.
En esta cita aparecen dos posibilidades, que son las que podemos llamar la existencia auténtica y la inauténtica. Claramente la inauténtica es más fácil, pero para algunos es absolutamente insatisfactoria y no puede ser concebible ni siquiera como una opción. El que la rechaza tiene, al menos, un poco de filósofo.
La existencia inauténtica es aquella que se deja llevar por las habladurías, lo que la gente dice, lo cual Heidegger menciona también cuando habla del “das man”, es decir el “se”, como en este texto, según en cual la gente determina que “se” debe leer tales libros, “se” debe hacer tales cosas, “se” debe pensar de tal manera, etcétera. Esto lleva directamente a estar ubicado en el estado de interpretado, en el cual uno ya no piensa por sí mismo, sino que solamente repite lo que otros dicen, o hace lo que otros hacen bajo la idea de que eso es “lo que hay que hacer”, y de esa manera ya no piensa en su propia conducta, no se pregunta por su ser, por su identidad, por sus intereses ni por nada de lo que lo atañe ya que simplemente se deja llevar por lo que le dicen que se debe hacer.
Es ciertamente mucho más fácil hacer lo que otros dicen, alivia todo el peso de tener que pensar por uno mismo y tomar las propias decisiones teniendo que enfrentar las consecuencias de lo elegido, pero también provee una existencia muy chata, muy pobre, en la cual uno queda a merced de lo que el otro diga sin mayores posibilidades de introducir ahí una palabra propia, que apunte en dirección a seguir el camino del propio deseo.
Este es el camino que muchos eligen, pero no todos eligen eso.
Como lo dice el texto, hay una elección que hacer, una decisión que tomar respecto de esto; claramente puede pasar desapercibida esta decisión por no tratarse de un momento conciente o voluntario, pero muchas otras veces sí es totalmente claro el momento en que uno dejó de obedecer el “se” y pasó a tomar decisiones por su cuenta. Esta actitud distinta es la auténtica, la cual implica tomar una palabra propia, un “lenguaje auténtico” gracias al cual nos separamos del “das man” y podemos empezar un camino nuevo, elegido por nosotros y sin estar pegados a lo que se nos dice que es lo correcto.
Obviamente, esto no implica cortar relaciones con el resto del mundo, ni alejarse a una isla desierta, simplemente no ser esclavo de los dichos de otros.
¡Pero qué difícil que es transitar ese camino a veces! Sartre decía en este sentido que el ser humano está condenado a ser libre, incluso en este punto que describe Heidegger se debe elegir por la existencia auténtica o la inauténtica, con total libertad, sin poder echarle la culpa a nadie por la elección tomada. Todo el peso de las decisiones tomadas por fuera de lo que los demás nos dicen que tenemos que hacer recae sobre uno mismo y hay que afrontar lo elegido, sea lo que sea.
No cualquiera puede hacerlo, no es tan sencillo como todos esos dichos acerca de que “uno tiene que ser uno mismo” y toda esa pavada que no dice nada. Al final de cuentas, todos (o tal vez casi todos) creemos estar totalmente del lado de la existencia auténtica, eligiendo lo que queremos por nuestros propios intereses, pero claramente eso no es tan así, la dirección de masas es un juego para las publicidades, las propagandas políticas, los elementos de la cultura popular y tantas otras cosas más. Cuantas veces podemos pensar que alguien que dice hacer todo por sus propias ideas no está más que repitiendo lo que todos a su alrededor dicen, pero, a diferencia de Sócrates, esa persona no está advertida de su propia ignorancia y cree ser el más sabio de Atenas. O de donde viva.
No es fácil asumirse a uno mismo como ser para el fin.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario