Toda la metáfora paterna puede establecerse solamente si el significante del Nombre del Padre está operando desde el inicio, ya que de lo contrario sería completamente imposible.
Es según el tratamiento que reciba este significante primordial lo que dará como resultado la estructura psíquica de una persona, es decir que dependerá de si se inscribe o no este significante, y si lo hace también importará mucho cómo lo haga, para determinar si alguien es neurótico, perverso o psicótico.
Esto sucede porque existen tres formas de rechazo, la más conocida por cualquier analista es la represión, también está la negación y, la más extrema de todas, la forclusión (verwerfung).
La represión consiste en retirar una representación del comercio asociativo con las otras representaciones, como decía Freud en sus primeros escritos. La represión es un mecanismo de defensa del yo que sirve para lidiar con una representación que crea un conflicto ético con el yo del paciente y se vuelve así inconciliable con las ideas yoicas, motivo por el cual la represión produce una separación entre esta representación y el afecto a ella unido, de manera que dicha representación quede fuera de la conciencia y el sujeto no tenga que enfrentarse al conflicto ético al cual ella lo llevaría. Claro que lo que se reprimen son representaciones y no afectos, por lo tanto, el afecto puede asociarse vía un falso enlace a alguna otra representación que sea perfectamente aceptable por el yo y manifestarse en los síntomas. Pero desde el primer momento de su teorización, Freud destacó que aún reprimida, la representación no puede ser eliminada de lo psíquico una vez que se inscribió, por lo cual la represión no significa una destrucción de la representación, sino solamente despojarla del afecto.
La negación implica otro mecanismo de defensa del yo que también sirve a los efectos de evitar un conflicto ético entre el yo y una representación inconciliable, pero de una distinta manera, ya que en lugar de quitar dicha representación de comercio asociativo con las demás y producir ahí una especie de vacío se da el hecho de que la representación puede surgir en la conciencia a condición de hacerlo en forma negada; es decir que aparece dicho elemento conflictivo, pero lo hace en forma de “no digo que sea eso”. El ejemplo clásico que da Freud es el de un paciente que sueña con alguien y no sabe quién es esa persona y dice: “Lo que sé es que no es mi madre”, ante lo cual Freud interpreta que se trata efectivamente de la madre, solo que en lugar de actuar la represión y que el paciente no pueda decir nada acerca de ese personaje de su sueño, actúa la negación y el elemento conflictivo aparece negado. De una u otra forma, el paciente no tiene que enfrentar el hecho de que ese personaje es su madre, ya sea porque hay un agujero en sus asociaciones y no puede decir nada de eso o porque tiene la plena seguridad de que no es esa persona de la cual se trata. En ambos casos se evita la confrontación entre el yo y la representación inaceptable.
La forclusión es algo distinto ya que consiste en el hecho de rechazar por completo lo que busca inscribirse, se trata del impedimento total de que algo ingrese al aparato psíquico, es un mecanismo por el cual no se le permite el acceso a un significante y éste jamás logra formar parte de lo psíquico.
En términos freudianos, no se produce la bejahung, la aceptación al campo de las representaciones, sino que se produce la ausstossung, el rechazo, término que Lacan reemplaza por verwerfung, término freudiano también, para explicar dicha imposibilidad de entrada a lo simbólico.
En este sentido presenta una diferencia radical con las otras dos formas de rechazo, ya que tanto en la represión como en la negación se trata de algo que se inscribió y que ya no puede eliminarse, de manera que hay que utilizar otro mecanismo para combatirlo; muy por el contrario, la forclusión implica que aquello de lo que se trata jamás logró esa inscripción fundamental, la bejahung. De esta manera, lo que cae bajo la forclusión no es algo que plantea problemas a lo psíquico ya que nunca formó parte del aparato psíquico, por decirlo en términos de Freud, es algo que nunca pudo ser simbolizado por el Otro, según Lacan, de manera que no le queda otra opción más que permanecer en el registro de lo real, lo cual está por fuera de lo simbólico.
El intento de reprimir aquellos significantes que presentan inconveniente éticos al yo es lo propio de las neurosis, mientras que tratar el significante del Nombre del Padre como no operando, es decir negarlo, es lo que se relaciona con las perversiones. La forclusión del Nombre del Padre, es decir su imposibilidad de inscribirse en el sujeto, la ausencia de este significante primordial que opera en tanto ley para todo lo simbólico, es la que da por resultado la estructura psicótica.
Es por esto que en la metáfora paterna el significante del Nombre del Padre está presente siempre, porque se trata de algo que actúa para la neurosis, pero no para la psicosis. Justamente en la psicosis no puede hablarse de que haya habido una metáfora paterna porque nunca se contó con el Nombre del Padre ya que este significante está forcluido en esta estructura y por lo tanto no puede operar para ordenar lo que tiene que ver con el Otro.
Lacan compara el significante del Nombre del Padre con una ruta principal y cuando este significante no está presente, no hay ruta principal, el sujeto se ve obligado a recurrir a tratar de suplir este ordenador, recurrir a una serie de caminos secundarios, pero sin duda que los resultados de ir por la ruta principal no son los mismos de ir por diversos caminos secundarios. En la psicosis se presentan intentos de estabilizaciones imaginarias o, después del desencadenamiento de la psicosis, el intento de restitución a través del delirio. Lacan compara también las voces que se escuchan en las alucinaciones con los carteles al costado de los caminos secundarios como palabras que le hablan al sujeto que no cuenta con la carretera principal.
Esta explicación es fundamental para con confundir lo que dice Lacan respecto de la función del Padre, ya que uno podría pensar que esta función empieza actuar en determinado momento del desarrollo de un sujeto, pero sería un error. No caben dudas de que la participación del padre, con minúscula, referido al padre de la realidad, tendrá distintos momentos y en cada uno de ellos tendrá un rol particular, pero la función del Padre, con mayúsculas, por ser el significante del Nombre del Padre, es algo que tiene que suponerse desde el principio lógico del planteo porque es lo que da lugar a que la metáfora pueda llevarse a cabo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario