Esta tercera entrega de Robinson Crusoe en relación a Hegel tiene otro eje que no es exactamente el de la dialéctica del Amo y el Esclavo, pero sin ningún lugar a dudas esta mecánica de dominio, desprecio y sometimiento se puede leer también con enorme claridad.
Ocurre que en cierto momento Robinson (ya no le digo “señor Crusoe”, se me pasó un poco la bronca que me da. Pero con este tema no puedo asegurar que no vuelva) sale de la isla y vuelve a Inglaterra (otra isla, pero con gente e industria, considerada en esa época el centro del mundo) y hace varios viajes. Uno de los lugares que visita es China y se produce un choque muy interesante entre este europeo y la cultura china.
El relato que hace de lo que vio en tierras de oriente es demasiado claro:
“Pero si confronto los pueblos de aquel país, su manera de vivir, su gobierno, su religión y su fastuosidad con lo más notable que se ve en Europa, debo confesar que todo aquello no merece la pena de ser mencionado y aún mucho menos las pomposas descripciones que de allí nos dan ciertos relatos”. (1)
La cosa está más que clara, a Robinson le parece que todo lo que esté por fuera de Europa y la cultura occidental no vale absolutamente nada y ni siquiera vale la pena gastar unos pocos segundos en referirse a ella. Claro, a menos que sea para denigrarla tanto como sea posible y poner bien altos los valores de la vieja Europa, que no son otros que los de propio Robinson.
Es fácil descubrir que no le cuesta mucho hacer esa “confesión” acerca de su opinión respecto de las costumbres chinas.
Dicho esto ensaya una especie de explicación acerca de por qué nos resultan sorprendentes las cosas de aquel país diciendo que la idea de atraso y pobreza que se tiene en Inglaterra respecto de los chinos es tan grande que al ver que no son ni tan pobres ni tan atrasados uno no puede más que llenarse de asombro, pero si uno no tuviera ese prejuicio acerca de la falta de importancia y valor de los chinos no podría sorprenderse por nada, ya que lo que ellos tienen no vale la pena en lo más mínimo.
Es por eso que compara sus edificios con los occidentales, el comercio chino con el de Inglaterra, España y Francia, dice que su población no sería nada en comparación con la europea en términos de riqueza y variedad, al tiempo que compara los puertos chinos, llenos de juncos y pocas embarcaciones, con la flota mercante y escuadra militar inglesa. Termina estas palabras diciendo que hay más comercio en Londres que en toda China y que un solo barco de guerra holandés, inglés o francés puede vencer a toda la flota china.
En relación a esto afirma:
“…una sola línea de soldados alemanes o de gendarmes franceses destruiría a toda la caballería china” (2).
Esto aparece en medio de una gran explicación acerca de cómo los chinos, en palabras de Robinson, no podrían hacer frente a asedios ni combates ni estrategias europeas por la inutilidad de su instrucción, armas y líderes. Esto nos da una idea de que, más allá del comercio y las construcciones, la idea de quién puede destruir al otro en una batalla es una forma muy característica de occidente para ver quién es más desarrollado e importante que el otro.
Me acuerdo que una vez leía un texto donde un explorador europeo llegaba a una tribu y quería explicarles a los nativos las ventajas de la cultura europea, pero chocaba con que los indios le respondían que ellos tenían algo que hacía lo mismo que él les presentaba sin necesidad de tanta tecnología. Finalmente el explorador decía que la única forma de demostrar la superioridad de Europa era matarlos a todos a cañonazos y uno puede preguntarse, si esa es la única forma de demostrar la superioridad, si realmente son muy superiores.
Volviendo a Robinson, no sorprenderá que termine su párrafo acerca de los orientales diciendo:
“…en el fondo, no son sino ignorantes y viles esclavos, sujetos a un gobierno despótico, proporcional a su genio y a sus inclinaciones”. (3)
Esclavos, ignorantes y viles esclavos… ¿Sería mucho decir que el muchacho estaba obsesionado con el tema? ¿O tal vez no hacía más que evidenciar la cultura occidental que le fue impuesta por su lugar de nacimiento y crianza? Sin duda le había resultado muy gratificante el choque de culturas.
Ah, pero falta una joyita genial, algo de no creer, la cita es sobradamente elocuente:
“El orgullo de los chinos era extraordinario. No es posible expresar su petulancia, observada especialmente en los vestidos, en los edificios, en el número de sus criados esclavos y, lo que es aún más ridículo, en el desprecio que aparentan por todas las demás naciones”. (4)
Es fuerte ¿no? Tómense su tiempo para releer la cita, juro que es textual y después de todo lo dicho sigue diciendo exactamente eso.
Lo único que le falta decir es que Europa antes era agrandada y llena de soberbia, ahora es solamente perfecta.
A continuación pasa a describir a un Señor de la región y, pueden imaginarse, que se trata de renglones y renglones de ridiculizaciones y burlas respecto a los vestidos, las costumbres, las formas y todo aquello que pueda describirse de una persona, siempre con el mismo desdén excesivo con el cual dice cada una de las palabras en relación a ellos. Les ahorro las citas, solo transcribo cómo cierra la presentación de aquel Señor:
“Aquella magnífica túnica cubría una chaqueta de tafetán negro, tan grasienta como la de un carnicero, prueba concluyente de que quien la llevaba era un ilustre miserable”. (5)
Por lo menos la túnica era magnífica.
Tampoco nos sorprenderá leer que los más exquisitos manjares de aquellas tierras le habían resultado a este europeo las comidas más pastosas y desagradables que había probado en su vida, con carne pésima que ni siquiera aceptaría un perro inglés a punto de desfallecer de hambre.
Claramente Robinson no es un hombre del siglo XXI, en el cual la comida china está de moda.
Como frutilla del postre, Robinson cuenta que este hombre no hacía ciertas cosas sino que los esclavos las hacían por él y dice que aquel Señor era un idiota que creía rebajarse si hacía las cosas con sus propias manos; después dice que se había cansado de la arrogancia de aquel imbécil.
Debo confesar, sin mucha dificultad, que yo también me cansé de la de Robinson.
En relación a Hegel debo decir que esta soberbia occidental también se encuentra en sus textos, aunque claro que no de la misma forma ni con tanta violencia, pero con el mismo mensaje.
Hegel habla del fin de la historia humana cuando se refiere a su filosofía, esto se refiere a que con sus postulados acerca de la dialéctica como método por el cual la historia se va conformando puede decir que el ser humano logró comprender el mecanismo interno de la historia y llegó a su punto de máximo desarrollo. No significa que no va a continuar, solo que al conocer dicho mecanismo el hombre puede apoderarse de la historia.
Esto es muy revelador y muy fácilmente relacionable con el relato de Robinson Crusoe porque para Hegel la única historia que importa y que marca la línea de todas las historias de todos los pueblos del mundo es, justamente, la historia de Europa. Tanto él como su gran alumno Marx, harán todo un análisis de la historia teniendo en cuenta los parámetros de la historia europea y calificarán a todas las demás culturas según los parámetros de Europa, según los cuales dirán que hay países que están más atrasados y otros más evolucionados en esto de acceder al fin de la historia.
Claramente para ellos, junto con muchos otros que también piensan a Europa como el faro y guía del mundo, la cultura de china y también las de África estaban tan, pero tan atrasadas que no sé si les prestaban atención o las consideraban parte de la historia. Lo que sí es seguro es que no las consideraban parte del mundo importante y las menospreciaban de lo lindo.
Se trata de una soberbia centralista que aniquila las diferencias ya que siempre se va a evaluar al otro dependiendo del hecho de adecuarse o no al modelo establecido por el evaluador y reducir a la nada, como bien expresa Robinson, a todo lo que sea distinto.
Estados Unidos sigue el modelo europeo, así que ninguno de ellos se hubiera sorprendido por que el centro del mundo pase de Europa a EEUU, pero me pregunto qué dirían ahora que China, nada más ni nada menos, se presenta como la próxima súper potencia del mundo por encima de cualquier país occidental y hay muchos que ya en estos días ubican al gigante asiático por encima de todos los demás.
Referencias:
(1) Defoe, D. “Robinson Crusoe”. Gradifco, 2007. Buenos Aires. Pág. 251
(2) Idem, pág. 252
(3) Idem, pág. 253
(4) Idem. El destacado me pertenece.
(5) Idem.
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