lunes, 3 de mayo de 2021

El mundo de Sócrates (2º entrega): Aparece Sócrates.



2.2) Sócrates.

Entremedio de los sofistas surgió la figura de un hombre que representó su más ferviente oposición, quien los enfrentó continuamente haciendo uso de una inteligencia y una habilidad que quedarían en la historia de la filosofía como uno de sus puntos más elevados, se trata de Sócrates.
Antes de comenzar a hablar de él y de sus ideas sería bueno mencionar que, en realidad, no se tiene mucha seguridad acerca de si Sócrates realmente existió o no. Sin duda que nos resulta muy curioso que se plantee la duda acerca de la existencia de una de las personas que más influyeron en la historia de occidente, pero es cierto que no existe ningún registro acerca de su vida; solamente conocemos de él por el relato que nos legaros algunos escritores, entre ellos Platón y Aristóteles. El hecho de que Sócrates jamás escribió un libro ayuda a mantener esa duda, pero esta falta de escritura tiene mucho que ver con su ideología y la forma de transmitirla, lo cual veremos a continuación. Pero teniendo en cuenta que fueron varios los que hablaron de él es bastante posible que no se trate de una fantasía de uno seguida por varios, sino de alguien que recorrió incansablemente las calles de Atenas.
Aún así, creo yo que tiene poca importancia tratar de responder efectivamente esta pregunta, porque su figura y su nombre, así como también sus postulados y su método, dejó una marca imborrable en la filosofía de occidente y así su efecto es innegable. Haya existido realmente o no, yo creo que sí, el legado de Sócrates marcó muchos puntos de los cuales toda la filosofía posterior no pudo hacer más que prestarle atención y tenerlo en cuenta, ya fuera para guiarse por ellos o para discutirlos.
Por lo tanto, vamos con Sócrates.

Sócrates era un habitante de Atenas que paseaba por la ciudad, se cuenta que vivía de unas rentas, lo cual le dejaba tiempo libre para pasear, meditar y conversar con la gente.
Platón recoge en la “Apología de Sócrates” los argumentos que éste utilizó en el juicio que le hicieron, juicio en el cual Sócrates se defendió a sí mismo y explicó el inicio de su actividad filosófica. Sócrates contó que, consultado el oráculo acerca de quién era la persona más sabia de toda Atenas, se obtuvo la respuesta de que esa persona era Sócrates. Al enterarse de esto el mismo Sócrates debió sentirse completamente sorprendido, porque él se consideraba absolutamente ignorante de todas las cosas y era increíble que fuera más sabio que tantos hombres que sabían muchas más cosas que él. Sócrates decía de sí mismo: “solo sé que no se nada”. Pero los dictámenes del oráculo transmitían, según la creencia, la palabra del Dios Apolo y era completamente imposible que el dios mintiera o se equivocara.
Sócrates se enteró de lo dicho por el oráculo y admitió que todo lo proveniente de esa fuente debía ser la más pura verdad, pero esto le generaba una curiosidad invencible por tratar de comprender cómo era posible que, efectivamente, fuera él la persona más sabia de la ciudad.
Es por eso que tomó la misión de iniciar un camino que le llevara a entender las crípticas palabras dichas por el oráculo y lo hizo dirigiéndose a las personas sabias para que le explicaran en qué consistía la sabiduría.
La primera sorpresa que tuvo Sócrates fue descubrir que sus preguntas recibían como respuestas una gran cantidad de ejemplos, al estilo de decir que tal idea era sabia, o que tal persona era un sabio o que actuar de tal o cual manera era actuar sabiamente. Esto no era lo que él estaba buscando, ya que su intención era encontrar la respuesta a la sabiduría en sí misma, es decir aquello que dotaba de sabiduría a cualquier ejemplo donde se lo observara, el elemento o los elementos que estuvieran presentes en todos y cada uno de los casos en los cuales podía hablarse de sabiduría.
Su intento por encontrar la explicación a la sabiduría chocaba con la imposibilidad de encontrar una respuesta que definiera lo que era la sabiduría, es decir el concepto de sabiduría, independientemente de los ejemplos particulares que pudieran darse de ella; solamente encontraba explicaciones parciales, que no explicaban todos los casos y que no podían usarse para definir el concepto de sabiduría.
Sócrates no se detuvo ante esta mala experiencia y continuó buscando las repuestas que él no poseía, así fue a preguntarle a los jueces qué era la justicia, a los generales acerca de la valentía, a otros acerca de la belleza, pero todo fue inútil. Nunca encontró a nadie que pudiera responder a sus preguntas de manera satisfactoria. Todas estas personas que decían saber, en realidad no podían responder las más simples preguntas. Resultaba evidente que cuando él preguntaba acerca de qué era la belleza, no se iba a contentar con una respuesta como: “aquella mujer es bella”, ya que esto, si bien podía ser cierto, no dice absolutamente nada de la belleza en sí, nada que permita entender qué significa esta palabra para poder utilizarla en todos los casos en los que corresponda.
Es por este camino que Sócrates llega a comprender las palabras tan misteriosas del oráculo, ya que había descubierto que todas esas personas que dicen y están convencidas de que saben mucho, mismas personas a las cuales Sócrates también juzgaba como sabios, en realidad no saben nada, aún cuando presumen mucho de sus grandes conocimientos. Nadie sabe nada, comprende el filósofo, pero todos creen que saben mucho y, al hacerlo, desconocen incluso su propia ignorancia. En esto era lo que Sócrates aventajaba en sabiduría a todos los demás, ya que él también, como todos los demás, era un gran ignorante de todas las cosas, pero al menos él estaba al tanto de su ignorancia, él sabía que no sabía; de esta manera su frase: “solo sé que no sé nada” quedaba completamente transformada y pasaba de ser la confesión de la más absoluta ignorancia a ser la prueba de que por lo menos había una cosa que él sí sabía, mientras que los demás aún esto desconocían. La sabiduría de Sócrates no consistía en poseer una doctrina que podía ser comunicada a los demás sino en estar advertido de su propia ignorancia.
A partir de este momento Sócrates interpreta las palabras del oráculo como una llamada a mostrar esta verdad a todos los demás seres humanos del mundo, es decir que él siente que Apolo mismo lo ha elegido para que muestre a los demás cómo lo que ellos llaman saber en realidad es una ilusión, que ese conocimiento en realidad oculta la existencia de una profunda desconocimiento y que nadie sabía nada de lo que creían saber.
Como había dicho antes, esto puede leerse en el diálogo platónico llamado “Apología de Sócrates” y eso nos lleva a plantear otro problema, ya que la mayoría de cosas que sabemos de este filósofo nos llega por parte de su mejor alumno, Platón, quien lo utiliza como protagonista de sus escritos, en los cuales se realizan conversaciones donde Sócrates habla con la gente. Esto nos hace muy difícil la tarea de saber qué cosas pertenecen específicamente a Sócrates y cuales otras son dichas por Platón. Existen estudios en los cuales se busca identificar a uno y a otro y se dice que hay períodos en la obra de Platón en los cuales hay una diferencia, ya que en el primero sigue puntualmente a su maestro, en el segundo aporta ideas propias, en el tercero se aleja un poco más y en el cuarto directamente lo discute y discute también así sus propias teorías antes presentadas. Esto es interesante, pero la verdadera diferenciación entre maestro y alumno no podrá ser develada nunca.



2.2.1) La ironía socrática.

Esta misión era llevada a cabo por el filósofo de una manera muy particular, que quedó como selló inequívoco de esta figura de la filosofía.
Sócrates se presentaba ante la gente y comenzaba a conversar con ellos, se mostraba como un simpático viejito deseoso de aprender todo lo que los demás tenían para enseñarle, siendo que en realidad buscaba mostrarles que no sabían nada de lo que creían saber. A esto se lo llamó “ironía socrática”, ya que se hacía pasar por alguien que quería aprender cuando en realidad era él quien tenía algo para enseñar. Esta forma de presentarse, tan amena y seductora, hacía que nadie tuviera reparos a la hora de responder sus preguntas, en apariencia tan sencillas de contestar, y entrara en una conversación de la cual no le sería nada fácil salir. Se podría decir que Sócrates iba “camuflado” a conversar con la gente y así los involucraba en una charla de la cual luego les era casi imposible salir.
Sócrates participaba de una conversación que tratara sobre la belleza, el amor o cualquier otro tema y preguntaba qué se entendía por ese concepto, pregunta que era respondida al instante por alguno de los presentes y que parecía disipar todas las dudas, pero nunca podía evitar que nuestro protagonista le hiciera una objeción a su planteo. Ante cada respuesta, Sócrates siempre encontraba la forma de demostrar que esa respuesta no era correcta o no era completa, poniendo ejemplos de situaciones que respondieran a, digamos por ejemplo, la valentía, pero no a la respuesta recibida; es decir que podían ser ejemplos de valentía que no coincidieran con lo dicho por aquella persona. También podía ocurrir lo contrario y mostrar Sócrates un ejemplo de lo dicho por esa persona y que estuviera en clara contradicción con lo que se entiende por valentía.
Hay que destacar que Sócrates no contradecía a aquellos que buscaban superarlo, sino que les hacía preguntas que demostraban el error o la incompletud de lo afirmado, ante lo cual la persona tenía que cambiar su definición para tratar de abarcar todos los casos imaginables, cosa que jamás conseguía.
Es por esto que Sócrates comenzó a cobrar fama en distintos sentidos; algunos, como Platón, quedaron completamente fascinados por alguien que actuaba de esa manera, con una inteligencia que eclipsaba por completo a los sofistas y a quien nadie lograba superar, pero otros se sintieron insultados por estas charlas con él, ya que era muy probable que conversar con Sócrates significara quedar en ridículo ante todos los presentes.
Él se definía a sí mismo como un “moscardón” que molestaba constantemente a ese caballo llamado Atenas, impidiendo que se quedara tranquilo en el error de la ilusión de su sabiduría. Una persona así solo puede generar las más extremas pasiones, desde aquellos que lo tomaron como el guía absoluto del conocimiento hasta aquellos que hicieron todo lo posible por quitarlo del medio.
A través de este método, Sócrates buscaba algo muy distinto de solamente molestar a todos, como pensaban algunos que no comprendía su actuar, sino que buscaba realizar una especie de purga de las ideas equivocadas que las personas tenían. Simulando ser inferior, él lograba que las personas exhibieran sus falsos conocimientos y luego él se encargaba de mostrar la falsedad de tales ideas, con lo cual pretendía que la otra persona comprendiera más allá de cualquier duda, que lo que anteriormente consideraba conocimiento en realidad no era tal y quedara así liberado de esas cadenas de confusión y error, dejando el lugar libre para la adquisición del conocimiento verdadero, aquel que no estuviera contaminado de errores.
Al buscar esto común a todas las ideas por las cuales preguntaba, Sócrates estaba persiguiendo la esencia de las cosas o, también, el concepto.
Hay que tener en cuenta que en la teoría socrática, la ignorancia era la generadora de todos los vicios y los males, para él nadie podía hacer el mal si no era por desconocer el bien, es decir que nadie que tuviera una correcta idea de las cosas se inclinaría a hacer el mal, esto solo puede provenir de las equivocaciones a las cuales la gente estaba sometida y, en este sentido, la purificación de esas ideas erróneas, esa limpieza de todo lo que no fuera cierto tenía relación con una limpieza moral ya que apartar a la gente de la ignorancia y llevarla por el camino del conocimiento era una forma de mostrarles el camino correcto para que se dirijan al bien y se alejen del mal.
Esto, en griego, se denomina “catarsis”, que significa limpieza o purga.



2.2.2) La mayéutica.

Pero esta refutación no era más que el comienzo, solamente el punto de partida para comenzar la tarea divina que Sócrates sentía sobre sí; luego de que las ideas erróneas hubieran sido purgadas, limpiadas, había que lograr que las ideas correctas ocuparan ese lugar
Mayéutica es una palabra que significa la ayuda que se le da a las mujeres en el momento de dar a luz, Sócrates recuerda que su madre era una comadrona, como llamaban a quienes asistían a las parturientas, y que él había heredado esta actividad, solo que no en lo referente al nacimiento de las personas sino a traer a la luz las ideas ciertas.                                    
Con esto, Sócrates afirmaba que el maestro no era quien impartía conocimientos a sus alumnos, alguien que les enseñaba cómo eran las cosas, sino que la verdadera tarea del que enseña es ayudar a quien quiere aprender a que encuentre las respuestas por sí mismo, las respuestas que tiene en su interior y solamente tiene que “dar a luz”. Esto es algo que también se refleja en la estructura de los diálogos platónicos, ya que en estos se discuten conceptos, pero no se llega a ninguna respuesta concreta puesto que la idea no consiste en dar las respuestas sino motivar al lector a que piense por sí mismo.
Este encuentro de las respuestas dentro de uno mismo solo se puede lograr si la persona tuvo algún contacto previo con esas respuestas, las cuales fueron luego olvidadas, por lo cual este encuentro con las respuestas no sería tanto un descubrimiento de algo nuevo, sino más acertadamente, un recuerdo de algo olvidado, lo cual en griego se denominaba “anamnesis”.

La explicación a esto tiene que ver con la preexistencia del alma, pero eso es algo que ubico como perteneciente a Platón, discípulo de Sócrates, más que a su maestro.

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