1.3) Heráclito.
Otro de los que hablaron del arjé fue Heráclito, quien ubicó al fuego como el fundamento de todo lo existente, aunque al respecto hay que aclarar que no se sabe con certeza si este filósofo consideraba que el fuego era la realidad material de todos los objetos o si, siguiendo la ruptura pitagórica, se valía de él como símbolo de sus ideas acerca del cambio constante e imposible de detener, lo cual el fuego ilustraría magníficamente.
Heráclito fue un hombre que se expresó de manera ardua y difícil de comprender, tanto que fue calificado ya por los antiguos como “el oscuro”.
La filosofía de Heráclito define la existencia como un continuo devenir de todas las cosas, todo se transforma, todo cambia, todo fluye, nada permanece, nada se conserva; a él pertenece la idea de que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, ya que la segunda vez se tratará de otras aguas distintas de aquellas que estaban allí la primera vez, esas aguas ya continuaron su fluir y se mezclaron con otras, se alejaron de aquel lugar, tal vez incluso se hayan evaporado continuando con la eterna transformación de las cosas. Pero no solo es esto sino que el río en sí tampoco será el mismo, ya que su cauce habrá sido lentamente erosionado por el paso del agua y ya no tendrá los mismos pozos, las mismas piedras, las mismas profundidades ni exactamente el mismo recorrido; aún cuando solo se hubiera modificado unos pocos milímetros ya no se trataría de lo mismo. Uno podría ir aún más lejos y decir que tampoco es la persona igual que aquella que se introdujo en el río la primera vez, ya que con el paso del tiempo, aún siendo muy poco, algo habrá cambiado, ya sea que nos refiramos a que aprendió algo o que experimentó algo o que le ocurrió tal o cual cosa entre la primera vez que fue al río y la segunda.
Para Heráclito, la persistencia de las cosas es solamente una ilusión generada por la lentitud con la cual se lleva adelante la modificación que experimenta todo, así uno creerá que la montaña que tiene delante es exactamente igual a como era hace un año simplemente porque no llega a percibir los mínimos cambios que se produjeron por la erosión del viento y el agua.
En este sentido puede pensarse que es el fuego por su carácter de vivo, siempre en movimiento, jamás estático, el símbolo que utiliza Heráclito para hablar del arjé.
Cuando este filósofo se refiere a las cosas que existen utiliza la palabra “cosmos”, que puede traducirse como el universo, pero también como el orden, con lo cual puede comprenderse que, al igual que Pitágoras, Heráclito ubicaba un orden en el universo y no el caos. Este devenir constante no estaba librado al azar de la casualidad, sino que había una medida, una regulación que determinaba el resultado de los cambios constantes, esta regulación estaba dada por la lucha de opuestos, que él llamaba la guerra, lo cual nos da una imagen de enemigos y de choques entre ellos con los resultados que se desprenden de la misma.
Como ejemplos de estos opuestos aparecen los cerdos, que disfrutan más del barro que del agua pura o el mar, que es el agua más pura (para los peces) o la más impotable (para los humanos), lo cual habla de elementos que representan distintas muestras de un solo dinamismo. También puede decirse que estos opuestos funcionan de la siguiente manera: si no estuviéramos nunca enfermos no podríamos entender lo que significa estar sanos, si no tuviéramos hambre jamás no podríamos comprender lo que significa estar saciados, sin guerra no podríamos valorar la paz.
Lo que él llamaba la guerra aparece no como el caos sino, todo lo contrario, como la armonía del mundo, aquello que regula a través del choque de opuestos todo lo que ocurre, de donde se entiende su frase acerca de que es sabio convenir que todo es Uno.
A este Uno Heráclito a veces lo llama Dios, pero entiende por esto algo muy distintos a los dioses que habitaban el monte Olimpo y estaban dotados de voluntad y capricho, él dice esta palabra refiriéndose a la unidad que se manifiesta constantemente en la naturaleza a través de los cambios y los opuestos. Otras veces usa la palabra “logos”, que significa “razón” y también hace referencia a una especie de “razón universal” que todo lo guía.
1.4) Parménides.
Parménides decía que el movimiento no existía, lo cual es una excelente forma de captar inmediatamente la atención de todos los que están escuchando por lo sorprendente y lapidario de dicha sentencia.
Para explicar esto hay que decir que Parménides se ubica en una posición absolutamente extrema desde la cual va a emitir sus opiniones, tanto en lo referente a pensar el ente como al método utilizado para pensarlo.
Primero, el método. Parménides es el primer hombre de la historia en proceder con total rigor racional, esto es ubicar a la razón como el elemento fundamental con el cual proceder para lograr la comprensión buscada. Esto significa una ruptura total con la información aportada con los sentidos, ya que todo lo que pueda aprenderse en forma sensorial serán cosas ilusorias, errores y confusiones mientras que la razón avanzará de manera segura y considerando lo que no puede ser discutido.
En este sentido puede decirse de él que fue el primer racionalista.
Segundo, el objeto. Parménides se ocupa del ente y por tal se entiende todo aquello que existe, tanto una mesa como una montaña, como una idea, y también cosas irreales como un unicornio o triángulos cuadrados; todo eso que puede ser pensado es un ente. En este sentido, todo aquello que puede ser pensado es un ente y todo ente puede ser pensado. Así el solo hecho de pensar algo es prueba de su existencia, ya que todo lo pensable es un ente y, como tal, existe.
La posición de Parménides, entonces, es la más amplia y extrema que puede pensarse ya que considera que las cosas existen o no existen, las cosas son o no son, pero no hay ningún tipo de posibilidad de que exista una tercera posibilidad.
Pero resulta que incluso la segunda posibilidad es absurda, porque decir que no hay nada es decir que hay nada, que la nada es, que existe, con lo cual se estaría diciendo que el no-ente existe y sabemos que todo lo que existe es un ente, lo cual sería decir que el no-ente (la nada) es un ente y esto es tan contradictorio que no puede siquiera considerarse posible. El no-ente es algo completamente imposible de pensar, no se puede considerar. De esta manera se plantea que todo es, todo lo pensable existe y no hay nada por fuera de esto.
Parménides afirma entonces que el ente es necesario, es decir que siempre estamos refiriéndonos a entes, ya sean reales, ficticios, concretos o abstractos. Para él el ente es único (ya que lo único diferente al ente es el no-ente, el cual no existe), inmutable (porque de cambiar se convertiría en no-ente), inmóvil (porque para moverse el espacio debería ser distinto al ente), intemporal (porque el ente siempre será ente), imperecedero (ya que no puede dejar de ser ente), inengendrado (porque lo contrario sería decir que antes existía el no-ente) e indivisible (porque las partes del ente son entes, con lo cual no hay división del ente).
En poder considerar todas estas cosas consiste el método de Parménides, prescindiendo completamente de los sentidos, los cuales son completamente insuficientes para acceder a estas cuestiones referentes a la naturaleza de los entes, que solo puede abarcarse a través de la razón; los sentidos solamente pueden entregarnos ilusiones acerca del movimiento y la transformación de las cosas, siendo que el verdadero movimiento y la verdadera transformación de todo lo existente es imposible, como lo evidencia la razón, ya que esto solo puede aplicarse al paso, el movimiento, la transformación del ente en el no-ente.
A los hombres que creen en la existencia del movimiento y la transformación, Parménides los llama “bicéfalos” porque unen el ser y el no ser en una unidad.
Claramente la conceptualización de Parménides es el extremo de la abstracción, su postulado del ente en oposición al no-ente es tajante y absoluta, pero también es cierto que no mucho más se puede decir del ente en sí, ya que cualquier otra cosa que se dijera de él sería en relación a algún ente específico, algún objeto, y ahí no hablaríamos desde la razón sino desde la información de los sentidos acerca de ese objeto determinado y nos referiríamos a un solo objeto, una sola cosa, por ejemplo una silla, y no al ente propiamente dicho.
Es también Parménides el primero que se aparta de la línea por la cual venía avanzando la filosofía según la cual se buscaban las causas en las cosas materiales, ya fuera el agua, el aire o el fuego, ya que él se ocupa exclusivamente del pensamiento y la razón en todo su alcance abstracto, manifestando un gran desprecio a todo lo referente a la observación y los sentidos.
Este filósofo fue el primero en enunciar los tres principios ontológicos, es decir del ser: el principio de identidad, por el cual lo que es es, es decir que el ente es; el principio de contradicción, que dice que lo que es no puede no ser, y el principio de tercer excluido que nos enseña que solo puede haber estas dos opciones, ser o no ser, sin posibilidad de una tercera posibilidad.
Podría decirse que Parménides es el principio de la filosofía en su sentido más propio.
Con respecto a Heráclito y Parménides se dice que hay una contradicción extrema entre quien sostenía que todo es movimiento y quien postulaba que el movimiento no existe. Yo no estoy para nada de acuerdo con eso, creo que decir algo así es no terminar de entender qué era lo que decía cada uno.
Es decir, pensemos en Parménides, su racionalidad absoluta y su desprecio por ocuparse de lo que los sentidos le mostraban. ¿Qué diría él si apareciera Heráclito diciendo que nadie se baña dos veces en el mismo río? Definitivamente no le hubiera dicho que eso era lo contrario a lo que él decía, sino que le hubiera respondido que eso, aún siendo cierto, no tiene nada que ver con lo que él decía, porque eso era ocuparse de las cuestiones materiales y sensibles, es decir perceptibles con los sentidos, y que eso a él no le importaba en lo más mínimo. Perfectamente Parménides podría haber respondido: “Sí, lo que usted dice es cierto, pero ¿a mí qué me importa?
No puede haber duda de que para Parménides el postulado de Heráclito era cierto, por supuesto que existe el movimiento de las cosas materiales, sino Parménides tendría que haber vivido toda su vida como una estatua, clavado en un lugar sin poder mover ni una pestaña. No, definitivamente no estamos hablando de eso. El movimiento del que habla Heráclito es algo que Parménides, ni nadie, podría llegar a negar, pero no influye en su decir que el movimiento no existe porque se refieren a cosas que están en niveles completamente diferente, tanto que es perfectamente posible concebir una teoría que muestre que el movimiento parmenídeo es imposible al mismo tiempo que el movimiento heracliteano es posible.
Para poder comprender lo que dicen estos autores hay que hacer una diferencia tajante entre lo sensible por los sentidos y lo únicamente alcanzable a través de la razón, diferencia que puede encontrarse expresamente en Parménides y que puede entenderse en Heráclito, ya que él nunca habló de los entes o de utilizar la razón para explicar las cosas y sí se manejó siempre con lo que sus sentidos le mostraban. Esta diferencia entre lo sensible y lo racional hace que podamos ubicar fácilmente a estos filósofos en planos distintos en los cuales no hay correlaciones y ambos puedan decir cosas que parecen ser contradictorias sin que en realidad tengan relación una con otra.
Por otro lado habría que estudiar muy bien cuando Heráclito dice que todo es Uno, ya que no estaría muy alejado del decir de Parménides de que todo es ente.
¿Diferencias entre ellos? ¿Oposición? Creo que si uno estudia el tema en detalle se revela que es esta oposición entre ellos es solo una ilusión, una apariencia.
Además, de otra manera no podría pensarse en la posibilidad de que luego aparecieran teorías que superaran a ambos tomando un poco de cada uno y combinándolos, como ya veremos.
Donde sí puede establecerse una oposición y una discusión entre ellos es acerca de qué es lo verdaderamente importante, ya que Heráclito no se ocupaba del mundo racional de los entes y se ocupaba exclusivamente de lo material, siendo que Parménides despreciaba lo material y se dedicaba únicamente a lo referido a los entes racionales. Es en este punto donde yo encuentro oposición entre ellos, no en cuanto a sus opiniones acerca del movimiento.
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