1.5) Las aporías de Zenón.
Zenón fue un discípulo de Parménides y quiso demostrar los postulados de su maestro a través del planteamiento de aporías, que significa dificultades, con los cuales quedaría claro la imposibilidad de explicar racionalmente el movimiento.
Una de ellas es la que dice que recorrer una distancia es imposible, esto ocurre sin importar de qué distancia estemos hablando o cómo sea el terreno ya que estos elementos hablan de cosas del mundo sensible y lo que aquí importa es solamente el planteo del problema a través de la razón. La imposibilidad de este recorrido está explicada porque para llegar de un punto cualquiera a otro, necesariamente hay que recorrer antes la mitad de ese camino y luego la otra mitad, pero recorrer esa primera mitad también implica que se debe avanzar a lo largo de la mitad de ese trecho y luego a través del resto del camino y esta proyección puede continuarse infinitamente, con lo cual queda en evidencia que podemos avanzar eternamente, pero siempre vamos a estar avanzando mitades y no avanzando las mitades restantes. Es lo mismo que decir que del tramo que queremos recorrer solamente avanzamos la mitad y volvemos a fijar la mitad de lo que nos resta y avanzamos solamente esa mitad y así sucesivamente, siendo que de esta manera podemos avanzar eternamente, pero nunca podremos recorrer todo el camino, siempre habrá un espacio, espacio no medible sino lógico, que quedará sin salvar.
Otra de las aporías es la de Aquiles y la tortuga, según la cual el guerrero griego más veloz de todo el ejército sería completamente incapaz de alcanzar al lento animal si al inicio de la carrera le da cierta ventaja. Esto se explica porque al tomar cierta distancia inicial la tortuga llegaría a un punto al cual Aquiles, al iniciar su carrera, debería llegar. Nuevamente tenemos que prescindir de la idea de velocidad de cada uno de ellos, porque hay que pensar esto solamente a través de la razón. Cuando Aquiles empezara a correr y llegara al punto en el cual estaba la tortuga, el animal ya habría avanzado un poco y esto exigiría que Aquiles volviera a correr hacia ella para alcanzar el punto donde se encuentra en ese momento, pero, nuevamente, al llegar a ese lugar la tortuga habría avanzado nuevamente y así sin fin. De esta manera, sin importar la velocidad de cada uno, la lógica de la razón nos dice que el tiempo que le lleva a Aquiles llegar desde donde está hasta donde está la tortuga permite que el animal avance y no se encuentre allí donde antes estaba, con lo cual Aquiles siempre llegaría al lugar vacío y jamás alcanzaría a la tortuga.
Estas y otras aporías llaman profundamente la atención de quien las lee por primera vez y pueden resultar absurdas, pero no lo son en absoluto. Se cuenta que un hombre llamado Antístenes quiso refutar estas ideas caminando alrededor de Zenón, diciendo que el movimiento se demostraba al moverse; igualmente cualquiera podría pensar que no hace falta recurrir a Aquiles o a mitades para probar el error de estas aporías ya que haciendo la prueba cualquiera de nosotros podría fácilmente recorrer una distancia no muy larga o alcanzar una tortuga a la cual se le da cierta ventaja, pero este tipo de argumentos, como los de Antístenes, solamente demuestran que quien así responde no ha comprendido el verdadero problema planteado por Zenón, ya que a éste no le interesa ese tipo de refutaciones sino solamente la refutación lograda a través de la razón, la cual no tiene absolutamente nada que ver con caminar alrededor de un filósofo, demostrar que se puede recorrer cierta distancia o correr atrás de una tortuga ni ninguna otra demostración que busque un efecto sensible.
El intento de Antístenes de demostrar el error de Zenón me resulta muy similar a quienes postulan la oposición entre Heráclito y Parménides, cuando en realidad se está hablando de otra cosa.
Estas y otras aporías demuestran que el movimiento no puede ser demostrado o explicado en forma racional, ya que lleva al imposible y, en ese sentido, son un ejercicio racional excepcional
1.6) Empédocles.
Lo dicho anteriormente acerca de cómo Heráclito y Parménides podían ser combinados ya que no sus ideas no implicaban una contradicción encuentra su cristalización en Empédocles, quien reunió partes de ambas teorías y elaboró la suya propia, produciendo una superación de las anteriores.
Empédocles rompió con el monismo del arjé, es decir que no ubicaba como principio de todo lo existente a un solo elemento sino a cuatro, para él todo estaba compuesto por una combinación de aire, agua, tierra y aire; según la forma y cantidad en que estos elementos se unieran daban forma a las formas sólidas, gaseosas y líquidas con todas las características que podían observarse. Solamente así podían superarse ciertas cuestiones referidas a la discusión entre lo que nos dice la razón y lo que nos dicen nuestros sentidos.
En cierto sentido Empédocles une las teorías expuestas por sus antecesores, ya que los cuatro elementos que él toma son los que otros habían ubicado como el arjé.
La teoría de Empédocles explica que tanto Heráclito como Parménides tenían razón en cierto punto mientras que también ambos se equivocaban en otros. Esto se debe a que se daba la razón a Parménides al decir que las cosas permanecen siempre idénticas a sí mismas sin experimentar ninguna clase de cambio ya que estos cuatro elementos jamás se modificaban, el agua seguía siendo siempre agua, el aire permanecía siendo aire y también los otros dos elementos, pero Heráclito no se equivocaba al hablar del cambio constante e imposible de detener ya que las combinaciones que podían darse entre estos elementos eran infinitas y jamás se detenían, con lo cual sus resultados no podían de ninguna manera permanecer estáticos y siempre estaban modificándose sin detención. Esta teoría demuestra que no había ninguna oposición entre ellos, sino simplemente un plano distinto de interés donde ubicar sus planteos.
1.7) Demócrito.
Pero esta pluralidad de los cuatro elementos no se detuvo con Empédocles ya que luego apareció Demócrito y la pluralidad se convirtió en multiplicidad. Demócrito se permitió pensar que si una cosa podía ser cortada es porque no se trataba de una sola pieza, sino que estaba compuesta por gran cantidad de pequeñas piezas, entre las cuales existían espacios, que se distribuían a un lado o al otro del corte. Al cortar una manzana, por ejemplo, se observa que no es una sola cosa ya que si lo fuera sería imposible dividirla, sino que debe tratarse de una unión de partes tan pequeñas que no pueden ser observadas a simple vista y que se agrupan en las dos mitades resultantes al ser separadas por esos espacios que necesariamente, lógicamente o, también, racionalmente debían existir entre estas partes. Estos cortes pueden continuarse hasta el punto lógico de que se llegue a una parte tan pequeña que ya no pueda dividirse. Hay que tener en cuenta que no se trata de un experimento que pueda hacerse, ya que nadie puede tratar de cortar una manzana en tantas partes que llegue con un cuchillo a una parte que ni siquiera puede observarse, por lo cual se trata solamente de un ejercicio lógico.
A esta parte que no puede dividirse, Demócrito la llamó átomo, que en griego significa que no es divisible, o que no tiene partes.
Este filósofo estaba de acuerdo con Parménides con respecto a ciertas características del ente, ya que para él los átomos debían ser eternos porque nada puede surgir de la nada y tampoco era posible destruirlos.
Por supuesto que esto fue lo que pensó aquel filósofo solamente utilizando la razón en el siglo IV antes de Cristo y tiene poco que ver con la teoría actual del átomo, hoy sabemos que los átomos no son partes únicas sino que están formados por protones, neutrones y protones, con lo cual, si fuéramos estrictos, no serían estas partículas las que deberían ser llamadas átomos, ya que sí pueden dividirse.
Pero, independientemente de esas cuestiones, Demócrito postuló la existencia del átomo solamente basándose en la razón y tuvo que esperar más de dos mil años a que Albert Einstein pudiera finalmente demostrar que esas partículas realmente existían.
El planteo atómico de Demócrito, continuando y ampliando el de Empédocles, postulaba que los átomos eran las partículas elementales del universo y que su combinación era la que determinaba todo lo que existía, con sus características tales como nosotros las conocemos, con lo cual él también tomaba parte de los planteos de Heráclito y parte de los de Parménides. Según Demócrito, cuando un ser moría o una cosa de destruía sus átomos se separaban y quedaban libres para pasar luego a formar alguna otra cosa; de la misma manera creía que el alma estaba formada por átomos perfectamente redondos que podían ser usados para formar otras cosas al producirse la muerte de dicha persona, lo cual nos dice que no pensaba en el alma como algo inmortal. Estos movimientos de los átomos no respondían a ninguna voluntad ni intención, pero tampoco al caos ya que debían obedecer necesariamente a las leyes de la naturaleza.
Porque solamente creía en lo material se lo llama materialista.
Si bien existen enormes diferencias entre los planteos de todos estos pensadores, desde Tales en adelante, todos ellos coinciden en buscar la explicación del universo a través de lo material o de la razón, pero buscan explicar cómo está formada y ordenada la realidad, el mundo o, como ellos lo llamaban, el cosmos. Todo lo que a ellos les interesaba estaba relacionado con lo realmente existente, ya sea en el mundo material como lo referido a lo óptico, es decir el mundo de los entes. Es por eso que se los llama los filósofos de la naturaleza
Nunca ninguno de ellos se preocupó por incluir al ser humano en sus planteos, lo que al ser humano le inquietaba y le interesaba, los motivaba y los asustaba, cuestiones éticas como lo que estaba bien y lo que estaba mal, lo que debía hacerse y lo que no, nada de esto entraba en sus discusiones y planteos.
Es difícil pensar hoy en día en la filosofía como aquello que se ocupa de los átomos o la constitución del universo, lo cual está hoy reservado a la física, pero en aquellos días no existía la superespecificación científica que sí observamos hoy y cosas que hoy nos resultan tan distintas como el pensamiento y la realidad de los átomos estaban unidas bajo el nombre de filosofía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario