lunes, 3 de mayo de 2021

Robinson Crusoe o el sujeto hegeliano. 2º Entrega.

                         


Robinson le da ropas europeas a Viernes y él accede contento de obedecer al amo, pero al principio le molesta mucho la ropa y solo a fuerza de insistencia termina acostumbrándose a esta vestimenta que no podía menos que resultarle muy extraño. No solo eso sino que también le enseña a hablar inglés y le inculca la creencia en el  Dios del cristianismo.
A estas alturas ya no queda ningún tipo de dudas, el señor Crusoe (nada de Robinson, este tipo ya me está cayendo mal así que lo trato con distancia y cierto desprecio) aniquila toda posibilidad de subjetividad del pobre Viernes (este nombre lo tomo, el muchacho acepta ser su esclavo y obedecerlo fielmente, así que él acepta ser Viernes y abandonar su antigua vida para adoptar la nueva), destruye todo su pasado, costumbre y cultura al imponerle las del amo, a partir de ese momento Viernes debe vestirse como su amo, hablar como su amo y creer lo mismo que su amo. Es que para la mentalidad europea común, Europa es el mundo y todo lo que importa está ahí, el resto no son más que una banda de salvajes ignorantes a los cuales hay que colonizar, no solo en relación al poder físico sino también al imponerles sus pautas culturales y sociales.
Entonces el señor Crusoe empieza a moldear a su esclavo para que sea a su imagen y semejanza, moldea la pieza de arcilla que tiene enfrente para que pueda convertirse en una persona, en un ser humano, gracias a la voluntad de un amo que utiliza su poder para producir esa transformación.
Cualquier similitud con la omnipotencia divina… es algo que le podemos criticar a este personaje.
Esta omnipotencia divina que el señor Crusoe se adjudica en relación a Viernes es interesante ubicarla también en lo referente a cómo ejerce su poder sobre su esclavo, ya que aprovecha muy bien el conocimiento que tiene sobre la escopeta que maneja, todo lo cual Viernes desconoce completamente. Tengamos en cuenta que a uno de los que mató para liberar al muchacho lo mató con un disparo, lo cual sorprendió mucho a todos los que vieron esto sin haber visto nunca antes una escopeta, motivo por el cual no pudieron comprender de qué manera se había deshecho de aquel hombre. Viernes, único sobreviviente, tuvo tanto miedo de aquel poder letal que

…se puso de rodillas ante mí, me dirigió un largo discurso del que no comprendí sino que me suplicaba que no lo matase”. (1)

Crusoe es conciente de ese temor y lejos de calmarlo diciéndole que eso no iba a ocurrir se preocupa mucho por sostenerlo y por aparecer a los ojos del otro como aquel que tiene el poder para matar sin necesidad de atacar con una espada, lanza o flechas, sino simplemente de una forma incomprensible y a la distancia sin que pueda hacerse nada para evitarlo. Como si de un rayo de Zeus se tratase. Es por eso que aprovecha que Viernes está ocupado haciendo otras cosas para cargar su escopeta sin que esto sea advertido por él, ya que si viera este movimiento podría comprender cómo funciona el arma y ya no le tendría temor. Ese temor, esa reverencia que recibe, ese enaltecimiento de su figura es justamente lo que estaba buscando y este esclavo se ajusta maravillosamente a lo que él pretendía.
Acerca de esto dice:

“Como él no me vio cargar el arma, la miró como una fuente inagotable de destrucción y ruina. Mucho tardó en volver de su asombro, y si yo lo hubiera dejado, creo que se hubiera puesto a adorarnos al fusil y a mí. Durante varios días no se atrevió a tocarlo, pero le hablaba cual si la escopeta fuese capaz de responderle y, según supe luego, lo hacía para suplicarle que no lo matase”. (2)
No solo él sino también el arma aparecían como seres divinos a los ojos del muchacho que no entendía nada de lo que había pasado y tampoco entendía nada de los modos en los cuales era manipulado por alguien que no era superior a él sino que solamente sabía algunas cosas que él desconocía. A sus ojos, el arma también era un ser con voluntad y decisión al cual había que pedirle con súplicas que no actuara en su contra ya que de otra forma no podría evitar su muerte.
Tanto el arma como el amo eran los dueños de su vida y solamente el capricho de éstos decidiría si seguía viviendo o dejaba de hacerlo, víctima de ese poder inimaginable.
El señor Crusoe siguió cargando la escopeta cuando el muchacho no lo miraba.
Pero todo esto va incluso más allá, según me parece, porque nos cuenta que apareció una diferencia entre ellos a la hora de comer, ya que uno comía su carne con sal y el otro no. Si alguno de ustedes juzga este detalle como sin importancia o considera que es algo de muy sencilla solución simplemente dejando que cada uno elija lo que le gusta seguramente se debe a que no estuvo muy atento a todo lo antedicho.
El inglesito (repito, me cae mal) no tiene intenciones de permitir que un salvaje ignorante venga a decirle cómo se come la comida y nos cuenta que le indicó a Viernes que él comía con sal, como muestra de lo que el otro debía hacer:

“…pero no conseguí inducirlo a hacer lo mismo y tardó mucho tiempo en poder acostumbrarse a ello”. (3)

Lo que nos deja claro que el hecho de que no haber conseguido que Viernes lo imite no fue suficiente para que el señor Crusoe dejara de insistir, lejos de eso siguió insistiendo lo suficiente, la historia no lo aclara, hasta que finalmente el muchacho cedió en su negativa frente al peso de la autoridad y accedió a obedecer a su amo. Lo que se observa también es que todo el tiempo se produce un sometimiento en todos los órdenes imaginables según el cual uno se inhibe completamente a favor del otro, quien se adjudica el derecho de decidir acerca de la vida o la muerte del esclavo, sus ropas, su idioma, su religión, su identidad, sus comidas y cualquier otra cosa que a uno se le ocurra.
Esta posición de amo no es solamente una fachada, no se trata de algo que una persona hace para someter al otro y ganarse su fidelidad por temor o por otros medios, sino que tiene que ver con la posición que esa persona se da a sí misma y que, como lo explica Hegel en su dialéctica, solo puede ser reconocida por otro. Esto también se observa cuando se transcribe un diálogo entre ellos y en lugar de marcar lo dicho por Crusoe según su nombre o su apellido, se lo denomina: “Amo”, de forma que los que conversan son el “Amo” y “Viernes; además, por supuesto, de que el europeo ya sentía los deseos de tener un esclavo mucho antes que ese joven llegara a las costas de la isla, él ya había soñado con la aparición de alguien que portara un deseo que él se ocuparía de que fuera depositado sobre su persona aún cuando para lograrlo tuviera que arriesgar la vida.
Si no hubiera podido rescatar al muchacho y hubiera muerto en esa lucha, sería muy acertado decir que dio su vida por la posibilidad de convertirse en un amo. Esto es algo que el señor Crusoe no dice, él nunca dice que tiene ganas de ser el amo, solamente dice repetidas veces que quiere tener un esclavo y, al conseguirlo, se autodenomina así y actúa como tal.
A diferencia de lo estipulado por Hegel, dicho esclavo no ocupa ese lugar para realizar todo el trabajo físico que el amo no quiere hacer y así poder dedicarse éste ociosamente a los placeres de la vida, sino que ambos trabajan, claro que es muy posible que las tareas más duras las realice el esclavo. Lo que se busca en este caso no está del lado, o por lo menos no exclusivamente, de una liberación de la pesada carga que implica el trabajo en la isla, sino la posibilidad de obtener el reconocimiento del otro en tanto que Amo absoluto de la isla y de la vida, obra y decisiones del esclavo.
El resultado de todo esto es claro, él dice sin dudarlo:

“Por la agradable disposición de ánimo que tenía entonces, y gracias a las conversaciones de mi querido salvaje, pasé tres años enteros completamente feliz, si puede llamarse felicidad completa a alguna situación del hombre en este mundo”. (4)

Yo entiendo por esas “conversaciones” todas las muestras evidentes de sometimiento y reconocimiento de su autoridad como dueño y amo de toda su existencia, lo cual lo llevan a un estado de felicidad que aparece como lo más cercano a la completud que nos podamos imaginar. A Robinson Crusoe no le faltaba nada una vez que consiguió tener a alguien que lo ubicara en ese lugar de autoridad absoluta, la cual nunca había tenido antes y no podría tener en la sociedad inglesa que tanto decía valorar.


Referencias:

(1)   Defoe, D. “Robinson Crusoe”. Gradifco, 2007. Buenos Aires. Pág. 167
(2)   Idem.
(3) Idem, pág 168.
(4) Idem, pág. 171

No hay comentarios.:

Publicar un comentario