jueves, 28 de abril de 2022

Alienación y separación 3° video. La alienación (2° parte)

Este es el tercer video de la serie dedicada a la alienación y la separación, donde continúo hablando de lo que es el concepto de alienación en la obra de Jacques Lacan. En este video abordo la elección del sujeto entre el campo del sentido y el del ser.

Para ver el video, solo tienen que hacer click en la siguiente imagen:




Para quienes prefieran el texto escrito, también lo comparto:


Es así como llegamos a la página 219 del seminario 11, donde Lacan presenta este gráfico:

 


Entre el campo del sujeto, el ser, y el campo del Otro, el sentido o pensamiento, se ubica el sin-sentido y esto nos lleva a plantear la elección que antes veíamos en el ejemplo de “la bolsa o la vida”, que en este caso sería, para el sujeto, “el ser o el sentido”.

 Si el sujeto elige quedarse con el ser, entendido como el Ser total y completo, pierde todo, como ocurría en el otro ejemplo si quien es asaltado elige la bolsa y pierde la vida. Esto ocurre porque esa pretensión de lograr el Ser absoluto es una pretensión vana, podríamos decir quimérica, tan ideal que es imposible, de manera que si elegimos aquello que no existe no nos quedaremos con nada, perderemos todo. Por pretender obtenerlo todo, nos quedamos sin nada.

Por el contrario, si elegimos quedarnos con el pensamiento, como el asaltado que elige conservar la vida, esto ocurrirá con una pérdida inevitable, la cual está ubicada en la parte que el sentido tiene en común con el ser y que Lacan llama el sin-sentido.

 

“Si escogemos el ser, el sujeto desaparece, se nos escapa, cae en el sin-sentido; si escogemos el sentido, éste solo subsiste cercenado de esa porción del sin-sentido que, hablando estrictamente, constituye, en la realización del sujeto, el inconsiente”.[1]

 

Entonces tenemos tres partes del gráfico, tres elementos que tenemos que aclarar.

Por un lado, tenemos al sujeto, que en este planteo Lacan ubica como otra forma de escribir el ser. Esto puede resultar muy confuso, porque en muchas ocasiones Lacan hace exactamente todo lo contrario y ubica al sujeto como lo opuesto al ser.

Tratemos de explicarlo.

Muchas veces Lacan habla del ser como algo completo, como si existiera algo que nos definiera a cada uno de nosotros y nos diera esa identidad absoluta como individuos totalmente autoconcientes. Ese Ser, lo escribo con mayúsculas para resaltarlo y diferenciarlo, es una vana pretensión del registro de lo imaginario, donde todo busca consistir y ser perfecto, sin fallas, ni dudas. Es a ese Ser que el sujeto del inconsciente se opone, ya que el $ implica una falla estructural en su propia barradura, de manera que el planteo de un sujeto como lo entiende el psicoanálisis se opone a un Ser absoluto al cual nada le falta.

Pero ocurre que, en este momento, Lacan no está refiriéndose al Ser, completo y absoluto, sino que se está refiriendo a otra forma del ser, este con minúscula, el cual solo puede estar del lado del sujeto, ya que en el sujeto del inconsciente se juega algo de la existencia del ser humano, aunque, por supuesto, esto se produzca de una manera muy distinta de como ocurre en los animales.

El ser de lo humano, lo que los seres humanos somos, no lo vamos a poder encontrar en el campo del sentido, ya que es imposible que un $ de cuenta de su existencia con argumentos y palabras, las cuales nunca podrían definir el ser presente en un humano y, por lo tanto, solo puede aparecer en el campo del sujeto.

El segundo elemento que aparece en el gráfico es el Otro, que Lacan ubica acá del lado del sentido. Esto también es completamente desconcertante, ya que el Otro es el tesoro de los significantes, lugar eminentemente simbólico, regido por las leyes de la metáfora y la metonimia, y al cual ya desde mucho antes del seminario 11 Lacan ya escribía con el matema Ⱥ, porque está habitado por una falta. Pero Lacan va y lo pone junto al sentido, que pertenece por completo a lo imaginario, donde todo está siempre completo y nada falta, donde todo tiene sentido y se entiende, donde el “sentido común” puede explicarlo todo.

Claramente Lacan muchas veces es desconcertante.

Ocurre que es cierto que el sentido solo aparece como efecto de la concatenación significante, cada combinación significante arrojará un sentido, el cual nunca será único y objetivo, sino que deberá ser interpretado por algún sujeto, siendo que distintos sujetos podrán hacer distintas interpretaciones de lo mismo y, por lo tanto, los sentidos que se le den a algo pueden ser infinitos e impredecibles. Por lo tanto, es imposible hablar de sentido sin incluir también al Otro.

Y entre ellos hay un tercer elemento, que en el gráfico aparece nombrado como el sin-sentido y que Lacan ubica como el lugar del inconsciente. El punto donde el sentido, que todo lo explica, se encuentra con este sujeto barrado es donde aparecen las manifestaciones del inconsciente, como podemos ejemplificar con un acto fallido, donde se produce una fractura del discurso del sentido y emerge el sujeto con una producción que no se comprende, que no tiene sentido y sin embargo existió, tuvo su ser.

Y respecto de esto Lacan dice que hay una elección que implica una pérdida, ya que si elegimos el lado del sentido nos quedamos solamente con el sentido, se pierde el sujeto del inconsciente, se pierden las manifestaciones del inconsciente, es decir que se pierde el inconsciente mismo. Esto sería algo así como una representación que no puedo calificar de otra manera que no sea diciendo que es exclusivamente mítica, donde habría un ser humano que no tuviera inconsciente, que no experimentara formaciones del inconsciente (sueños, síntomas, olvidos, lapsus) y que estuviera pura y exclusivamente en el campo del sentido, de manera que todo lo pudiera explicar sin que hubiera jamás ninguna laguna en ninguna de sus argumentaciones, siempre tuviera una respuesta para todo, nunca dudara, no se le presentara jamás ninguna contradicción que le costara resolver, etcétera.

Por el otro lado, si se elige el ser, se pierde todo sentido, solo queda la división subjetiva despojada de todo sentido.

Sea como sea, la alienación implica una pérdida estructural.

Respecto de esta elección, no se trata de algo que el sujeto haga a propósito, por lo que Lacan dice:

 

“La elección solo consiste en saber si uno se propone conservar una de las partes, ya que la otra desaparece de todas formas”.[2]

 

Es decir que cuando Lacan habla de que hay una elección, no se refiere a que realmente el sujeto se plantee una decisión en la cual debe optar entre dos elementos, según cuál le guste más, sino que se refiere al hecho de que se produce una situación en la cual cualquier camino llevará a una pérdida irremediable.

Y esto lleva a Lacan a vincular la operación de alienación con la función del analista, ya que la interpretación tiene un rol que apunta justamente al sujeto del inconsciente, no a algo que tenga que ver con un juego del sentido, del pensamiento, lugar donde el analista se perdería en explicaciones y justificaciones yoicas dadas por el paciente. La interpretación tiene que apuntar a la división subjetiva donde, lejos de aparecer un relato coherente y bien formado, se busca que aparezca una pregunta que nunca había sido hecha antes, que dirija el camino del análisis a poner la luz sobre puntos que siempre se pasaron por alto, puntos que el yo ignoró debido a su función fundamental de desconocimiento del sujeto y sus vicisitudes, para lograr una ilusión en la cual todo puede ser claramente explicado.

 

“El objetivo de la interpretación no es tanto el sentido, sino la reducción de los significantes a su sin-sentido para así encontrar los determinantes de toda la conducta del sujeto”.[3]

 

Esta pérdida del inconsciente es lo que Lacan denomina la afanisis del sujeto, es decir su desaparición, ya que de ninguna manera puede pensarse el sujeto del inconsciente si solo podemos quedarnos con el campo del sentido y el pensamiento, elementos exclusivamente ubicables en el registro imaginario, es decir que no podemos pensar el sujeto del inconsciente si el mismísimo inconsciente está perdido.

Es decir que si se elige el ser se pierde todo sentido, de manera que el sujeto queda ubicado únicamente en un lugar donde su ser no podrá unirse jamás a ningún sentido y por lo tanto será siempre pura división. Pero si se elige el sentido se pierde el inconsciente, de manera que tampoco será posible ubicar allí un sujeto del cual se pueda decir algo, ya que ese sujeto estará desaparecido.

Esto se ve nombrado por Lacan cuando dice:

 

“Si se le capta cuando nace en el campo del Otro, lo característico del sujeto del inconsciente es que está, bajo el significante que desarrolla sus redes, sus encadenamientos y su historia, en un lugar indeterminado”.[4]

 

 Ese lugar “indeterminado” es donde la alienación deja al sujeto por su división subjetiva.

Por lo tanto, el encuentro con el campo del Otro, más precisamente con los significantes del Otro implica una elección en la que el sujeto sufre una pérdida inevitable, se trata de una pérdida de su ser, la cual es estructural y dejará al sujeto en una situación de afanisis, de la cual solo podrá rescatarlo la operación que cierra el círculo, es decir la separación. Esta afanisis es una nadificación del sujeto, es decir que el sujeto queda desaparecido, siendo nada.

Por último, considero importante aclarar que la alienación no es algo que se pueda pensar como ocurriendo en un tiempo mítico previo a la aparición del sujeto y que deja de tener efectos en el tiempo de vida de una persona, ya que todo sujeto está inevitablemente alienado a los significantes del Otro durante toda su vida, siempre estará dividido en su ser, nunca podrá dejar atrás la castración estructural que le impide ser uno consigo mismo, completo y sin ninguna falta en su ser, por lo que la presencia de la alienación se encuentra cada vez que se produce la irrupción del sujeto, en cada una de las llamadas formaciones del inconsciente, ya que ahí se hace evidente la falta en ser del humano, su captura entre dos significantes, su imposibilidad de actuar siempre guiado por su voluntad conciente y, en definitiva, su división subjetiva.

En definitiva, lo que Lacan entiende por alienación no tiene nada que ver con que alguien obedezca siempre los dichos del padre o de la madre, sino que tiene que ver con el hecho de que el sujeto, por estar alienado a los significantes del Otro, queda barrado y por lo tanto pierde el Ser, deja de existir como una entidad completa y cuya definición e identidad son posibles, el sujeto queda desaparecido, en un estado de afanisis.

La única forma de que se produzca un rescate de esta situación donde el sujeto quedaría atrapado en una nada indeterminada es la operación de la separación.


Bibliografía


[1] Lacan, J. “El seminario…” Pág. 219

[2] Idem.

[3] Idem.

[4] Idem, pág. 216.

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