Esta es la primera publicación de una serie
dedicada a la pulsión, la cual está separada en tres puntos: pulsión e
instinto, la pulsión en Freud y la pulsión en Lacan.
Empecemos por la primera parte.
El concepto de pulsión supone una serie de
características que hace imposible que se la confunda con lo que se denomina
instinto en los animales, es por esto que Lacan dice:
“La pulsión, tal como es construida por
Freud, a partir de la experiencia del inconsciente, prohíbe al pensamiento
psicologizante ese recurso al instinto en el que enmascara su ignorancia por la
suposición de una moral en la naturaleza” (1).
En esta frase, Lacan postula claramente que
no puede pensarse en una relación de equivalencia entre la pulsión y el
instinto y que tal actitud, de tenerla, sería solamente debido a la ignorancia.
La misma frase encierra una explicación no desarrollada de por qué esto es así
al referirse a que Freud creó el concepto de pulsión a través de su práctica
clínica, de los tratamientos que él llevaba a cabo con los pacientes que
sufrían de neurosis de transferencia, más específicamente las histerias y las
neurosis obsesivas. Es decir que al decir que se trató de una experiencia de lo
inconsciente queda inmediatamente descartado todo aquello que tiene que ver con
la vida animal, pues de lo contrario habría que suponer que los animales poseen
un inconsciente.
Esto que parece tan simple de comprender
puede volverse mucho más complicado por las palabras del propio Freud, como lo
veremos más adelante.
Aún así existe desde siempre cierta confusión
con respecto a estos dos términos, confusión respecto de la cual podríamos
asumir la posición de calificarla de ingenua o propia de la ignorancia, pero
esto no sería correcto.
Lo mejor será especificar ciertas cuestiones
con respecto a uno y otro concepto, a fin de poder marcar las diferencias entre
ellos.
Empecemos por el instinto. Se entiende por
instinto aquello que impulsa a los animales a realizar acciones que están
destinadas a satisfacer sus necesidades, tales como la alimentación, calmar la
sed y preservar la vida, entre otras a las cuales hay que agregar la
reproducción, la cual si bien no está relacionada con la continuidad de la vida
de los animales que la practican, sí es fundamental para la continuidad de la
especie; con lo cual podríamos decir de alguna forma que la reproducción sirve
a los efectos de la preservación de la vida de la especie. Este instinto se
caracteriza por ser un saber, un conocimiento (usados aquí como sinónimos,
aunque vale la diferenciación ya que luego veremos como Lacan los utiliza de
manera muy distinta) que además de generar una búsqueda de una acción también
implica el saber acerca de cómo lograrla y con qué elemento se debe buscar esa
satisfacción. Luego de lograda dicha satisfacción se alcanzaría un estado de
satisfacción en la cual aún frente al objeto antes buscado no habría ninguna
respuesta por parte del animal, como ocurre por ejemplo cuando el perro está
saciado y se le muestra carne o cuando, en la misma situación de saciedad, se
le presenta una perra en celo.
Muy distinto es lo que ocurre cuando se trata
de la pulsión, ya que la misma no implica la satisfacción de una necesidad en
el sentido de aquello que se necesita para la conservación de la vida; para el
ser humano no son pulsiones el hecho de comer o beber, por poner algunos
ejemplos, es por eso que Freud podrá decir que existe una pulsión oral y otra
anal que están apuntaladas a necesidades biológicas sin ser la pulsión lo mismo
que estas funciones orgánicas, mientras que luego Lacan agregará una pulsión
invocante y otra escópica, que tanto se alejan de lo referido a acciones para
mantener la vida o la conservación de la especie.
Pero más allá de estas especificaciones que
alejan ambos términos, el instinto y la pulsión son aquello que impulsa a
animales y humanos a buscar ciertos fines, distintos los unos de los otros. Es
este carácter de impulso o empuje lo que hace principalmente que ambos
conceptos puedan ser confundidos, pero hay muchos otros elementos que permiten
que esta confusión tenga lugar.
Fundamentalmente me interesa mostrar aquellas
cuestiones encontradas en la propia obra de Sigmund Freud que pueden generar la
equivocación de asimilar el instinto a la pulsión y esto tiene que ver con el
hecho de que él es el creador del psicoanálisis y, como tal, es la base de la
cual parte todo aquel que pretenda investigar y profundizar sus conocimientos
acerca de este tema, siendo que esta base freudiana, fundamento básico e
ineludible de la teoría, puede generar cierta confusión si no se la estudia con
detenimiento.
Ahora quisiera comentar algunos de los
motivos por los cuales puede producirse esta confusión en la propia obra de
Sigmund Freud.
Como primer elemento que puede servir para
generar confusión entre uno y otro concepto, diré que la traducción de López
Ballesteros no hace ninguna diferenciación entre pulsión e instinto. Esta, que
es la primera traducción al castellano de la obra de Freud, utiliza pura y
exclusivamente la palabra “instinto”, sin importar si en el original estaba
escrito “trieb” (pulsión) o “instinkt” (instinto); es decir que
aun cuando Freud sí había hecho una clara diferenciación entre ambas, López
Ballesteros unifica ambos conceptos y los llama instinto. Si tenemos en cuenta
que esta traducción fue la utilizada por una enorme cantidad de lectores de
Freud es fácil imaginar que habrá producido efectos al tratar de definir ambos
elementos de manera independiente el uno del otro.
Por supuesto que puede objetarse que, si bien
esto influye en todos aquellos que leyeron esta traducción, es un error
únicamente adjudicable al traductor y resuena en nuestros oídos la frase que
dice: “traductor, traidor”, pero esta no es una explicación del todo
convincente. Quien le da todo su valor a esta traducción sin hacer ninguna
aclaración al respecto (ni referente a ningún otro tema) es nada más ni nada
menos que el mismísimo Freud.
En una carta de 1923, Freud le escribe a L.
Ballesteros y le cuenta que aprendió sin maestros la lengua castellana para
poder leer “Don Quijote” en su lengua original, luego continúa diciendo que:
“Gracias a esta afición juvenil puedo ahora
–ya en edad avanzada- comprobar el acierto de su versión española de mis obras,
cuya lectura me produce siempre un vivo agrado por la correctísima
interpretación de mi pensamiento y la elegancia del estilo. Me admira, sobre
todo, cómo no siendo usted médico ni psiquiatra de profesión ha podido alcanzar
tan absoluto y preciso dominio de una materia harto intrincada y a veces
oscura”. (2)
Luego de esta determinante valoración del
propio Freud, en la cual no indica ninguna corrección, es muy complicado
criticar al traductor.
¿Por qué Freud no comenta nada acerca de la
diferencia entre pulsión e instinto? ¿Es que acaso hay algo en su obra que
permita establecer una confusión?
Dice en “Compendio del psicoanálisis”,
donde habla del super-yo y el ello:
“Este esquema general de un aparato psíquico
puede asimismo admitirse como válido para los animales superiores,
psíquicamente similares al hombre. Debemos suponer que existe un super-yo en
todo ser que, como el hombre, haya tenido un período más bien prolongado de
dependencia infantil (…) La psicología animal no ha abordado todavía el
interesante problema que aquí se plantea”. (3)
Con lo cual la diferencia tajante entre
animales y humanos parece no ser tan tajante, ya que los animales pueden tener
también ello, yo y super-yo; Freud incluso alienta a la psicología animal a que
estudie este tema.
De esta manera releemos la frase de Lacan
citada anteriormente y comprendemos que es fácil imaginar que alguien pueda
creer que si se plantea la existencia de la segunda tópica freudiana en los
animales también podría creerse que la existencia de un inconsciente animal no
sería tan desatinada.
Luego, siguiendo con el Compendio…,
Freud equipara en el capítulo 4 al psicoanálisis con las ciencias naturales y
pone como ejemplo de los principios de la misma a la energía nerviosa y las
pulsiones. No es difícil comprender que estos intentos de Freud de basar su
teoría en las ciencias tales como la física y otras ciencias naturales
favorezca la confusión de tomar a las pulsiones no como algo exclusivamente
humano, sino como algo propio de la naturaleza de los seres vivos animales,
como lo es el instinto.
Por otro lado, leemos en el diccionario de
psicoanálisis de Laplanche y Pontalis como definición de la pulsión:
“Proceso dinámico consistente en un empuje (…)
que hace tender al organismo hacia un fin”.(4)
Esta no es una definición apresurada, sino
que tomar la pulsión como “empuje hacia un fin” tiene su base en Freud cuando
él dice:
“…es una magnitud de actividad…” (5)
Ocurre que calificar a la pulsión como un
empuje lo asimila bastante al instinto, ya que son muchos los diccionarios que
definen al instinto, justamente, como un empuje que lleva al animal a realizar
cierta acción. Estos autores manifiestan que la Standard Edition inglesa
traduce trieb como instinkt, en lugar traducirlo
como “drive” o “urge”.
Otra cita de Freud para sumar confusión:
“Si en el hombre existe un acervo de
formaciones psíquicas heredadas, o sea algo análogo al instinto animal, ello
será lo que constituya el nódulo del sistema Inc.” (6)
López Ballesteros aclara que se trata del
instinto animal, es decir, del “instinkt”. Es decir que el nódulo del
inconsciente contiene algo análogo al instinto animal, lo cual es significativo
si se lee que en el mismo texto dice:
“El núcleo del Icc consiste en agencias
representantes de pulsión que quieren descargar su investidura; por tanto, en
mociones de deseo”.
Así, aun dejando de lado la muy interesante
investigación acerca de cómo interactúan aquí la pulsión y el deseo, podemos
decir que en este texto de 1915 (mismo año en que escribió “Pulsión y sus
destinos”), Freud dice que en núcleo del inconsciente existe algo análogo al
instinto animal y luego agrega que el núcleo del inconsciente contiene representantes
de pulsión.
Pero aún así, con todos estos elementos que
producen confusiones de todo tipo, no podemos quedarnos atrapados dentro de
dicha confusión y debemos ir más allá de ella.
Esto se debe a que, superando estos puntos
conflictivos, algunos de los cuales surgen de la pluma del propio Freud, no
puede postularse una verdadera confusión entre ambos términos, es muy cierto
que Freud nunca confundió “trieb” con “instinkt” y que siempre
utilizó ambas palabras para referirse a cuestiones muy distintas.
Además, dejando de lado ciertos pasajes, es
completamente claro que el uso que Freud hizo de cada uno de esos términos
inhabilita cualquier verdadera confusión entre lo que impulsa a los animales y
lo que impulsa a los humanos; de la misma manera que la claridad e insistencia
con la cual Freud explica que la teoría de las pulsiones proviene
exclusivamente de la observación hecha en la clínica de las neurosis es
demostración más que indiscutible de que no puede haber pulsión en los animales
ni instinto en el ser humano.
Con respecto a esto, en el mismo diccionario
citado estos dos autores franceses establecen la diferencia al decir que la
palabra instinto
“si se utiliza para traducir trieb,
falsea el sentido del concepto en Freud” (7)
Luego agregan que
“La concepción freudiana de pulsión conduce
(…) al desmantelamiento de la noción clásica de instinto”. (8)
Nadie más indicado que Lacan para lanzar una
frase contundente y definitiva acerca de este tema:
“La pulsión, nunca se lo recordará bastante a
la obstinación del psicólogo (…) la pulsión freudiana no tiene nada que ver con
el instinto…” (9)
De esta manera podemos entrar a analizar el
concepto de pulsión como algo totalmente separado del instinto y perteneciente
en forma exclusiva al ser humano.
Citas:
(1) Lacan, J. “Del Trieb de
Freud y del deseo del psicoanalista”. En Escritos 2, pág. 809. Buenos Aires,
Siglo XXI.2008
(2) Freud, S. “Sr. Luis López Ballesteros y
de Torres”. En Obras completas, tomo 20, pág. 2821. Buenos Aires, Losada. 1997.
(3) Freud, S. “Compendio del psicoanálisis”.
En Obras completas, tomo 25, pág. 3381. Buenos Aires, Losada. 1997.
(4) Laplanche, J. y Pontalis, J. B.
“Diccionario de psicoanálisis”. Pág. 324. Buenos Aires, Paidós. 2004.
(5) Freud, S. “Los instintos y sus destinos”.
En Obras completas, tomo 15, pág. 2040. Buenos Aires, Losada. 1997.
(6) Freud. S. “Lo inconsciente”. En Obras
completas, tomo 15, pág. 2077. Buenos Aires, Losada. 1997.
(7) Laplanche, J. y Pontalis, J. B. Obra
citada, pág. 325.
(8) Idem, pág. 326.
(9) Lacan, J. “Del Trieb de
Freud…”. Pág. 809.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario