lunes, 4 de marzo de 2024

¿Qué es la sexualidad para Freud?

 

Para responder esta pregunta voy a tomar una cita bastante extensa de “Psicología de las masas y análisis del Yo”, en la cual Freud hace una explicación de lo que él llama sexualidad y pulsiones sexuales. Al principio tuve la idea de comentarla a medida que la transcribía, pero después preferí dejarla intacta debido a lo claro que es el mensaje que el autor está transmitiendo, destacando que lo hace con una enorme altura para destrozar a sus críticos y una erudición como la que ya estamos acostumbrado a encontrar en él.

La única aclaración que voy a hacer es que yo pongo el término “pulsión” en todas aquellas oportunidades en las cuales López Ballesteres puso “instinto” para traducir “trieb”.

Sin más preámbulo, la cita:

 “Libido es un término perteneciente a la teoría de la afectividad. Designamos con él la energía –considerada como magnitud cuantitativa, aunque por ahora no censurable- de las pulsiones relacionadas con todo aquello susceptible de ser comprendido bajo el concepto de amor. El nódulo de lo que nosotros denominamos amor se halla constituido, naturalmente, por lo que en general se designa con tal palabra y es cantado por los poetas; esto es, por el amor sexual, cuyo fin último es la cópula sexual. Pero, en cambio, no separamos de tal concepto aquello que participa del nombre de amor, o sea, de una parte, el amor del individuo a sí propio, y de otra, el amor paterno y el filiar, la amistad y el amor a la Humanidad en general, a objetos concretos o a ideas abstractas. Nuestra justificación está en el hecho de que la investigación psicoanalítica nos ha enseñado que todas estas tendencias constituyen la expresión de los mismos movimientos pulsionales que impulsan a los sexos a la unión sexual; pero que en circunstancias distintas son desviados de este fin sexual o detenidos en la consecución del mismo, aunque conservando en su esencia lo bastante para mantener reconocible su identidad (abnegación, tendencia a la aproximación).

Creemos, pues, que con la palabra “amor”, en sus múltiples acepciones, ha creado el lenguaje una síntesis perfectamente justificada y no podemos hacer nada mejor que tomarla como base de nuestras discusiones y exposiciones científicas. Con este acuerdo ha desencadenado el psicoanálisis una tempestad de indignación, como si se hubiera hecho culpable de una innovación sacrílega. Y, sin embargo, con esta concepción “amplificada” del amor, no ha creado el psicoanálisis nada nuevo. El Eros, de Platón, presenta, por lo que respecta a sus orígenes, a sus manifestaciones, y a su relación con el amor sexual, una perfecta analogía con la energía amorosa; esto es, con la libido del psicoanálisis, coincidencia cumplidamente demostrada por Nachmansohn y Pfister en interesantes trabajos; y cuando el apóstol Pablo alaba el amor en su famosa Epístola a los Corintios y lo sitúa sobre todas las cosas, lo concibe seguramente en el mismo sentido “amplificado”, de donde resulta que los hombres no siempre toman en serio a sus grandes pensadores, aunque aparentemente los admiren mucho.

Estas pulsiones eróticas son denominadas en psicoanálisis, a priori y en razón a su origen, pulsiones sexuales. La mayoría de los hombres “cultos” ha visto en esta denominación una ofensa y ha tomado venganza de ella lanzando contra el psicoanálisis la acusación de “pansexualismo”. Aquellos que consideran la sexualidad como algo vergonzoso y humillante para la naturaleza humana pueden servirse de los términos “Eros” y “Erotismo”, más distinguidos. Así lo hubiera podido hacer también yo desde un principio, cosa que me hubiera ahorrado numerosas objeciones. Pero no lo he hecho porque no me gusta ceder a la pusilanimidad. Nunca se sabe a dónde puede llevarle a uno tal camino; se empieza por ceder en las palabras y se acaba a veces por ceder en las cosas. No encuentro mérito alguno en avergonzarse de la sexualidad. La palabra griega Eros, con la que se quiere velar lo vergonzoso, no es, en fin de cuentas, sino la traducción de nuestra palabra Amor. Además, aquel que sabe esperar no tiene necesidad de hacer concesiones. (1)

 

Luego de la cita, nada más por mi parte que resaltar como elementos llenos de genialidad la oración en la que Freud dice no haber seguido ese camino para no ceder a la pusilanimidad, toda una declaración de principios; o también la sutileza de llamar “cultos” a quienes tanto se horrorizan ante la mención de la sexualidad, como una forma de destrozarlos con enorme clase.

 

 

Bibliografía:

 

(1) Freud, S.: “Psicología de las masas y análisis del Yo”. En Obras completas, tomo 19, página 2576/7. Losada, Buenos Aires, 1997

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