La metonimia es la otra ley
fundamental del inconsciente al mismo tiempo que lo es del lenguaje, Lacan la
hace coincidir con lo que Freud explicaba bajo el término de desplazamiento y
se dedica mucho a ella en la clase 4 del seminario 5, clase llamada “El becerro
de oro”.
Como ocurre en la metáfora,
los efectos de la metonimia también se inscriben en la línea del grafo que va
de izquierda a derecha, es la línea donde se producen los efectos del
significante.
Así como la metáfora estaba
planteada en términos de la sustitución de un significante por otro
significante, la metonimia se refiere a la relación de un significante con otro
significante, es decir que el efecto metonímico tiene que ver con que un
significante se relaciona con otro significante, que también está relacionado
con otro significante, el cual también está relacionado con otro y esto puede
continuar hasta el infinito. De esta manera, la metonimia es lo que produce la
cadena significante sobre la cual van a producirse todos sus efectos.
Es la dimensión diacrónica
del discurso, no tanto por el hecho de que existe una exigencia ineludible que
implica un tiempo en el cual debe hablarse, ya que es imposible decir todo al
mismo tiempo, sino porque hay una exigencia lógica y no cronológica que implica
que un significante está unido a otro significante y después a otro y a otro, por
lo que hay una secuencia lógica que implica que es imposible que esté todo al
mismo tiempo.
Esto hace que la metonimia
sea una cosa muy distinta a presentar todos los significantes juntos, como
puede ocurrir si hablamos del Otro como tesoro del significante, donde están
todos juntos. La metonimia significante presenta sus elementos como los
eslabones de una cadena que se unen y producen una continuidad, es por eso que
se habla habitualmente de la cadena significante. Es por eso que cuando se
habla de metonimia se hace referencia a una cosa, ya sea un objeto, una palabra
o lo que sea, que remite a otra cosa, la cual a su vez remite a otra cosa y así
continuamente.
En el seminario 5, Lacan
habla del olvido de “Signorelli” y ubica ahí una combinación metonímica en el
hecho de que un paciente que se había suicidado por problemas de impotencia le
dice a Freud: “Herr (“señor”, en alemán), sé que hizo todo lo posible”. En ese
momento ese significante “herr” queda cargado con todo el peso de la muerte y
la sexualidad que llevan a Freud a fallar en encontrar el apellido buscado
cuando habla con un extraño en el tren debido a que no quiere discutir con ese
extraño los temas de la muerte y la sexualidad, su vivencia como médico de ese
paciente que se suicidó, sus propios miedos respecto de esos temas, etcétera.
No hay posibilidades de que
esto pueda producirse si no es sobre la base de una cadena en que cada elemento
puede unirse y combinarse con los demás, solo así se abre la posibilidad de que
estos elementos se relacionen unos con otros y sobre esta combinación se puedan
producir los distintos efectos. En relación a esto, Lacan insiste varias veces
en que no habría metáfora si no hubiera metonimia, ya que para que pueda
producirse el efecto metafórico de la sustitución tiene que existir
previamente, en forma lógica y no cronológica, una relación entre los dos
significantes involucrados que permita esa sustitución.
En ella vemos otra vez, como
en la metáfora, la “f” de la función, pero esta vez no se trata de la
sustitución de un significante por otro representado por una barra que los
ubica arriba y abajo, sino que hay dos significantes, S y S´, que están en el
mismo nivel en una situación de estar uno detrás de otro, en una continuación
infinita, representada por los puntos suspensivos. La segunda parte de la
fórmula presenta otra diferencia con la de la metáfora, ya que la metonimia
produce un efecto que Lacan describe como la reducción de sentido, la
desvalorización de este sentido, la cual aparece representado por el signo (-).
Creo que esta disminución de
sentido puede entenderse pensando que si pasamos de una cosa a la otra sin
detenernos en ninguna no se puede ubicar algo que tenga un sentido fuerte, sino
que este sentido no puede consolidarse, ya que la cadena no se detiene, sino
que continúa cambiando de significado.
Otro efecto de esta
combinación es la aparición de lo que se llama las ruinas metonímicas del
objeto, se trata de los nombres que se le ocurren a Freud en lugar del nombre
buscado, lo cual le lleva a mencionar a Boticelli y Boltrafio, aún sabiendo
perfectamente que no se trata de esos pintores.
Ocurre que lo buscado está en
relación con esos nombres porque también son nombres de pintores, porque
Boticelli termina igual que Signorelli, porque tanto Boticelli como Boltrafio
empiezan como Bosnia y el segundo termina parecido a Trafoi que son ciudades
relacionadas con la historia del paciente y otras cuestiones más. Son
conexiones entre estos significantes que dan por resultado el hecho de que
aparezcan, aún cuando Freud sabe perfectamente que no se trata de ellos, pero
sin poder evitar que estas cadenas hagan que esos nombres se le presenten ante
la falta creada por el olvido.
El ejemplo de chiste
metonímico que Lacan toma es el del “becerro de oro”, en el cual aparecen
muchas personas reunidas alrededor de un hombre rico y en otro lado hay dos
personas hablando, una de estas personas dice que todavía se sigue adorando al
becerro de oro, en relación a este hombre rico que es buscado y rodeado por la
gente como hacían antes los paganos alrededor de ídolos a los que adoraban como
dioses. Esto produce la respuesta de Henri Heine al decir que esa persona a la
que se refiere ya está bastante grande para ser calificada de becerro.
Respecto de este chiste,
Lacan destaca que lo que hay que tener en cuenta es que el término “becerro”
está tomado de dos maneras distintas, ya que el primer hombre que habla dice
esta palabra en relación al ídolo antiguo que se elevaba a la categoría de Dios
y que así producía el efecto de tener mucha gente alrededor para alabarlo, cosa
que encuentra similar a este personaje rico al cual muchos se acercan para
adularlo y festejarlo, con lo cual lo convierten en objeto de cierta idolatría.
A diferencia de esto, Heine toma esa misma palabra, pero ya no como un concepto
sino como un significante y lo usa dándole otro sentido, el del animal hijo de
la vaca y el toro, el cual por su corta edad es llamado de esa manera.
Lo que esto nos muestra es
que cuando se piensa en el plano significante no puede pensarse en un único
sentido para las distintas cosas, ya sean palabras, hechos, situaciones,
etcétera, sino que cada uno de ellos puede estar puesto en relación a múltiples
sentidos y dependerá de muchos factores que se lo asocie con una cosa o la
otra. Este chiste muestra que un significante puede combinarse con el sentido
de ídolo de la misma forma que puede hacerlo con el sentido de juventud, como
también podemos pensar que en otro contexto puede ser tomado de muchas otras
formas, tales como decirle a alguien que tiene la cintura de un becerro, que
entiende de aritmética tanto como un becerro o cualquier otra cosa.
La metonimia parte de la
ambigüedad fundamental que implican los significantes, ya que el significado
dado a un significante dependerá de cuál es el segundo significante al cual el
primero está asociado, situación muy distinta de lo que ocurre con los signos,
los cuales presentan una relación directa y única con un significado. El chiste
metonímico consiste así en tomar una palabra en un sentido distinto del que fue
emitido; esto es lo que ocurre cuando se busca una palabra en el diccionario y
uno se encuentra con que esa palabra tiene distintos significados y puede ser
tomada de diversos modos según sus diferentes acepciones.
Debido a las diferencias
entre la metáfora y la metonimia, se las ubica como dos dimensiones distintas
del chiste.
Lacan utiliza otro ejemplo,
el de “treinta velas” en lugar de decir “treinta barcos” y dice que esto puede
ser confundido con una metáfora, pero no se trata de eso ya que no es una sustitución
en referencia a la realidad porque ningún barco tiene una sola vela, sino que
tiene que ver con la función que se establece entre la palabra “vela” y la
palabra “barco”, lo cual implica un vínculo en la cadena significante; no se
trata de algo metafórico porque dice que esas velas no se hinchan con el viento
por no ser algo real y concreto.
Él presenta la metáfora y la
metonimia como cosas muy distintas, pero me parece que algo de esto se le
mezcla un poco y no termina de quedar del todo claro. El propio Lacan poco
después dice que esto presenta ambigüedades y es imposible que no quede alguna
hiancia en la presentación de estos temas, por lo que no hay que hacerse mucho
problema si ante una frase no estamos perfectamente seguros de si es una o la
otra.
Muy por el contrario, rechaza
la idea de que exista un metalenguaje según el cual el lenguaje podría
explicarse de forma sólida y completa; el metalenguaje es una idea que
representa la posibilidad de que haya un lenguaje que no presente la ambigüedad
significante, sino que estuviera compuesto por signos que siempre quieren decir
una sola cosa sin posibilidad de confusión y donde el equívoco al hablar fuera
imposible. Esto sería una matematización del lenguaje, pero es imposible
matematizar el lenguaje de forma absoluta, es decir que es imposible que el
lenguaje aparezca como las matemáticas, que todos consideramos como perfectas y
sin posibilidad de ambigüedades.
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