Si bien Lacan habló del complejo de Edipo durante toda su vida, ya en los primeros años de su enseñanza introduce la metáfora paterna en un escrito llamado “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” y también le dedica a este tema algunas clases del seminario que estaba dictando durante esa época, me refiero al seminario 5, se trata de las clases 8 hasta la 11 donde desarrolla sus ideas.
Serán esas clases y ese
escrito lo que nos sirva de base para hacer un pequeño comentario acerca de
este tema.
Tengamos siempre presente que
el Edipo era algo que Freud había ubicado como ocurriendo entre los tres y los
cinco años de vida de una persona y esta cuestión cronológica es algo que no
convencerá nunca a Lacan, quien desde sus primeras afirmaciones respecto del
tema buscará dar una teoría que corrija muchos de los errores que él encuentra
en los postulados del Edipo.
Me parece importante aclarar
que la crítica de Lacan va de menor a mayor a lo largo de los años, en el
seminario 5 empieza criticando ciertas cuestiones que implican a los
continuadores de la teoría y solo tímidamente empiezan a aparece algunas
modificaciones de la teoría freudiana, pero más de una década después, en el
seminario 17, Lacan hace una crítica muy importante a la teoría del Edipo.
En la clase 7, del 11 de
marzo de 1970, llamada “Edipo, Moisés y el padre de la horda”, a continuación
de lo que viene diciendo y para aclarar su posición, dice:
“No estoy diciendo, de ningún modo, que el
Edipo no sirva para nada, ni que no tenga ninguna relación con lo que hacemos”.[1]
Esta sola cita nos muestra
que Lacan está tomando una distancia muy grande respecto del complejo de Edipo,
tanto que tiene que aclarar que no se trata de que lo esté borrando
completamente de la teoría psicoanalítica, pero sí que no es la teoría desde la
cual va a trabajar él, ni desde la cual va a pensar al sujeto.
Poco después, al final de la
misma clase, agrega:
“Hoy, para concluir, diría que lo que nos
proponemos es el análisis del complejo de Edipo como un sueño de Freud”.[2]
Al nombrarlo como un sueño de Freud está diciendo algo así como
que es una escena construida por Freud, la cual se tiene que tomar como un sueño,
el en cual hay un punto de verdad rodeado de una enorme cantidad de elementos
que hay que descifrar, un trabajo que implica traspasar el contenido manifiesto
del sueño para poder acceder al contenido latente y poder llegar así hasta el
deseo que se manifiesta en ese sueño. De la misma manera, Lacan plantea tomar
el complejo de Edipo ya que contiene un punto que el psicoanálisis no puede
desconocer, pero para poder llegar a eso hay que despojarlo de toda la
deformación que siempre aparece incluida en el contenido manifiesto, es decir
que Lacan plantea una especie de purificación del Edipo, quitarle todo lo que
tiene que ver con la escena, el “cuentito” de lo imaginario, para poder
quedarnos con lo que realmente nos sirve en la clínica con pacientes.
Pero empecemos por el principio.
Lacan comienza la clase 9 del
seminario 5, clase llamada “La metáfora paterna”, mencionando algunos de los
problemas que han aparecido en relación al complejo de Edipo, incluso después
de la muerte de Freud, son problemas que fueron surgieron con las teorías
psicoanalíticas que iban apareciendo y las preguntas que se producían,
fundamentalmente en relación a los tiempos postulados por el complejo de Edipo
tal como lo explicó Freud.
Es así como ubica lo que él
llama tres polos históricos respecto del Edipo, el primero de los cuales se
refiere a la posibilidad de que exista una neurosis sin haber atravesado el
complejo de Edipo, lo cual era una pregunta que circulaba en aquella época y
hasta menciona un artículo que lleva por título justamente esta pregunta. A
este tema le suma la pregunta por la posibilidad de existencia de un Súper Yo
materno, el cual sería más exigente y opresivo que el paterno postulado por
Freud.
El segundo de los polos
destacados por Lacan habla de la pregunta acerca de la etapa preedípica y qué
es lo que ahí ocurre y cómo influye esto en la posterior evolución del sujeto,
ya que menciona que lo que ocurría en la etapa del autoerotismo tenía su
importancia, pero solo a través del Edipo y que en esa época no existía la
noción de retroacción, de manera que todo lo ocurrido antes de los tres años
planteaba preguntas que el complejo de Edipo no podía responder suficientemente
e incluye críticas a Melanie Klein en relación a que cuando ella cree indagar
sobre lo preedípico no hace otra cosa que encontrar elementos edípicos.
El tercer polo se refiere a
la relación entre el Edipo y la genitalidad, es decir la relación que existe
entre el cuerpo masculino o femenino que alguien tiene y la asunción de una
identidad sexual que puede o no coincidir con la sexualidad biológica; en este
punto destaca que existe una gran ambigüedad dentro del análisis y que ha
quedado una idea de una herencia filogenética que produce mucha oscuridad.
Otro de los problemas más
grandes que Lacan diagnostica respecto del extravío que los analistas sufren en
el tema tiene que ver con lo que él llama la perspectiva ambientalista con la
cual los analistas abordan estas cuestiones, es decir que llevan la pregunta al
plano de la realidad y de esa forma se ocupan de investigar si el padre estaba
presente, si era demasiado frágil y permisivo, si por el contrario era
demasiado severo, si se iba mucho de viaje y demás cuestiones por el estilo
hasta llegar a la pregunta de si podía existir el complejo de Edipo si no había
un padre presente. La crítica está dirigida a que se ubica en el centro de la
cuestión al padre de carne y hueso, el padre de la realidad con todos sus
atributos imaginarios, cuando en realidad no se trata de eso sino de su función
en tanto significante, es decir el Padre o la Ley. En pocas palabras, se trata
de otro elemento que hace que Lacan critique a los post freudianos porque se
quedaron atrapados en las cuestiones imaginarias de la teoría psicoanalíticas y
no pudieron jamás acceder a los postulados simbólicos, los más importantes para
Lacan a la altura del seminario 5.
Esta es la presentación que hace Lacan de los problemas que
conlleva el Edipo para empezar a hablar de la metáfora paterna, pero al ir
avanzando en el tema veremos que hay otras críticas que aparecen muy sutilmente.
Es por estos planteos que Lacan dice:
“…pretendo que toda la
cuestión de los callejones sin salida del Edipo puede resolverse planteando la
intervención del padre como sustitución de un significante por otro
significante”.[3]
Es decir que la metáfora paterna
viene a resolver todos los problemas que surgen del planteo del complejo de
Edipo, ya que la fórmula de la metáfora implica la sustitución de un
significante por otro.
Esto implica que ya no se
hable más del padre en términos ambientalistas y se pueda ubicar la función del
Padre, es decir el significante del Nombre del Padre.
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