lunes, 22 de enero de 2024

¿Por qué hablar de la metáfora paterna y no del complejo de Edipo?

 


Si bien Lacan habló del complejo de Edipo durante toda su vida, ya en los primeros años de su enseñanza introduce la metáfora paterna en un escrito llamado “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” y también le dedica a este tema algunas clases del seminario que estaba dictando durante esa época, me refiero al seminario 5, se trata de las clases 8 hasta la 11 donde desarrolla sus ideas.

Serán esas clases y ese escrito lo que nos sirva de base para hacer un pequeño comentario acerca de este tema.

Tengamos siempre presente que el Edipo era algo que Freud había ubicado como ocurriendo entre los tres y los cinco años de vida de una persona y esta cuestión cronológica es algo que no convencerá nunca a Lacan, quien desde sus primeras afirmaciones respecto del tema buscará dar una teoría que corrija muchos de los errores que él encuentra en los postulados del Edipo.

Me parece importante aclarar que la crítica de Lacan va de menor a mayor a lo largo de los años, en el seminario 5 empieza criticando ciertas cuestiones que implican a los continuadores de la teoría y solo tímidamente empiezan a aparece algunas modificaciones de la teoría freudiana, pero más de una década después, en el seminario 17, Lacan hace una crítica muy importante a la teoría del Edipo.

En la clase 7, del 11 de marzo de 1970, llamada “Edipo, Moisés y el padre de la horda”, a continuación de lo que viene diciendo y para aclarar su posición, dice:

 

“No estoy diciendo, de ningún modo, que el Edipo no sirva para nada, ni que no tenga ninguna relación con lo que hacemos”.[1]

 

Esta sola cita nos muestra que Lacan está tomando una distancia muy grande respecto del complejo de Edipo, tanto que tiene que aclarar que no se trata de que lo esté borrando completamente de la teoría psicoanalítica, pero sí que no es la teoría desde la cual va a trabajar él, ni desde la cual va a pensar al sujeto.

Poco después, al final de la misma clase, agrega:

 

“Hoy, para concluir, diría que lo que nos proponemos es el análisis del complejo de Edipo como un sueño de Freud”.[2]

 

Al nombrarlo como un sueño de Freud está diciendo algo así como que es una escena construida por Freud, la cual se tiene que tomar como un sueño, el en cual hay un punto de verdad rodeado de una enorme cantidad de elementos que hay que descifrar, un trabajo que implica traspasar el contenido manifiesto del sueño para poder acceder al contenido latente y poder llegar así hasta el deseo que se manifiesta en ese sueño. De la misma manera, Lacan plantea tomar el complejo de Edipo ya que contiene un punto que el psicoanálisis no puede desconocer, pero para poder llegar a eso hay que despojarlo de toda la deformación que siempre aparece incluida en el contenido manifiesto, es decir que Lacan plantea una especie de purificación del Edipo, quitarle todo lo que tiene que ver con la escena, el “cuentito” de lo imaginario, para poder quedarnos con lo que realmente nos sirve en la clínica con pacientes.

Pero empecemos por el principio.

Lacan comienza la clase 9 del seminario 5, clase llamada “La metáfora paterna”, mencionando algunos de los problemas que han aparecido en relación al complejo de Edipo, incluso después de la muerte de Freud, son problemas que fueron surgieron con las teorías psicoanalíticas que iban apareciendo y las preguntas que se producían, fundamentalmente en relación a los tiempos postulados por el complejo de Edipo tal como lo explicó Freud.

Es así como ubica lo que él llama tres polos históricos respecto del Edipo, el primero de los cuales se refiere a la posibilidad de que exista una neurosis sin haber atravesado el complejo de Edipo, lo cual era una pregunta que circulaba en aquella época y hasta menciona un artículo que lleva por título justamente esta pregunta. A este tema le suma la pregunta por la posibilidad de existencia de un Súper Yo materno, el cual sería más exigente y opresivo que el paterno postulado por Freud.

El segundo de los polos destacados por Lacan habla de la pregunta acerca de la etapa preedípica y qué es lo que ahí ocurre y cómo influye esto en la posterior evolución del sujeto, ya que menciona que lo que ocurría en la etapa del autoerotismo tenía su importancia, pero solo a través del Edipo y que en esa época no existía la noción de retroacción, de manera que todo lo ocurrido antes de los tres años planteaba preguntas que el complejo de Edipo no podía responder suficientemente e incluye críticas a Melanie Klein en relación a que cuando ella cree indagar sobre lo preedípico no hace otra cosa que encontrar elementos edípicos.

El tercer polo se refiere a la relación entre el Edipo y la genitalidad, es decir la relación que existe entre el cuerpo masculino o femenino que alguien tiene y la asunción de una identidad sexual que puede o no coincidir con la sexualidad biológica; en este punto destaca que existe una gran ambigüedad dentro del análisis y que ha quedado una idea de una herencia filogenética que produce mucha oscuridad.

Otro de los problemas más grandes que Lacan diagnostica respecto del extravío que los analistas sufren en el tema tiene que ver con lo que él llama la perspectiva ambientalista con la cual los analistas abordan estas cuestiones, es decir que llevan la pregunta al plano de la realidad y de esa forma se ocupan de investigar si el padre estaba presente, si era demasiado frágil y permisivo, si por el contrario era demasiado severo, si se iba mucho de viaje y demás cuestiones por el estilo hasta llegar a la pregunta de si podía existir el complejo de Edipo si no había un padre presente. La crítica está dirigida a que se ubica en el centro de la cuestión al padre de carne y hueso, el padre de la realidad con todos sus atributos imaginarios, cuando en realidad no se trata de eso sino de su función en tanto significante, es decir el Padre o la Ley. En pocas palabras, se trata de otro elemento que hace que Lacan critique a los post freudianos porque se quedaron atrapados en las cuestiones imaginarias de la teoría psicoanalíticas y no pudieron jamás acceder a los postulados simbólicos, los más importantes para Lacan a la altura del seminario 5.

Esta es la presentación que hace Lacan de los problemas que conlleva el Edipo para empezar a hablar de la metáfora paterna, pero al ir avanzando en el tema veremos que hay otras críticas que aparecen muy sutilmente.

Es por estos planteos que Lacan dice:

 

“…pretendo que toda la cuestión de los callejones sin salida del Edipo puede resolverse planteando la intervención del padre como sustitución de un significante por otro significante”.[3]

 

Es decir que la metáfora paterna viene a resolver todos los problemas que surgen del planteo del complejo de Edipo, ya que la fórmula de la metáfora implica la sustitución de un significante por otro.

Esto implica que ya no se hable más del padre en términos ambientalistas y se pueda ubicar la función del Padre, es decir el significante del Nombre del Padre.



[1] Lacan, J. “Seminario 17” Buenos Aires, Paidos, 2008, pág. 118.

[2] Lacan, J. Idem,  pág. 124.

[3] Lacan, J. “Seminario 5”. Buenos Aires, Paidós, 2010. Pág. 180.

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